MA05_Le monorail de Kuala Lulmpur à Chow Kit (c) NicolasMcComber.jpg

La naturaleza como fuente de riqueza

El éxito de Malasia se basa en sus recursos naturales, que incluyen petróleo, agua, madera y hierro. El descubrimiento de petróleo frente a las costas de Borneo a principios del siglo XX ha permitido al país despreocuparse del abastecimiento energético. También es una fuente de divisas. El grupo petrolero Petronas anunció unas ventas netas de 12.200 millones de euros en 2018. Esto la sitúa en el puesto 158 de la lista de las mayores empresas del mundo elaborada por la revista estadounidense Fortune. El país exporta cerca de 350.000 barriles diarios, principalmente a China. El Reino Medio, voraz por las materias primas, duplicó su demanda de crudo en 2018 hasta superar los 1,3 millones de toneladas mensuales. Los vastos recursos hídricos del país -los ríos fluyen por doquier- permiten diversificar su abastecimiento energético. Se han construido presas hidroeléctricas por todo el país, lo que ha convertido a Malasia en el principal exportador de electricidad del sudeste asiático. En 2012 se puso en marcha un programa para construir 12 presas solo en el estado de Sarawak, que ha abierto la puerta a numerosas polémicas. La primera de ellas es la destrucción del hábitat de las poblaciones indígenas en zonas remotas de bosque primario. En la actualidad, los indígenas de Borneo central están llevando a cabo una activa campaña para derrotar el proyecto de la presa de Baram. Los vastos bosques, sobre todo en la isla de Borneo, se explotan intensamente para extraer madera, apreciada por su dureza. La industria maderera exportó en 2018 madera por valor de 5.000 millones de euros, el 60% de los cuales eran productos transformados (pellets, astillas, listones, etc.). Los bosques talados se vuelven a plantar con aceite de palma. No es raro conducir durante horas por carreteras bordeadas de eleis de Guinea, cuyo fruto se refina in situ. El aceite se vende a la industria alimentaria. La conservación del medio ambiente apenas parece llegar a la linde del bosque. En 2018, el Comité de la Industria Maderera de Malasia se comprometió a replantar 140.000 hectáreas de los 10 millones de hectáreas ya taladas. La industria también está estudiando la posibilidad de dar valor añadido a los árboles de caucho y a los troncos de los eleis de Guinea para limitar la tala de los bosques naturales. En la actualidad, sólo unos pocos bosques se explotan de forma sostenible, seleccionando y extrayendo las especies codiciadas. El subsuelo no es una excepción a la regla de la sobreexplotación. Rico en hierro, se extrae a gran escala, sobre todo para abastecer a la industria de las nuevas tecnologías, muy ávida de hierro. Esta necesidad ha dado lugar a un nuevo mercado que el país ha aprovechado: la producción de circuitos semiconductores y circuitos impresos. Éstos se exportan a China y Corea, donde se utilizan en el montaje de teléfonos, ordenadores, máquinas herramienta, etc

Los servicios de apoyo

Aunque la industria primaria sigue sosteniendo gran parte de la economía del país, hay que mirar a la economía de servicios para encontrar las empresas más rentables. Seis de las 10 principales empresas malasias operan en el sector bancario y financiero. Generaron unos beneficios netos de más de 5.400 millones de euros en 2018. Reflejan la salud general de la economía malasia, que crece a un ritmo anual de casi el 5%. El turismo es la otra apuesta del país para el desarrollo económico. Malasia destaca su excepcional fauna y la belleza de sus islas para atraer turistas. El país espera colarse entre los 10 países más visitados, pero aún queda mucho camino por recorrer. Malasia recibió 25,8 millones de turistas en 2018, un ligero descenso respecto al año anterior. Actualmente ocupa el puesto 15 según la Organización Mundial del Turismo (OMT). El país está invirtiendo mucho para facilitar las llegadas. Numerosos enlaces aéreos regionales ofrecen acceso directo a destinos clave en la península y en Borneo. Chinos y coreanos encabezan la lista de visitantes. La proximidad geográfica, la flora y la fauna, la gastronomía y el valor relativamente bajo del ringgit son algunos de los argumentos de peso que atraen a los visitantes del Mar de China. Las campañas de promoción de Malasia también son recurrentes. La más reciente fue "Visite Malasia, Verdaderamente Asia" en 2020. En ella se destaca la diversidad cultural y comunitaria del país. El turismo parece ser el único vector que valora la diversidad de los pueblos de Malasia y la convierte en un activo.

El malestar de la comunidad

Este es el reto al que aún se enfrenta Malasia: unir a su pueblo para que cada habitante se sienta ciudadano de pleno derecho. Los orígenes étnicos, pero también la afiliación religiosa, son los factores de división que mantienen separadas a las distintas comunidades. En pocas palabras, los malayos culpan a los chinos de monopolizar la riqueza y tener las llaves de la economía. Los chinos acusan a los malayos de excluirles del juego político y social y de querer relegarles a la condición de ciudadanos de segunda clase. Los responsables políticos se esfuerzan por comprender la magnitud del problema. Najib Razak, el anterior Primer Ministro, lanzó un vasto programa de desarrollo llamado "1 Malasia", destinado a acercar a las comunidades. Fue el origen del mayor escándalo de malversación de fondos de la historia del país. Como resultado, en las elecciones generales de 2018, el candidato ganador, Mahathir Bin Mohamad, hizo campaña sobre la necesidad de revitalizar la decaída economía de Malasia. A sus 92 años, fue elegido con la promesa de dar un vuelco al país en 2 años y dimitir después. También prometió abolir el impuesto sobre bienes y servicios que había hecho caer en picado a la población en 2016. A finales de 2019, este impuesto seguía en vigor. Y la tasa de crecimiento se estimaba por encima del 4,5%, lo que daría envidia al ministro de Economía francés. Sin embargo, la necesidad de estrechar los lazos entre ambas comunidades es muy real. El porcentaje de chinos en la población malaya ha caído del 38% en el momento de la independencia al 23% en 2016. Más de dos millones de personas abandonaron el país durante este periodo. El Gobierno ha puesto en marcha un programa de retorno de expatriados, basado en reducciones fiscales. Registró 398 solicitantes en 2016. La cuestión se aborda a menudo a nivel individual, como sin duda comprobarás. Pero parece seguir siendo tabú a nivel político.