Maison d'Ernest Hemingway © Petr Kahanek - Shutterstock.Com.jpg

De nativos americanos a americanos

La llegada de Juan Ponce de León y su tripulación a la península ha sido objeto de numerosas crónicas, como las de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés(Historia General y Natural de las Indias, 1535) o Francisco López de Gómara(Historia General de las Indias, 1551). La historia es precisa cuando afirma que el nombre dado a esta nueva tierra se refería a la Pascua de Resurrección(Pascal Florida en español) celebrada el 2 de abril de 1513, duda un poco sobre el lugar exacto del desembarco, San Agustín o quizás Melbourne Beach, y es jocosa cuando sugiere que Ponce de León buscaba la Fuente de la Juventud. Sin embargo, esta leyenda fue recogida en las Memorias de un hombre que vivió una aventura extraordinaria: Hernando de Escalante Fontaneda, que sólo tenía 13 años en el año 1549, cuando el barco en el que navegaba hacia España encalló frente a Florida. Rescatado in extremis por los indios calusas con algunos de sus camaradas, fue el único que se salvó, como quizá el único que siguió las tradiciones de sus anfitriones. En su autobiografía, escrita en 1575, no sólo relató los 17 años que pasó con ellos, sino que también proporcionó una información inestimable sobre el modo de vida de un pueblo que carecía de un sistema de escritura que le permitiera dejar huellas de su cultura, y que estaba condenado a extinguirse en los dos siglos siguientes.. El cartógrafo Jacques Le Moyne de Morgues, natural de Dieppe, donde nació en 1533, también hizo un valioso relato de su encuentro con los amerindios, y describió asimismo los paisajes que había observado mientras participaba en el catastrófico intento de colonización orquestado por Jean Ribault y René de Goulaine de Laudonnière en 1562. Si su relato(Brevis narratio eorum quae in Florida Americae provincia Gallis acciderunt publicado post-mortem en 1591) resulta difícil de encontrar en francés, si se dice que sus ilustraciones fueron destruidas y que los grabados que han llegado hasta nosotros son obra de Théodore de Bry, queda descubrir su destino en forma de cómic gracias al talento de Jean Dytar(Florida, ediciones Delcourt, 2018).

Lejos de la violencia de la colonización, los amantes de la naturaleza se alegrarán de ver la obra de William Bartram (1739-1823), el primer naturalista nacido en el continente americano, disponible en una bella edición ilustrada en color de José Corti. Estos Viajes (1791), elegantes por su forma y su contenido, inspiraron a escritores que encontraron un romanticismo omnipresente en las descripciones: aquí de una vasta extensión virgen, allá de una tortuga blanda y espinosa. Se dice incluso que Chateaubriand, en su novela Atala (1801), tomó largos pasajes y los trasladó de Florida a Luisiana, sin molestarse en mencionar su fuente. Más sutiles, los dos poetas ingleses Samuel Taylor Coleridge y William Wordsworth rindieron homenaje al hombre que no cesaba de contar, dibujar y alabar la fauna y la flora, y que compartía con otro visitante -Jean-Jacques Audubon- una gran pasión por los pájaros. El famoso ornitólogo, nacido en Haití en 1785, criado en Nantes y fallecido en Nueva York en 1851, también viajó a Florida. Esta excursión de 1832, así como las que realizó en otros estados americanos, le proporcionaron el material para sus famosas acuarelas, cuya belleza nos es familiar. Una asociación para la protección de la naturaleza lleva su nombre desde 1905. También es imposible no mencionar, en este precursor de la ecología moderna, a John Muir (1838-1914), a quien se dedica una placa en Cedar Key. Esta inscripción recuerda que el fundador del Sierra Club, una de las más antiguas organizaciones estadounidenses dedicadas al medio ambiente, pasó por este lugar durante el fabuloso viaje que emprendió en 1867.

Una vez más, Ediciones Corti publica Quinze cents kilomètres à travers l'Amérique profonde, un clásico ineludible. En otro estilo bastante similar, Harriet Beecher Stowe (1811-1896) publicó Palmetto Leaves en 1873. La autora de La cabaña del tío Tom, que había sido un éxito arrollador cuando salió a la venta veinte años antes, había decidido comprarle a su hijo una casa cerca de Jacksonville para que pudiera recuperarse de la Guerra Civil. Enamorada de la zona, decidió vivir allí durante parte del año, ensalzando sus encantos en un libro que tuvo tanta repercusión en el turismo como su novela en la lucha abolicionista. El novelista y periodista Stephen Crane, que también se había implicado a su manera en la lucha contra la segregación con la publicación de La conquista del valor en 1895, pasó unas semanas en la península al año siguiente. Debía embarcar rumbo a Cuba, pero el buque The Commodore, en el que navegaba, naufragó. Aunque el joven de 24 años escapó milagrosamente y relató esta historia en The Open Boat, murió cuatro años después a causa de la tuberculosis que contrajo durante este trágico episodio. Estos dos libros se pueden encontrar en Sillage.

Folclore y compromiso

A finales de siglo, probablemente en 1891, nació Zora Neale Hurston. Contrariamente a lo que menciona en su autobiografía, no nació en Eatonville, sino en Notasulga (Alabama), pero la localidad floridana sigue rindiéndole homenaje todos los años durante un festival, ya que fue esta ciudad la que la vio crecer y la que le regaló su primer relato corto(Drenched in light) publicado en la revista Opportunity. Licenciada en antropología, estudió el vudú en Haití, pero fueron sus retratos los que la hicieron famosa, especialmente el de Cudjo Lewis, de 86 años, último testigo de los horrores del comercio triangular que sufrió tras su secuestro en Dahomey en 1859(Barracoon, Le Livre de Poche). Aunque Zora Neale Hurston colaboró en un único número de la revista Fire!, precursora del movimiento del Renacimiento de Harlem con el que está estrechamente asociada, su obra literaria tardó un poco más en ser reconocida por derecho propio.

Hoy en día, nadie puede dudar de que Sus ojos miraban a Dios pertenece al patrimonio cultural estadounidense, ya que esta novela es de una riqueza asombrosa, admirablemente servida en su traducción francesa por Sika Fakambi, que dio una nueva versión para Ediciones Zulma en 2018(Mais leurs yeux dardaient sur Dieu). En efecto, además de este grandioso retrato de una mujer negra que se revela libre en una sociedad que no lo es, la autora se apoya en las especificidades de una comunidad a través de un dialecto que intenta reproducir lo más fielmente posible, utilizando términos y neologismos transcritos fonéticamente. Una inmersión en el corazón de los Everglades, exigente pero inolvidable. Palmetto Country, de Stetson Kennedy, debería leerse junto con este libro. Entre 1937 y 1942, este activista de los derechos humanos, nacido en Jacksonville en 1916, dirigió la unidad del Proyecto de Escritores de Florida que, a petición de la Works Progress Administration (WPA), estudiaba el folclore y la tradición oral. Equipado con una grabadora, recopiló canciones tradicionales, cuentos populares y secretos del Hoodoo, todo lo cual se convirtió en un fascinante estudio sociológico que se publicó en American Folkways, editado por Erskine Caldwell. Un documento raro de encontrar en su idioma original en Internet.

Cayo Hueso y sus escritores

A principios de los años veinte, un hombre se enamoró de la punta de Florida, donde la península se reinventó como archipiélago. En 1934 dedicó a Cayo Hueso el poema La idea del orden, que en 1955 se incluyó en la colección The Collected Poems of Wallace Stevens, ganadora del Premio Pulitzer. Pero el poeta modernista no fue ni mucho menos el único en visitar regularmente el condado de Monroe, que, a lo largo del siglo XX, fue testigo de una sucesión de escritores. El más prestigioso de ellos es sin duda el divertidísimo Ernest Hemingway, cuya casa del 907 de Whitehead Street -regalo de boda del tío de su esposa Pauline Pfeiffer, en la que vivió de 1931 a 1939- es desde 1964 un museo dedicado a él. El Premio Nobel de 1954 encontró en Cayo Hueso inspiración para muchas de sus novelas -Por quién doblan las campanas, Las nieves del Kilimanjaro, Las verdes colinas de África, etc.-, pero también recibió a sus amigos, entre ellos el autor de las novelas homónimas. - pero también recibió a sus amigos, entre ellos otro escritor de la Generación Perdida, John Dos Passos (1896-1970), a quien se debe la monumental Trilogía de Estados Unidos(El paralelo 42, 1919, y El gran trago).

Entre los otros asiduos de esta "isla al final de la carretera", cabe citar también a Marjorie Kinnan Rawlings (1896-1953), que finalmente prefirió el centro de Florida: su naranjal situado en Cross Creek está abierto al público desde los años setenta. La ganadora del Premio Pultizer en 1939 por TheYearling, libro infantil adaptado a la pantalla en 1946, se sintió tan influida por el entorno rural que una de sus vecinas la acusó de invasión de la intimidad cuando creyó reconocerse en La escalera de Jacob. Igualmente importante en el panorama literario estadounidense, Tenessee Williams poseía una casa en Cayo Hueso. Allí vivió su historia de amor con el actor Frank Merlo hasta que éste murió de cáncer de pulmón en 1963. El dramaturgo la sobrevivió 20 años y dejó su impronta en el teatro con obras que aún hoy se representan ampliamente: Un tranvía llamado deseo, Pussy on a Hot Tin Roof, Dulces pájaros de juventud, etc. Por último, el campo poético estuvo dignamente representado por Elizabeth Bishop (1911-1979), y el periodístico por John Hersey(Hiroshima: lunes 6 de agosto de 1945, 8h15, publicado por Tallandier), cuyo cuerpo yace en Key West desde 1993.

Más cerca de casa, el novelista Michel Tremblay lleva desde 1991 escapando de los duros inviernos de su Quebec natal para disfrutar del sol y el ambiente especial del archipiélago. Ha recibido numerosos premios, y en 2018 fue coronado con el de la Francofonía, un homenaje más que merecido a la vista de su abundante y colorista obra.

Si Florida sabe ser risueña y acogedora, no sigue siendo menos inspiradora y atractiva para los escritores que tienen cierto gusto por la novela negra. Después de haberse curtido en Nueva York con La hoguera de las vanidades, un bestseller mundial en 1987, Tom Wolfe regresa con Bloody Miami, su última novela publicada en 2013. El año anterior falleció en Gainesville Harry Crews, el inclasificable autor de Car (Gallimard), Nu dans le jardin d'Éden (Points) y Péquenots (Finitude), que compartía con James Carlos Blake la debilidad por los outsiders y los paletos. Este último, descendiente de piratas reconvertido en profesor universitario, destaca en thrillers históricos: Red Grass River lleva a los lectores a los pantanos de los Everglades a principios del siglo XX. Carl Hiaasen es igual de incisivo y mordaz(Mauvais coucheur y Presse-people in 10-18), pero también sabe dibujar su Florida con fervor para adolescentes(Dans la gueule de l'alligator, publicado por Thierry Magnier). Por último, Colson Whitehead ganó su segundo Premio Pulitzer en 2020 por la notable Nickel Boy, inspirada en la trágica historia real de la escuela para chicos Arthur G. Dozier de Marianna.

El sabor de Florida

Tómale el pulso a Miami con el precioso libro Miami de Horacio Silva publicado por Assouline. Un libro alegre y colorista a imagen y semejanza de la Ciudad Mágica, repleto de fotos a toda página para evadirse de un vistazo. Los cinéfilos y aficionados a la cultura pop estarán encantados de leer Miami: A Map of 100 Cult Locations, que revela los lugares donde se rodaron películas, series y vídeos musicales míticos. Para un aperitivo (¡literalmente!), puede comprar Beach Party à Miami de Laure Sirieix en la colección Des villes et des recettes, en la que encontrará 40 recetas de cócteles y bocados dulces y salados tan Miami : Daïquiry, Key lime pie, flanes cubanos... Poster Art of the Disney Parks de Danny Handke y Vanessa Hunt hará las delicias de los fans de Disney: revela y analiza los carteles más bellos de los parques del mundo, en particular los de DisneyWorld en Florida.