Fantasía..

Casi milagrosa si se piensa en los manantiales artesianos que brotan en medio del desierto, utópica para los mormones que creían poder fundar allí una colonia y vivir de sus cosechas, Las Vegas se convirtió en la fantasía de una ciudad donde todo vale. Como aquí se dice que negocio y libertad no son irreconciliables, no sorprende descubrir que el primero de sus autores, Luther B. Scherer (1879-1957), tuvo dos caras: hombre de negocios en la vida civil y poeta en la vida privada. Contribuyó a la salud financiera de la ciudad invirtiendo en varios establecimientos -hoteles y casinos- y a su vida espiritual publicando sus versos en una revista y luego en una colección(Reminiscing in Rhyme). Como resultado, fue nombrado Poeta Laureado de Nevada en 1950... aunque no está claro a qué lado de su personalidad rendía homenaje la calle que aún lleva su nombre.

Una década más tarde, Hunter S. Thompson (1937-2005), maestro indiscutible del "Gonzo" -ese particular género periodístico del que fue pionero Bill Cardoso, en el que el narrador no se abstiene de utilizar el "yo" ni de compartir sus impresiones subjetivas- publicó Miedo y asco en Las Vegas: un viaje salvaje al corazón del sueño americano. Este título -que se convirtió en Las Vegas Parano en traducción (Gallimard)- es un clásico imprescindible desde 1972, y fue adaptado al cine por Terry Gillian en 1998. Además de ofrecer una visión intimista y exagerada de la ciudad -Thompson nunca ocultó su afición a los estupefacientes-, este libro abrió el camino a los autores que disfrutarían utilizando Las Vegas como escenario de sus novelas más extremas. Me viene a la mente El Azote, de Stephen King -publicada por primera vez en 1978 en una versión expurgada, y luego en 1990 en su totalidad-, donde, tras una epidemia que diezma al 99,40% de la población mundial, las fuerzas del mal, armadas con una bomba nuclear, hacen de Las Vegas su cuartel general. Sin embargo, entre el reportaje y la ficción, surge una tercera alternativa, la de la autobiografía -más o menos romántica, más o menos dolorosa- que han retomado autores que nacieron o vivieron en Las Vegas.

...y la realidad

En How I Got Cultured: A Nevada Memoir, Phyllis Barber ofrece una deliciosa descripción de su juventud. Nacida en una familia mormona pero criada en Las Vegas, se encontró atrapada entre una fe rígida y las atracciones del gran mundo. A fuerza de negociar, consiguió emanciparse, como explica en este texto de 1991, que ganó el premio de la Asociación de Escritores y Programas de Escritura... y el de la Asociación de Letras Mormonas. Tras empezar a escribir en un taller, ahora prosigue su carrera como escritora de no ficción(Raw Edges en 2009, To the Mountains en 2014) y ficción(The Desert Between Us en 2020). Más trágico fue el destino de John O'Brien, que se suicidó en 1994 a los 34 años. Durante su vida, sólo terminó un libro ( Leaving Las Vegas), publicado por Rivages, que describió el encuentro entre un alcohólico y una prostituta como una "romántica pero despiadada historia de amor". Algunos, como el padre de John O'Brien, vieron en esta obra, si no una confesión, al menos un testamento: de hecho, quince días después de enterarse de que su novela iba a ser adaptada al cine, decidió quitarse la vida, al parecer incapaz de soportar ver los demonios de su doble literario llevados a la pantalla. Su casi tocayo, Matthew O'Brien, conoce bien la ciudad, ya que vivió en ella durante diez años en los albores de la década de 2000. Redactor jefe de Las Vegas CityLife, dedicó dos años a un reportaje(Beneath the Neon, ahora Sous les néons : vie et mort dans les souterrains de Las Vegas publicado por Inculte en 2012 pero desgraciadamente agotado) dedicado a una población muy especial: los desheredados y otros jugadores arruinados que no tienen más remedio que rondar los 8.000 km de red de alcantarillas de la ciudad. Se trata de una obra capital que ha suscitado investigaciones televisivas y revela, como ninguna otra, lo que ocurre entre bastidores del sueño americano, una "antifantasía" en la que también ha ahondado Charles Bock. Nativo de la ciudad, en Beautiful Children(Los niños de Las Vegas, publicado por Points) reúne a personajes que personifican esta marginalidad: Newell Ewing, un niño fugitivo, un joven yonqui con la cabeza rapada, Cheri Blossom, una stripper que sueña con la gloria, y su novio punk, Ponyboy... Sus vidas se entrecruzan en una novela que figuró en la lista de los 100 libros imprescindibles de 2008 del New York Times.

Vicki Petterson y Lindsey Taylor Leavitt también nacieron en Las Vegas, en 1972 y 1980 respectivamente. La primera con el thriller Survivre disponible en Sonatine (su trilogía fantástica, L'Étreinte du zodiaque, ambientada en Las Vegas, está descatalogada en Panini Books), la segunda en un género completamente distinto con dos volúmenes de las aventuras de Olivia y Pipper publicados por La Martinière jeunesse(Un journal pour deux: Au secours, le collège! y Sous les projecteurs). La nueva generación no rehúye explorar otros territorios y se aleja del aspecto documental que servía de hilo conductor a los escritores anteriores. Marcus Amaker, miembro de la Academia de Poetas Estadounidenses, destaca en la palabra hablada -ha actuado en los escenarios más prestigiosos, desde la Ópera de Washington a la de Portland- y en la escrita, habiendo publicado ocho colecciones que le propulsaron al rango de primer poeta laureado de Carolina del Sur cuando decidió abandonar su ciudad natal. Kenneth Kit Lamug, nacido en Manila, trabaja como cineasta, ilustrador y fotógrafo. Además del éxito de sus retratos callejeros, alcanzó la fama con A Box Story, un libro infantil que ganó el Literary Classic Book Awards en 2012. Por el contrario, cada año desde 2012, la asociación Nevada Humanities publica una antología de textos dedicados a la ciudad, presentados en la Feria del Libro anual creada en 2002. En 2017, hubo 800 ponentes y 10.000 participantes. Es más, ha surgido una auténtica comunidad en torno a la literatura, que se reúne fácilmente en una de las treinta bibliotecas de Las Vegas o en la prestigiosa Black Mountain Foundation, el corazón palpitante que alberga a las editoriales locales. Este instituto, mecenas de las artes al conceder becas y ofrecer residencias de escritura, también intenta perpetuar la tradición hospitalaria de la ciudad acogiendo y financiando a escritores perseguidos en sus países de origen.