Una economía floreciente
Para el observador extranjero, Mauricio puede parecer un pequeño paraíso en la tierra: caña de azúcar, cultivos alimentarios, algunos pescadores y hoteles que ganan divisas y crean empleo. La realidad económica del país es bien distinta y Mauricio, citado como ejemplo por economistas de todo el mundo, es considerado de hecho el dragón del Océano Índico. Sin embargo, en el momento de la independencia, en 1968, la situación era la de un país subdesarrollado. El paro superaba el 20% y la población se disparaba hasta un catastrófico 3,5%. El nivel de vida era muy bajo, con un producto nacional bruto (PNB) per cápita de 250 euros, y los ingresos del país dependían totalmente de la industria azucarera, que entonces representaba el 90% de las exportaciones. Hoy, Mauricio se encuentra en una insolente situación económica. La renta per cápita se ha multiplicado por 15, el desempleo es relativamente bajo (en torno al 6,5%, pero se trata de una tasa muy relativa que no tiene en cuenta a las personas que prefieren ganarse la vida con la pesca y no desean tener un trabajo fijo), la natalidad se ha controlado (con sólo 1,4 hijos por mujer, la isla vive incluso una pequeña crisis demográfica) y la tasa de crecimiento económico del país ha alcanzado una media del 6 al 9% anual en los últimos años. Al mismo tiempo, las ventas de azúcar han seguido aumentando en un mercado mundial que va mejor, aunque ahora sólo representan el 3,5% del producto interior bruto (PIB). Aunque las cifras económicas parecen estar en su mayoría en verde, dependen en gran medida de las relaciones comerciales con Europa y Asia y de los inversores extranjeros.
Diversificación de recursos
Desde la ocupación de la isla por los holandeses y luego por los colonos franceses e ingleses, la industria azucarera ha seguido siendo un pilar importante de la economía mauriciana. Para convencerse de ello, no hace falta recorrer el país en todas direcciones. Basta con desviarse un poco de la carretera costera y adentrarse en el interior, donde la caña de azúcar cubre el 90% de las tierras cultivadas. Sin embargo, a pesar de los cambios en la producción de electricidad a partir del bagazo, el residuo fibroso de la caña, la producción de bioetanol y la fabricación de ron, el oro blanco ya no basta para sostener la economía del país.
Con el fin de diversificar su economía, el Estado mauriciano creó en los años setenta una zona franca manufacturera para atraer a los inversores extranjeros. La industria textil fue la primera en instalarse y aprovechó su libre acceso al mercado europeo para desarrollarse y crear numerosos puestos de trabajo.
Paralelamente a la zona franca, otro sector goza de buena salud económica: el sector terciario off-shore. Mauricio cuenta con las bazas necesarias para el desarrollo exponencial de su sector financiero: estabilidad política, escasa diferencia horaria con Europa, mano de obra joven y altamente cualificada, buen dominio del inglés y el francés, garantía de confidencialidad, convenio de doble imposición, etc. Desde 1992, la isla ha atraído a decenas de miles de entidades offshore, entre ellas varios centenares de fondos de inversión, para flujos financieros de varias decenas de miles de millones de dólares. Una parte muy importante de estos flujos se realiza entre Mauricio e India, un acuerdo bilateral que permite a las empresas en cuestión tributar en uno solo de los dos países. Y, evidentemente, ¡eligen tributar en Mauricio! El otro sector de actividad off-shore está constituido por las empresas de servicios vinculadas a la actividad portuaria. En efecto, Port-Louis, que ahora tiene estatuto de puerto franco, está experimentando un desarrollo importante.
El turismo, un sector clave para el desarrollo
Desde su independencia, el turismo está en pleno auge. Mauricio lo tiene todo para gustar, empezando por sus paisajes idílicos, su clima tropical atemperado por los vientos alisios y la calidez de sus gentes. Gracias al impulso del Gobierno, el sector privado y la Autoridad de Promoción Turística de Mauricio (MTPA), el número de llegadas a la isla ha pasado de 10.000 en 1965 a cerca de 1.400.000 en 2019 y 1.295.000 en 2023. ¡Es justo decir que Mauricio pronto tendrá más visitantes que habitantes cada año! Este mercado turístico es vital para la economía de la isla, ya que representa más del 10% del PIB y cerca de 100.000 empleos directos e indirectos. Aunque sufrió una drástica y dramática caída durante la pandemia, las cifras para 2022 y 2023 son muy alentadoras y muestran un aumento constante. Francia, incluidos los visitantes de Reunión, sigue siendo el primer mercado para Mauricio, muy por delante del Reino Unido, Alemania, Sudáfrica, India y China.
Para acoger a los veraneantes en las mejores condiciones posibles, la isla ha seguido desarrollando su oferta hotelera mediante la construcción de nuevos establecimientos y la renovación periódica de numerosos hoteles. Este desarrollo se lleva a cabo con una preocupación constante por la excelencia, como demuestra la decisión adoptada por las autoridades mauricianas de alinear su nueva clasificación hotelera con los criterios internacionalmente reconocidos de la clasificación francesa. Al mismo tiempo, el número de vuelos procedentes de varios destinos del mundo ha aumentado considerablemente en los últimos años. Es el caso de Francia desde 1998, gracias a una alianza entre Air France y Air Mauritius y a la introducción de una nueva compañía aérea, Corsair, en 2007. En invierno, hay hasta veinte vuelos semanales, con una capacidad de más de 7.000 plazas en ambos sentidos. Frente a otros destinos emergentes y un sector turístico más exigente en cuanto a calidad de servicio y compromiso medioambiental, social y ético, los agentes del sector turístico mauriciano, encabezados por el Gobierno, deben afrontar el reto de proteger el medio ambiente (y avanzar hacia el ecoturismo), garantizar la limpieza (con una mejor gestión de los residuos) y renovar la mano de obra (con escasa formación en nuevas tecnologías), para poner en valor los activos naturales de una isla hecha para el turismo.
Campos de trabajo
Desde hace muchos años, Mauricio está rediseñando su paisaje mediante vastos proyectos de construcción. El último, y uno de los más visibles, es sin duda el Metro Express, que no es un metro en el sentido europeo del término, sino un "Light Rail System". La primera línea, que iba de Port Louis a Rose Hill en 2019, se prolongó hasta Curepipe en 2022 y sigue su camino hacia las metrópolis de la meseta central.
Este proyecto faraónico, realizado por una empresa india, ha suscitado una gran polémica y, con la rotura de una tubería y una alcantarilla, ha vuelto a poner sobre el tapete un problema recurrente en Mauricio: la red de agua. Algunas de las tuberías datan de la época colonial y dejan escapar agua preciosa, mientras que otras son de plástico y están colocadas en el suelo. Algunos barrios están mal abastecidos y la calidad del agua no siempre es excelente, lo que convierte la cuestión de la distribución del agua en un verdadero reto para el futuro.
También están en marcha numerosos proyectos urbanísticos, como Smart Cities, parques empresariales, nuevos complejos hoteleros con pisos y villas, etc. Algunos de estos proyectos contribuyen al desarrollo económico de la isla, mientras que otros dañan el medio ambiente y la calidad de vida en una pequeña isla que ya está muy urbanizada.
Temas
Mauricio ha conseguido así erigirse en el dragón del Océano Índico. Siguiendo el ejemplo de Estados industrializados asiáticos como Hong Kong y Singapur, intenta ahora desarrollar un gran mercado económico (la Asociación de la Cuenca del Océano Índico) que se extiende desde Sudáfrica hasta Australia, pasando por India, para contrarrestar los mercados norteamericano, asiático y europeo. Sin embargo, algunas nubes se ciernen en el horizonte y Mauricio se enfrenta cada vez más a los mismos problemas que los países "desarrollados". En primer lugar, las numerosas ayudas al desarrollo de las que se ha beneficiado el país en virtud de acuerdos bilaterales (con Francia e India, sobre todo) e internacionales (Fondo Europeo de Desarrollo, préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional) se están retirando una tras otra, porque Mauricio ya no cumple los criterios. Algunos sectores, en particular el azucarero, ya han sufrido las consecuencias, con un descenso de la producción y sobre todo de los rendimientos de un año para otro. Además, en general, los aumentos salariales no dejan de reducir la productividad de ciertas empresas (sobre todo las manufactureras), al tiempo que aumentan el coste de la vida y las expectativas de los mauricianos. Además, los problemas de la droga y la corrupción han aumentado y tienden a desacreditar a las fuerzas del orden, a una parte del cuerpo administrativo y a los miembros del gobierno. Los disturbios que se produjeron en todo el país tras la muerte del cantante Kaya (en 1999) son la prueba más reveladora de una posible inestabilidad popular. Uno de los principales riesgos que se ciernen sobre el futuro del país es el social. En efecto, a pesar de la introducción por el Estado de una amplia cobertura social, no todos los mauricianos se han beneficiado por igual del crecimiento. Las desigualdades, agravadas por la crisis del coronavirus, se acentúan entre las distintas capas de la población y las diferentes comunidades étnicas. Para comprobarlo, basta comparar el distrito de negocios de Port-Louis, rebosante de jóvenes ejecutivos indo-mauricianos y franco-mauricianos, con los pueblos criollos del sur de la isla, que siguen viviendo en la extrema pobreza. Invisible para los turistas (que son recibidos y atendidos como reyes), el racismo es una realidad social que afecta a cierta parte de la población y que, en ocasiones, genera intolerancia dentro de la misma empresa. Dicho esto, no se parece en nada a las discordias más graves que afectan actualmente a otros países del mundo. Aunque los problemas han llevado a veces a una actitud de espera en los círculos financieros locales, la economía mauriciana sigue gozando de buena salud. Es seguro que los mauricianos, acostumbrados a afrontar las peores dificultades, empezando por los ciclones, permanecerán unidos para hacer frente a los retos del siglo XXI