Sevilla y el calentamiento global

Aunque no es raro que el termómetro supere los 40°C, Sevilla sigue estando cerca de su propio récord de temperatura, establecido actualmente en 46°C. Los sevillanos, que ya no se refrescan con el famoso abanico andaluz, han adquirido la costumbre de organizar sus actividades por la mañana, mientras que los veraneantes acuden cada vez más temprano en la temporada, antes de que el calor sea demasiado agobiante.
Desde 2022, la ciudad es incluso la primera del mundo en bautizar sus olas de calor con el mismo nombre que las tormentas y los huracanes. La iniciativa, recomendada por los climatólogos, debería contribuir a concienciar a la población sobre estos fenómenos.
Para contrarrestar este desafortunado fenómeno meteorológico, el ayuntamiento intenta limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y, en particular, ha ampliado considerablemente la red ciclista, que ha pasado de 80 km a 180 km solo en 2019. En 2018, también invirtió en 340 contenedores de residuos orgánicos y equipó a los residentes con tarjetas electrónicas. El objetivo declarado es reducir la cantidad de residuos incinerados en vertederos y, a mayor escala, limitar el calentamiento global. Sin embargo, aún no ha elaborado un plan de emergencia para hacer frente a los picos de contaminación, a pesar de que la contaminación atmosférica es uno de los mayores problemas medioambientales de la ciudad.

La ciudad de los 100 jardines

En un ambiente cada vez más sofocante, los jardines de Sevilla actúan como verdaderos oasis. La tradición de los jardines se remonta a la época romana y forma parte de la identidad de la ciudad. Destacan los Reales Alcázares, joya verde del centro de la ciudad y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Presentan 170 especies de plantas en un Jardín del Edén de estanques con azulejos. El Parque de María Luisa, de 38 hectáreas, es más de cinco veces mayor que el Alcázar. Con su flora subtropical, invita a un viaje exótico por una selva exuberante, poblada de pájaros de colores. Estos periquitos de collar, fruto del cierre de un mercado ilegal de aves en los años noventa, superan ya los 5.500 ejemplares en la ciudad. Muy territoriales, representan una verdadera amenaza para las aves locales. Los Jardines de Murillo, más pequeños, tampoco carecen de encanto.

Del urbanismo anárquico a las iniciativas ciudadanas

Aunque las huertas siempre han formado parte de la historia de Sevilla, durante mucho tiempo tuvieron que convivir con descampados y vertederos. A lo largo del siglo XX, la ciudad experimentó un crecimiento tan fulgurante como anárquico, sustituyendo las zonas agrícolas por zonas urbanas desordenadas, sobre todo en la periferia. Ante la lentitud de la ciudad, surgieron varias iniciativas ciudadanas, empezando por el Parque de Miraflores.
En 1983, una asociación de 150.000 ciudadanos se hizo cargo de un enorme descampado de 90 hectáreas y lo transformó en un proyecto medioambiental y social. El parque, que sigue siendo el más grande de la ciudad, proporciona a los residentes locales autosuficiencia agrícola gracias a los productos locales cultivados en el corazón de la ciudad. Sin embargo, la ciudad tardó en reconocer su valor y tardó unos diez años en dar su aprobación al proyecto. Junto al huerto de Miraflores, han surgido otros muchos espacios verdes espontáneos en terrenos baldíos, como el Parque del Tamarguillo y el Parque de San Jerónimo: una forma muy práctica de que los sevillanos tomen las riendas de su destino medioambiental.