Le réalisateur Anthony Chen © Joe Seer - Shutterstock.com .jpg

La edad de oro del cine malayo

Los hermanos Shaw, famosos productores de Hong Kong, establecieron una sucursal en Singapur, empresa interrumpida temporalmente por la guerra y la invasión japonesa. Su empresa, Malay Films Production, junto con Cathay-Keris, de Loke Wan Tho, fue responsable de la mayoría de las películas malayas de posguerra. Estas películas fueron realizadas inicialmente por directores extranjeros, principalmente indios. Permata di Perlimbahan (Haji Mahadi), la primera película de un director malayo, data de 1952 y anuncia una especie de edad de oro para el cine local. A principios de los años sesenta, parte de la industria se trasladó a Kuala Lumpur con la creación de nuevos estudios. Una estrella eclipsó a todas las demás: P. Ramlee, auténtico one-man band, director, actor, compositor y cantante, si no todo a la vez, en 66 películas. Entre ellas: La maldición del hombre aceitoso (1958), una película de terror kitsch; Mi suegra (1962), una original oscilación entre la comedia y el melodrama; y Turbulencia (1970), una de sus últimas películas y también una de las mejores, que aborda con audacia algunos de los tabúes de la sociedad malaya. Su triángulo amoroso e intergeneracional recuerda a El graduado, de Mike Nichols. Otro nombre famoso es Hussein Haniff, que dirigió una versión de la historia de Hang Tuah, un legendario guerrero de la antigua Malaca(Hang Jebat, 1961).

Descontento y renovación en la cultura

La producción disminuyó en los años 70, a pesar de las iniciativas gubernamentales y la proliferación de productoras tras el gran éxito de Keluarga Si-Comat (Aziz Sattaz, 1975) . La causa: la competencia extranjera, incluida la de Bollywood y Hong Kong, y la de la televisión. En 1979, Peter Bogdanovich consiguió burlar a la censura para rodar en Singapur la excelente Jack el Magnífico, la historia de un burdelero estadounidense. La creación por el gobierno de un Consejo Nacional de Desarrollo Cinematográfico en 1981 puso fin a la virtual hegemonía china en la producción y coincidió con la aparición de una nueva generación de cineastas con un tono fresco, como Rahim Razali, cuya filmografía traza los cambios de la sociedad malaya a lo largo de la década, Shaharom Mohd, Hafsham, Mansor Puteh y Nasir Jani. Con Femme, Épouse et Putain (1993), sobre un matrimonio más forzado que concertado, U-Wei Haji Saari demostró una audacia sin precedentes. Su siguiente película, L'Incendiaire (1995), inspirada en un relato de Faulkner, fue la primera película malaya seleccionada para el Festival de Cannes: esta historia de un inmigrante javanés evoca las fracturas que existen en la maraña de culturas de Malasia. Este tema tabú impregnó las películas más interesantes de la década siguiente. De Jemapoh à Manchester (Hishamuddin Rais, 1998), un viaje por carretera a través de Malasia, muestra a unos jóvenes que intentan liberarse de tradiciones engorrosas y estancamientos políticos.

El pequeño cine de Malasia

La llegada de las cámaras digitales ha dado lugar a una avalancha de películas rodadas con casi nada al margen de los circuitos tradicionales. El documentalista Amir Muhammad está a la vanguardia de este pseudo-movimiento, apodado "Pequeño Cine Malayo". Lips to Lips (2000) revela su temperamento inconformista, su inclinación por la sátira y el humor fuera de lo común, que le valió la ira de la censura en varias ocasiones, y que se repite en The Big Durian (2003), un docudrama inspirado en una noticia que traumatizó al país. Esta revolución oculta otra: numerosos directores de origen chino (James Lee, Tan Chui Mui) o indio (Deepak Kumaran Menon) realizan películas en su propia lengua. Una buena película sobre la infancia: Fleur dans la poche, de Liew Seng Tat (2007). Mientras tanto, una figura venerada del cine de autor taiwanés, Tsai Ming-liang, nacido en Malasia, regresa a Kuala Lumpur para rodar I Don't Want to Sleep Alone (2007), una especie de triángulo amoroso filmado en largos planos secuencia casi mudos. La película requirió cortes para poder estrenarse en Malasia. Un signo de progreso, sin embargo, es que el cine refleja por fin el multiculturalismo y el multilingüismo de Malasia. Otra figura clave, Yasmin Ahmad, representó un intermediario entre este cine independiente, casi underground, y las producciones más comerciales. Sus comienzos en la publicidad explican probablemente la forma pulida de las pocas películas autobiográficas que tuvo tiempo de realizar antes de su muerte a los 51 años. Sepet (2005), primera parte de una trilogía semiautobiográfica y comedia romántica agridulce sobre el amor frustrado entre un chino y una malaya, es la más conocida, pero las demás son igualmente maravillosas. Al mismo tiempo, Singapur ha visto surgir a un puñado de cineastas. La película Perth (Djinn, 2004), una variación de Taxi Driver, contrasta con el éxito social que está a la orden del día. Eric Khoo saltó a la fama internacional con Be with Me (2005), un entretejido de destinos solitarios en busca de afecto, que le valió multitud de superlativos. Continuó en su línea personal con My Magic (2008) y Hotel Singapura (2015), una película de sketches que satiriza el comportamiento del amor y el sexo desde 1942 hasta nuestros días.

Reconocimiento internacional

Típica de esta nueva ola de películas es su pulida estética, donde se aprecia la influencia del cineasta hongkonés Wong Kar-wai, como 4:30 (2005), de Royston Tan, sobre un niño de 11 años abandonado a su suerte en un piso, o la mucho más rítmica 15: The Movie (2015), que se fija en unos adolescentes también abandonados a su suerte, o más recientemente Les Étendues imaginaires (Siew Hua Yeo, 2018), un film noir onírico y lánguido. Anthony Chen ganó la Cámara de Oro en Cannes con Ilo Ilo (2013), una sensible crónica de la amistad entre una criada filipina y el chico al que tiene que cuidar, que capta las profundas desigualdades de clase. En los últimos años se ha producido en Malasia una explosión de cine comercial que imita al de Hollywood -el gusto por el terror (sacrificado por Amir Muhammad) es, en cambio, local-, con multitud de franquicias que gozan de un éxito sin precedentes (las películas de animación, prueba del saber hacer malasio en este campo, también constituyen buena parte de esta afluencia). Quizá la más interesante sea El viaje (Chiu Keng Guan, 2014), rodada en mandarín e inglés en toda Malasia.