Liseuse marocaine © Marko Rupena - iStockphoto.com.jpg

De la tradición oral..

Si hubiera que buscar un punto literario común entre Marrakech y Essaouira, no cabe duda de que el gusto por la tradición oral los uniría. En efecto, la plaza Jemaâ el-Fna, emblema de Marrakech más allá de las fronteras marroquíes y desde su construcción en el siglo XII, tiene fama de ser la meca del espectáculo en vivo. Dedicado inicialmente a la celebración de la justicia y luego al comercio, se convirtió en un punto de convergencia de las prácticas culturales populares, como confirmó en el siglo XVII Al-Hasan al-Yusi, que evoca la "halka", el círculo de espectadores en cuyo centro se sitúa un narrador, en su texto más famoso con fuertes tintes autobiográficos, Al-Muharat. La tradición perduraría, ya que fue mencionada de nuevo por Elias Canetti, futuro Premio de Literatura de 1981, cuando describió su estancia en la Ciudad Roja a principios de los años 50(Les Voix de Marrakech: journal d'un voyage, Le Livre de Poche). Por último, el gran escritor español Juan Goytisolo iniciará su novela Makbara (Fayard) en la propia plaza de Jemaâ el-Fna, un lugar que amaba tanto que trabajó para que se incluyera en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad establecida por la UNESCO, que se tramitó en 2001 y se finalizó en 2008, poco más de diez años antes de que perdiera la vida en Marrakech a la honorable edad de 86 años. Su cuerpo descansa ahora en el cementerio marino español de Larache, al sur de Tánger, no muy lejos del de Jean Genet (1910-1986). Además de los recuerdos de los escritores, la memoria colectiva guarda también los nombres de algunos artistas que hicieron todo lo posible por divertir o emocionar a su público, como Flifla, uno de los "hlaikia" que ofició durante el protectorado y en la época de la Independencia, o Malik Jalouk, que había traído de sus viajes un repertorio inimitable, y Sarroukh (en francés: ¡"la fusée"!) que impresionó tanto a Goytisolo que escribió sobre él en su ensayo Les Chroniques sarrasines (Fayard). Essaouira es también una ciudad de espectáculos, aunque a menudo se celebren en el interior, como demuestra el proyecto de construcción de una Ciudad de las Artes y la Cultura, iniciado por el rey Mohamed VI, que debería incluir un teatro de 1.000 localidades. Hay que decir que la ciudad es la que vio nacer al mayor dramaturgo de Marruecos, Tayeb Saddiki (1939-2016). Pionero en su campo, fue influyente en todo el mundo árabe, y también fue el impulsor de la creación del festival Souiri "La musique d'abord" en 1980 y el fundador de varias empresas. Su obra Molière ou Pour l'amour de l'humanité, que traslada la vida y la obra de Jean-Baptiste Poquelin al Marruecos del siglo XX, está publicada por Eddif. Por otra parte, su novela, que se desarrolla en su ciudad natal, Mogador, está agotada en la misma editorial.

...a la literatura escrita

Jugando con los géneros, Tayeb Saddiki demuestra que en Esauira no se descuida la literatura escrita. Edmond Amran El Maleh, por ejemplo, aunque nació en Safi en 1917, procedía de una familia de Souirie, un hecho que no olvida la rama local de la Union des Ecrivains, que inició sus actividades en 2015 con un vibrante homenaje a su persona. Activo defensor de la independencia, paladín del Marruecos multicultural y profesor de filosofía, vivió en París antes de lanzarse a la ficción a la edad de la jubilación, tras haberse consolidado como intelectual. Galardonado con el Gran Premio de Marruecos en 1996, falleció en Esauira en 2010. Algunas de sus obras aún están disponibles, como Parcours immobile, que traza el destino de un joven de buena familia judía marroquí que se embarca rumbo a Europa, disponible en archivo digital en La Découverte, y su relato epistolar Lettres à moi-même, en la famosa editorial de Casablanca Le Fennec. Por último, sería imposible hablar de la literatura de Esauira sin mencionar a Alberto Ruy-Sánchez, nacido en Ciudad de México en 1951 y galardonado con el prestigioso Premio Xavier Villaurrutia en 1987 por Los Nombres delaire(Editions du Rocher), primer volumen de la serie de novelas que dedicó a Modagor.

200 km tierra adentro, los escritores que han adquirido cierta reputación nacional o internacional son igual de raros y preciosos, y también se pueden contar con los dedos de una mano. Sin embargo, Mohammed Ben Brahim (1900-1954) se convirtió en un nombre familiar, ganándose el inestimable apodo de "Poeta de Marrakech". Aunque no podemos leer sus versos, se dice que los escribió en honor del rey Mohammed V... y del hombre que hizo todo lo posible por derrocar al soberano, Thami El Glaoui, conocido como "La Pantera Negra".

Más cerca de casa, tres nombres nos resultan más familiares, sobre todo porque estos tres autores han forjado fuertes vínculos con Francia, donde estudiaron e incluso siguen viviendo: Mahi Binebine, Mohamed Nedali y Jamila Abitar. El primero nació en Marrakech en 1959 y destaca en dos campos artísticos: la pintura -algunas de sus obras forman parte de la prestigiosa colección permanente del Museo Guggenheim de Nueva York- y la escritura, donde navega felizmente entre las dos orillas del mar, publicando alternativamente en Francia (Stock, Flammarion, Fayard, L'Aube, etc.) y en Marruecos (Le Fennec). Su primera novela, Le Sommeil de l'esclave (El sueño del esclavo), historia del regreso de un hombre al lugar de su infancia marroquí, fue galardonada con el Prix Méditerranée en 1992. Desde entonces, Mahi Binebine ha publicado una quincena de títulos(Rue du Pardon, Le Griot de Marrakech, Mon Frère fantôme...) en los que despliega y cincela un estilo tan suave, pero raramente inocente, como sus cuadros. Mohamed Nedali, tres años más joven que él, publica en L'Aube y empieza también a reivindicar una buena bibliografía de novelas que no ignoran la actualidad. En Le Poète de Safi (2021), por ejemplo, retrata a un joven frustrado por no encontrar editor, que decide declamar sus poemas más o menos subversivos desde el micrófono de una mezquita, a riesgo de atraer la ira de la policía y los islamistas. También publicó Evelyne ou le djihad? en 2016, así comoLa Bouteille du cafard ou l'avidité humaine, Triste jeunesse, Le Bonheur des oiseaux... Por último, Jamila Abitar, nacida en 1969, ahonda en la vena poética en varias colecciones disponibles en L'Harmattan(L'Aube sous les dunes, L'Oracle des fellahs, Le Bleu infini).