Contraste de los asentamientos urbanos y rurales
La vivienda tradicional difiere de una región a otra: desde cabañas redondas de banco y techo de paja hasta cabañas rectangulares y adosadas inspiradas en la arquitectura sudanesa del siglo XIV... Sin embargo, este hábitat tradicional tiende a desaparecer, sustituido por viviendas "sólidas" estandarizadas, por preocupación por la prevención y la salud, pero también para presumir de éxito y opulencia. Se están abandonando los materiales tradicionales (tierra, paja, palma, rafia, etc.) en favor de casas rectangulares de ladrillo o teja y recubiertas de chapa, con una sala de estar, dormitorios y, si es posible, ducha y aseo. En algunos enclaves de aldeas, como Blokoss en Abiyán, la dispersión residencial de la aldea tradicional ha dado paso a edificios verticales, en cada planta se alojan sucesivas generaciones de las familias de los patriarcas, y luego inquilinos de fuera. En Abiyán y otras grandes ciudades, hay bloques de pisos similares a nuestros HLM, que albergan a una población de trabajadores inmigrantes, mientras que otros, más lujosos, reúnen a una parte de la nueva burguesía marfileña. Algunas de las ciudades y antiguos puestos comerciales costeros del país aún albergan antiguas mansiones coloniales y casas patricias, pequeños edificios de plantadores con tejados de hojalata a cuatro aguas y contraventanas de lamas. Pero la mayoría están en avanzado estado de deterioro.
Recuperar el espacio urbano
En los barrios populares de las grandes ciudades, asistimos a una reapropiación del espacio público a través de viviendas con patio, en consonancia con el concepto africano de familia extensa. Esta forma de vida comunitaria, heredada de la tradición malinké, está muy extendida en Abobo, por ejemplo. Reúne a varias unidades familiares organizadas en torno al jefe de la residencia. Además de ofrecer alquileres atractivos, el patio comunitario actúa como mecanismo de resiliencia en un espacio constreñido donde los recursos económicos son difíciles de conseguir, y reproduce en plena ciudad una dinámica comunitaria similar a la de la aldea. No obstante, quienes puedan permitírselo preferirán optar por una vivienda unifamiliar en los barrios de lujo de Riviera, Marcory o Cocody. También pueden optar por la solución intermedia de las urbanizaciones, que albergan a marfileños de clase media a alta. Casas cerradas en residencias valladas, flanqueadas por muros perimetrales, verjas y guardas, callejuelas y espacios verdes. Un patio comunitario "de alta gama", más o menos individualizado, donde el sindicato hace las veces de "consejo del pueblo". Cabe señalar que la evolución de la vivienda en Costa de Marfil también está estrechamente ligada al contexto político y de seguridad. En los años 80, no había vallas alrededor de las residencias. Aparecieron en la década siguiente, cuando la delincuencia se disparó en Abiyán. Con el paso de los años, se construyeron vallas, a menudo rematadas con alambre de espino para actuar como elemento disuasorio. En los años 90 también se produjo una ofensiva popular para reclamar espacio, desapareciendo las aceras y siendo ocupadas por tiendas, puestos y mercados "salvajes". A esto hay que añadir el desarrollo de "okupas" y chabolas, y la proliferación de maquis, lugares de sociabilidad urbana levantados para algunos con tres trozos de cuerda y madera en el menor metro cuadrado disponible.
El fuerte valor de la familia
El concepto más extendido sigue siendo el de familia extensa, que incluye un fuerte sentido de la solidaridad. Sin embargo, a través de un mecanismo de intereses respectivos y de codicia, esta "obligación de solidaridad" por parte de la familia, aunque basada en un principio muy loable, tenderá a menudo a degenerar en parasitismo, esclavizando a los que consiguen salir adelante a una redistribución forzosa de sus ganancias. La responsabilidad de los hijos menores hacia los mayores sigue muy viva en las relaciones sociales y representa una presión social extremadamente fuerte: ocuparse de los padres, atender a sus necesidades, es casi un "deber divino", y quienes lo eluden o son incapaces de asumir esta obligación, que casi podría considerarse "institucional", son muy mal vistos, cuando no directamente denigrados.
Deferencia a los mayores
Niñas y niños crecen juntos hasta los siete años, momento en que sus vidas se separan, orientándose cada uno hacia las tareas específicas asignadas a su sexo. En África, la edad es garantía de sabiduría y, por tanto, de respetabilidad, y se concede gran importancia al derecho de ser mayor. El hijo menor siempre debe mostrar deferencia hacia su "hermano mayor", "tío" o "padre anciano", aunque éste pertenezca a una categoría socioprofesional inferior o no sea especialmente digno de estima. A diferencia de nuestras sociedades occidentales, donde utilizar el término "el viejo" se percibe generalmente como una falta de respeto, en Costa de Marfil refleja una forma de apego inquebrantable a la sabiduría ancestral, que también se refleja en el lugar tan especial que ocupan los decanos dentro de la comunidad. Cuando se visita un pueblo, por ejemplo, es de rigor ir a saludar a los ancianos, del mismo modo que al jefe de la aldea.
Asignación de nombres de pila
A pesar de una cierta atracción por el modernismo técnico, que sobre todo permite a la gente mostrar su superioridad económica (y por tanto social) de forma más o menos ostentosa (coches, teléfonos móviles, joyas, ropa, etc.), la gran mayoría de los marfileños siguen profundamente apegados a tradiciones y costumbres ancestrales. Esto es especialmente evidente en la atribución de nombres de pila: en los ambientes tradicionales, los diversos aspectos de la vida cotidiana siguen estando estrechamente ligados al tiempo del calendario y a la división de las semanas en días. En el grupo akan, por ejemplo, cada día de la semana tiene un nombre masculino y femenino específico. Algunos grupos del norte, en particular los baoule y los senoufo, nombran a sus hijos según el día y un acontecimiento particular que marca el momento del nacimiento. En Occidente, el nombre de pila se elige en función de las circunstancias del nacimiento. Para otros, el nombre viene determinado por el orden de nacimiento. Algunos niños llevan a la vez el nombre de pila de su padre, lo que aumenta el número de homónimos, sobre todo entre los varones jóvenes (Kouassi Kouassi, Kouamé Kouamé, etc.). También cabe destacar la adopción en los círculos cristianos de un nombre de bautismo adicional (Kouakou Kouassi Ernest, Kouamé Aya Georgette, etc.). Entre los musulmanes, son muy frecuentes los nombres de pila de origen religioso islámico.
Los jóvenes no están a la altura
El efecto perverso de esta jerarquía basada en la edad es que la sociedad sigue siendo muy gerontocrática y tiende a desacreditar a los jóvenes, que se ven encadenados por las ataduras sociales, religiosas y tradicionales, y acaban ocupando ámbitos no ocupados por sus mayores o por el Estado, como las nuevas tecnologías. En una sociedad en la que más del 75% de la población tiene menos de 35 años y la edad media de las personas que ocupan puestos de responsabilidad es de 60 años (frente a una media nacional de 20,7 años), existe un desfase entre el peso social y demográfico de los jóvenes y las responsabilidades que ocupan. Esta situación está provocando una crisis de identidad que se manifiesta en formas extremas, con el fenómeno de los "microbios", jóvenes delincuentes de entre 8 y 25 años que atacan a los ciudadanos con cuchillos para robarles sus pertenencias en los barrios desfavorecidos. Pero también por la inmigración hacia Europa, vista como la única alternativa para emanciparse de un sistema percibido como "bloqueado". También son culpables los modelos económicos dominantes, que no permiten abrir espacios en los que los jóvenes puedan florecer y desarrollar sus ideas.
El marfileño del siglo XXI
El marfileño del siglo XXI se proyecta en una sociedad globalizada estructurada en torno a modos uniformes de consumo y gratificación. El advenimiento del teléfono móvil, Internet y las redes sociales ha acortado las distancias físicas y psicológicas, estrechando la brecha entre la ciudad y el campo y creando una especie de espacio común donde los estilos de vida urbanos y los patrones de consumo son los baremos del éxito social y la felicidad. En el extremo noreste, el Lobi postadolescente llevará una camiseta del Barça y gafas de sol de diseño, mientras que lo primero que comprará el cazafortunas ilegal de Tortiya será una pantalla de plasma o un congelador, en cambio, a sus hermanos de Abiyán se les puede encontrar los sábados por la tarde paseando y haciéndose selfies por los pasillos del centro comercial Cap Sud, o tomando una hamburguesa tras el último prime de The Voice Afrique, que seguro fotografiarán y colgarán en sus cuentas de Instagram. Y luego están los temibles microbios, que han tomado prestado su apodo de las bandas de favelas brasileñas filmadas por Fernando Meirelles y Katia Lund en Ciudad de Dios. Como muchos marginados de los guetos, son expertos en esta violencia totalmente trivializada y estetizada.
Un sistema educativo inadecuado
El sistema educativo marfileño está lleno de contrastes. En el campo, sigue muy arraigada la idea de que tener mucha descendencia es garantía de prestigio y prosperidad (tener muchos hijos asegura una mano de obra abundante y aumenta las posibilidades de una vejez tranquila, un presupuesto que se amplifica en las zonas rurales). En la ciudad, la vida de los hijos está condicionada por los altibajos de la vida matrimonial de sus padres. Su educación puede ser más o menos armoniosa en función de si crecen en un hogar feliz o si pasan de un progenitor a otro. Su educación variará según el estatus social de los parientes que los acojan, pero también según el grado de poligamia del padre y el trato preferente que dé a sus respectivos hogares, una práctica que sigue estando muy extendida hoy en día a pesar de la introducción oficial de la monogamia por el Código Civil de 1964. Aunque el país ha experimentado mejoras gracias al plan de escolarización obligatoria para niños de 6 a 16 años iniciado por Alassane Ouattara en 2015, el nivel de analfabetismo sigue siendo relativamente alto. Oscila entre el 30,1% en la ciudad de Abiyán y el 84,7% en la región de Folon (noroeste del país), y es más acusado en las regiones del norte (más del 70%) que en las del sur, alrededor de Abiyán, donde las cifras se mantienen por debajo de la media nacional (63%). Los niños predominan sobre las niñas, sobre todo en las zonas rurales y en las regiones septentrionales.
Embarazos tempranos
En 2023, la tasa de escolarización de las niñas era del 56% en primaria, frente al 68% de los niños, y del 25% en secundaria, frente al 33% de los niños. Aunque la escolarización es obligatoria hasta los 16 años, sólo el 50% de las niñas que se matriculan terminan el primer ciclo de secundaria, y el 25% el segundo. Muchas de las que sí van a la escuela son sometidas a trabajos forzados nada más llegar a casa. La primera lacra preocupante y persistente que les hace abandonar la escuela es el fenómeno del embarazo precoz. En 2023 se registraron 4.137 casos de embarazo entre menores. Estas cifras revelan una crisis multifacética que afecta a la escuela, la sociedad, la familia y la economía. En la mayoría de los casos, estos embarazos son provocados por profesores que utilizan su estatus para ejercer el "droit de cuissage" chantajeando a las menores para obtener buenas notas. La ONU calcula que una de cada cuatro adolescentes de Costa de Marfil ya se ha quedado embarazada en la escuela. El CNDH (Conseil National des Droits de l'Homme - Consejo Nacional de Derechos Humanos) ha puesto en marcha campañas de sensibilización para evitar que las jóvenes marfileñas abandonen los estudios.
Un sistema sanitario que falla
El sistema sanitario marfileño está plagado de corrupción, que obstaculiza las políticas públicas, y de "deshumanización" del personal sanitario, lo que lo hace muy disfuncional. No obstante, en 2019 se hizo un esfuerzo considerable con la creación de la CMU (Caja Universal de Salud), que incluye un régimen contributivo financiado por las cotizaciones de los asegurados, por un importe mensual de 1.000 francos CFA, y que cubre ya a 3 millones de marfileños. En general, aquí no tratamos, silenciamos el dolor con medicamentos. En Costa de Marfil, el 96% de los productos farmacéuticos son importados. Como las consultas y los medicamentos son tan caros, la gente sólo suele ir al hospital cuando ya no hay nada que hacer, por lo que se considera un lugar de muerte más que de curación. Como consecuencia, los marfileños suelen comprar medicamentos caducados o falsificados en las "farmacias de a pie" (vendedores ambulantes de medicamentos). En Abiyán, el infame mercado de Adjamé Roxy es el mayor depósito de medicamentos falsificados. Además, muchas personas recurren a la medicina tradicional, que tiene la ventaja de ofrecer consultas gratuitas y el pago del tratamiento escalonado según los medios del paciente. Aunque este sector está reconocido oficialmente por la OMS e intenta organizarse a través de la Federación de tradipráticos de Costa de Marfil, está plagado de charlatanes. Como consecuencia, muchos marfileños mueren "de regalo", cuando sería posible salvar una vida humana. Los indicadores sanitarios muestran un progreso lento, debido a la escasa inversión en el sector. La esperanza de vida es de solo 57 años y la mortalidad entre los menores de 5 años sigue siendo preocupante, habiéndose reducido casi a la mitad entre 2012 (108 ‰) y 2023 (52 ‰), lo que es muy alentador. Los indicadores relativos a la malaria, la tuberculosis y el VIH/sida (2,9% de prevalencia en 2024 frente al 3,7% en 2012) muestran un progreso relativo debido a las diversas financiaciones y fondos externos de los que se beneficia el país. Las principales enfermedades infecciosas en Costa de Marfil son la diarrea bacteriana, la hepatitis A y la fiebre tifoidea (enfermedades transmitidas por el agua); la malaria, el dengue y la fiebre amarilla (enfermedades transmitidas por vectores); la esquistosomiasis o bilharzia (enfermedades transmitidas por el agua); la rabia (enfermedades transmitidas por animales), y la meningitis meningocócica (enfermedad respiratoria), una infección estacional estrechamente vinculada al harmattan.
El poder blando de las mujeres
Por supuesto, la condición de la mujer varía según se viva en un entorno urbano o rural, tradicional o moderno. La típica imagen de la mujer africana saqueando mijo en las aldeas resume las responsabilidades que tiene: desde que amanece hasta que anochece, tiene que atender las necesidades del hogar o de la comunidad encargándose de las labores de recolección y producción, así como de la crianza de los hijos. A las niñas se les enseña desde pequeñas su futuro papel de madres, y se preocupan por sus hermanos y hermanas menores como si fueran sus propios hijos. Aunque oficialmente las mujeres suelen ocupar una posición inferior en las relaciones jerárquicas formales, y el peso de los prejuicios y las percepciones culturales casi siempre las relega a un segundo plano, extraoficialmente su influencia, discreta y firme, desempeña un papel considerable en la evolución de la economía, la política y la sociedad civil. Desde el punto de vista económico, las mujeres, muy presentes en los sectores informales de la alimentación y los piensos (80% de la economía marfileña), controlan la mayor parte de los recursos esenciales para la supervivencia de las grandes ciudades. Además, como madres y procreadoras, son de facto objeto de un respeto casi sagrado ligado a toda una simbología mágico-religiosa.
Las mujeres en las sociedades matriarcales
En algunas sociedades matriarcales, como las sociedades de jefatura o de Estado tipo reino de los akan (cuya figura fundadora es la reina Abla Pokou), las mujeres desempeñan el papel de eminencia grise y asumen importantes funciones políticas. Son las "reinas madres", se sientan junto al jefe y actúan como sus consejeras íntimas. Desempeñan un papel de control de la "constitucionalidad", es decir, comprueban la carta constitucional y la conformidad de las normas con el rey y el jefe de la aldea. También representan la memoria institucional y jurídica del pueblo. En tiempos de riesgo y adversidad, eran las mujeres quienes requisaban a los hombres y tomaban las decisiones a través de una institución sobre la que tenían el monopolio. Custodias de un saber considerable, sobre todo en genealogía, transmitían a la vez el poder y la vida, y eran consultadas sobre la elección de los herederos. Esta permeabilidad y este reparto de funciones explican que las galas de los reyes y jefes akan se parecieran a las de las mujeres.
La emancipación de las mujeres en el poder
Aunque en la mayoría de las demás organizaciones sociales la participación de las mujeres en la toma de decisiones es irrisoria, o incluso prácticamente inexistente, la promoción de la mujer marfileña ha progresado, como refleja su representación en las instituciones del Estado (Parlamento y Gobierno). La nueva Constitución de la Tercera República, aprobada en 2016, establece una cuota mínima del 30% de mujeres en el Parlamento. Aunque están infrarrepresentadas, muchas mujeres ocupan ahora un lugar destacado en los círculos decisorios, políticos, económicos y artísticos, lo que demuestra los importantes avances logrados en la condición de la mujer en Costa de Marfil. Entre ellas, Akissi Kouamé, primera mujer africana ascendida al grado de general en el ejército; Yolande Doukouré, nombrada presidenta de la Orden Nacional de Arquitectos en 2014; Christelle Vougo, chef del prestigioso restaurante Saakan; y Édith Brou, influencer web y ciberactivista... El hecho es que, aunque las mujeres desempeñan un papel cada vez más importante en el ámbito público, en la esfera privada, la esposa cariñosa y madre dedicada a su marido y a sus hijos sigue encarnando la imagen epinal de la mujer ideal, tanto para los hombres como para las mujeres.
Matrimonio forzado y circuncisión femenina
Sin embargo, la clara mejora de la condición de la mujer, que se observa sobre todo en las ciudades, dista mucho de ser la norma, y algunas prácticas tradicionales cuestionables, incluso censurables, como el matrimonio forzado y la ablación, se siguen practicando hoy en día, sobre todo en algunas regiones del oeste y del norte, con consecuencias sociales y médicas a veces irreversibles. Según la OMS, Costa de Marfil es uno de los países africanos más afectados por la ablación, que afecta a entre el 36% y el 38% de las mujeres de entre 15 y 49 años. Cerca de 3 millones de niñas siguen siendo sometidas a esta práctica cada año, a pesar de que la mutilación genital está prohibida en principio desde 1998. No es infrecuente que mujeres jóvenes o madres-hijas huyan de sus hogares para escapar de esta práctica. Las variaciones en las estadísticas dependen del grupo étnico y del nivel de educación, más que de las condiciones rurales o urbanas. Sin embargo, se ha producido un marcado descenso en el grupo de edad de 0 a 14 años. En el norte y noroeste, donde es más frecuente, la prevalencia es del 73%, pero sólo del 11% entre los 0-14 años.