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La Edad de Oro

La ciudad napolitana se convierte en partenopea cuando la leyenda recuerda que una sirena, empujada por Ulises, apareció en la playa de arena, que algunas personas la enterraron y la honraron, que alrededor de su tumba se construyó una aldea y que de la aldea nació una ciudad que llevó por primera vez su nombre. Pero Nápoles, si conserva el rostro de doncella de la Virgen Parténope, también se reconoce en el mito del Fénix que se consume en las llamas y siempre vuelve a la vida. Este fue, sin duda, el destino de una tierra que creció a la sombra de un volcán, cuya ira, en el año 79 a.C., cayó sobre Pompeya, dejando sin aliento a Plinio el Viejo, tal y como contó su sobrino el Joven a Tácito en una de las Cartas que le aseguraron la inmortalidad. Herculano, enterrada bajo la lava, escapó a la misma fama. Sin embargo, cuando su ganga se rompió muchos siglos después, ofreció al mundo un tesoro de valor incalculable, una biblioteca excepcionalmente bien conservada encontrada en el corazón de la Villa dei Papyri. Sus pergaminos son tan delicados que habrá que esperar a que la ciencia progrese para que revelen todos sus secretos. Utilizando la metáfora del pájaro de fuego, las cenizas son también las de Virgilio, que pidió ser enterrado en Nápoles para la eternidad. Se convirtió en una figura tutelar de la ciudad y de los poetas que, a su paso, la apreciarían tanto como él. Según Dante, influyó en Stace, que nació en Nápoles en el año 40 y se convirtió tras leer la Bucólica. Esto le valió un lugar destacado en el Purgatorio de la Divina Comedia, honor que se suma al de haber escrito dos epopeyas, la Tebaida ylas Aquileidas.

Al periodo antiguo le siguieron los juegos de poder que vieron a Nápoles convertirse en bizantina, soñar con la independencia, acoger a los normandos y luego ser proclamada capital de un reino al que se le atribuye su nombre de forma común e impropia. La ciudad ganó influencia más allá de las costas del Mediterráneo y continuó desarrollándose. Los intercambios no sólo eran comerciales, sino también intelectuales, como atestigua la inauguración en 1224 de una prestigiosa universidad, el Studium, deseada por el emperador Federico II de Suabia. Primero se dedicó a la formación de la clase dirigente, especializándose en derecho, antes de abrirse a otras disciplinas. Su evolución es por sí sola un perfecto resumen de la historia de Nápoles, entre períodos de repliegue y metamorfosis pioneras. Dos siglos más tarde, a mediados del siglo XV, la creación de la Academia Pontana confirmó la exaltación de los espíritus que reinaban en Nápoles. Inicialmente se llamó Porticus Antoniana en homenaje a su fundador Antonio Beccadelli, y luego tomó el nombre de su sucesor Giovanni Pontano (1429-1503), que sobrevivió a una infancia difícil en Umbría y encontró refugio en una región donde sus talentos naturales pudieron desarrollarse plenamente. Su poesía sólo es igualada por su erudición. Curioso de todo, desde la astrología a la ética, pasando por la botánica, Giovanni Pontano será descubierto con placer y sorpresa por Les Belles Lettres, en tres volúmenes muy diferentes: Éplogas, que promete una visión refrescante de la corte de Nápoles, Diálogos en latín volumen I(Caronte - Antonio - El asno) que, a través del arte del ejemplo, permite conocer su filosofía, y finalmente L'Eridan, un texto poético con numerosas referencias antiguas. Su obra fue recogida por Pietro Summonte, profesor de retórica nacido en 1453 y asiduo a la Academia, a quien debemos un bello testimonio del excelso Renacimiento napolitano, y por Jacopo Sannazaro (1458-1530), otro de sus discípulos que, desde muy joven, mostró una sensibilidad y un deseo de aprender tan cariñosos que atrajo la atención de su maestro. Utilizando el seudónimo de Azio Sincero, dejó una importante obra en verso escrita en lengua vernácula y en latín, pero fue sobre todo su magistral L'Arcadia la que le dio fama. En esta larga evocación en 12 capítulos, el narrador recuerda la tierra de la leche y la miel que le vio crecer y que da nombre a la colección. Entre la autobiografía y la alegoría, los tiernos recuerdos de la vida sencilla de los pastores y los terribles recuerdos del duelo de la amada, mezclando prosa y poesía, esta obra tiene la fuerza de los textos fundadores, lo que parece atestiguar las decenas de reimpresiones de las que ha sido objeto desde su primera publicación en 1502 en Venecia. Se puede encontrar en traducción francesa y en latín original en Belles Lettres.
A pocos kilómetros de Nápoles, en la ciudad de Sorrento, un poeta que quizá nos resulte más familiar porque su memoria se mantuvo viva gracias a la admiración de Jean-Jacques Rousseau y Simone Weil, dio su primer grito el 11 de marzo de 1544. Torquato Tasso, conocido como Le Tasso(el Tasso en italiano), creció en un ambiente noble, hijo de un poeta aristócrata de Bérgamo y de una madre de gran linaje, pero sin embargo sufrió el mayor revés de la fortuna de su familia cuando sólo tenía 9 años, cuando su padre se vio obligado a exiliarse por un oscuro juego de poder político. Su juventud estuvo marcada por los viajes de su padre, que vivió en Francia y luego en Roma, frecuentando la muy intelectual corte de Urbino y la igualmente refinada corte de Venecia, para finalmente establecerse en Ferrara en 1565. Fue aquí donde escribió sus dos obras maestras -Aminta y La Jerusalén entregada-, pero también fue aquí donde cedió al agotamiento y a la duda, sucumbiendo a una cruel deriva psicológica que le llevó al internamiento. Esta segunda vida, que no tuvo mucho éxito, estuvo marcada por el apogeo de su carrera, cuando el Papa Clemente VIII decidió honrarlo con la corona de laureles que había sido colocada en la frente de Petrarca 200 años antes. Una última cita que Le Tasse no pudo cumplir, pues la muerte le cortó el paso al final de las últimas andanzas que debían llevarle al Capitolio

Decadencia y época contemporánea

El comienzo del siglo XVII vio florecer la fantasía de Giambattista Basile, oriundo de Giugliano, en Campania, que recogió cuentos de la tradición oral y produjo una colección explosiva, el Pentamerone, obra precursora que anticipó la de Charles Perrault y los hermanos Grimm. La lectura de las piezas seleccionadas publicadas por Libretto bajo el título Le Conte des contes (Los cuentos de los cuentos ) disipará el prejuicio de que están destinadas a un público infantil, ya que su irreverencia y el tono sabroso del lenguaje napolitano las hacen jubilosas. En este nuevo siglo, la poesía sigue en el candelero, y en 1611 se crea laAccademia degli Oziosi a petición de Giovanni Battista (1567-1647), amigo y primer biógrafo de Le Tasse. Esta institución contribuyó a promover la obra de Torquato Accetto y Tommaso Campanella, que vivieron un periodo napolitano más o menos sereno. En efecto, la literatura cedió ante los acontecimientos políticos, y no fue hasta el siglo XIX -el Risorgimento- cuando Nápoles pudo acoger la aparición de nuevos escritores, aunque al principio se ofendió por la escritura realmente aguda de la periodista Matilde Serao. Admitamos que el retrato que hace de la ciudad en Le Ventre de Naples 1884-1904 (finalmente traducido gracias al Instituto Italiano de Cultura) es intransigente y, sin embargo, ¡qué ternura por la gente pequeña detrás de sus indignaciones! Salvatore Di Giacomo (1860-1934) tomó este camino, casi etnológico y profundamente respetuoso, al optar por el uso del dialecto en sus versos, cuya musicalidad y ritmo extraño anunciaron el advenimiento de la poesía moderna, seguida a su vez por los dramaturgos Roberto Bracco (1861-1943) y Eduardo De Filippo (1900-1984), ambos interesados en los temas de la sociedad y también preseleccionados para el Premio Nobel de Literatura. Para completar el cuadro, añadamos que Nápoles, en aquella época, tal vez había perdido en prestigio lo que había ganado en audacia, como tiende a demostrar la participación de Francesco Cangiullo (1884-1977) en el movimiento futurista, del que escribió algunos manifiestos.
En este tumultuoso siglo XX, el momento es propicio para el realismo, y Luigi Compagnone (1915-1998), cuando no trabaja como periodista, se dedica a una actividad literaria que utiliza la misma preocupación por los problemas sociales y disfruta utilizando su ciudad como escenario. Son dos puntos que tiene en común con Domenico Rea, al que casi se le puede llamar neorrealista, y que ganó el Premio Viareggio en 1951 por la colección de cuentos ¡Jesús, brilla la luz! (Actes Sud), una inmersión íntima en la complejidad de la sociedad napolitana, y el Premio Strega, el año anterior a su muerte en 1994, por Ninfa plebea. Comparte estos dos premios con Raffaele La Capria, nacido en 1922, que también se propone describir las contradicciones de una ciudad que, una vez más, revela sus dos facetas, "una mistificada, la otra real", como él mismo señaló con acierto. Su trilogía napolitana -La armonía perdida, Nieve del Vesubio y Herido de muerte - sigue siendo su principal obra. Y la ciudad es tan influyente como inspiradora, lo que permitió que la novela de Luciano De Crescenzo (1928-2019) Así habló Bellavista se convirtiera en un bestseller. En una hermosa serie de breves esbozos, el narrador traza una soberbia galería de retratos, con un humor ligeramente burlón que nunca pierde su profunda humanidad.
La literatura contemporánea se ve coronada por el éxito de tres autores. La primera es una mujer, o al menos su seudónimo es femenino. En efecto, la verdadera identidad de Elena Ferrante sigue siendo un misterio, lo que da lugar a toda una serie de hipótesis y elucidaciones que no deben desmerecer en absoluto el talento que despliega, no sólo en L'Amie prodigieuse, una historia de amistad con múltiples volúmenes y numerosos giros, sino también en sus otros títulos, desde L'Amour harcelant (El amor acosado ) hasta Poupée volée (Muñecas robadas), desde Les Jours de mon abandon (Los días de mi abandono) hasta La Vie mensongère des adultes (La vida mentirosa de los adultos). Sus novelas, traducidas por Gallimard, están dotadas de una gran delicadeza psicológica, pero también de un estilo elegante que la acerca a otro enamorado de Nápoles, Erri De Luca, que admite -con un toque de modestia que uno puede imaginar que no es fingido- que la ciudad es su personaje principal, aunque la mayoría de sus textos son muy autobiográficos. Nacido pobre en 1950 en el seno de una familia que en su día fue rica pero a la que la guerra se lo arrebató todo, el autor cultiva, si no el pesar de la infancia, al menos su nostalgia. Se revela en Montedidio , que ganó el Prix Femina en 2002, pero este texto es sólo una pequeña parte de una obra muy rica, y de una vida comprometida. En otro género, Roberto Saviano aborda la actualidad denunciando los crímenes de la mafia napolitana, la Camorra. Sus investigaciones en profundidad -en particular Gomorra, traducida en 2007 por Gallimard- le valieron el reconocimiento internacional, así como una estrecha protección policial.