En 1274, Sablet pasó a ser propiedad de la Santa Sede, pero nunca se anexionó. En 1721, la peste perdonó la vida al pueblo y se construyó una capilla en honor de Saint-Roch. A mediados del siglo XIX, cuando la filoxera asoló los viñedos, los viticultores los reconstruyeron gracias a François Leydier, inventor de la máquina de injertar. Gracias a su máquina de injertar, Sablet produce un famoso Côtes-du-Rhône. El pueblo, en forma de espiral, le revelará sus encantos y secretos si se adentra a pie. Sus placitas, callejuelas, piedras antiguas, fuente y lavadero le guiarán hacia la iglesia del siglo XII, punto de partida de esta magnífica arquitectura urbana.

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