Danseuses de flamenco à Séville © leonov.o - Shutterstock.com.jpg
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Los caminos del flamenco

El flamenco nació en la Baja Andalucía, dentro de un triángulo histórico que une Málaga, Cádiz y Sevilla, y existe en su forma actual desde el siglo XVIII. Hay muchas hipótesis sobre su origen, pero lo más frecuente es pensar que es el resultado de una fusión entre la cultura de los gitanos de la India y el mundo andaluz. Sin embargo, también hay elementos bizantinos de la primera iglesia española e influencias árabes de la Edad Media, y no se formalizó realmente hasta principios del siglo XIX. Primero se cantaba en la calle, en el lugar de trabajo y luego en las fiestas religiosas. Fue en Sevilla donde se creó el primercafé cantante en 1842, que rápidamente se extendió por toda Andalucía. Esto condujo tanto a su profesionalización como a la conciencia de la existencia de este arte entre las clases más adineradas. Inicialmente interpretado principalmente por gitanos, el flamenco fue superando sus límites ancestrales para convertirse en un espectáculo cada vez más comercial, reducido a una especie de cabaret folclórico, destinado al consumo de un público desinformado. Al margen de esta tendencia comercial, rechazada por muchos españoles y andaluces, el verdadero flamenco que hace vibrar el alma de los gitanos nunca ha dejado de existir. En las reuniones familiares y en las peñas de pueblos y aldeas, los grupos de aficionados siguieron perpetuando la tradición del cante, la guitarra y el baile sin ningún objetivo comercial.

A ritmo de flamenco

Hoy en día, tres elementos caracterizan este arte: el cante, la guitarra y el baile. Estarán acompañados por el ritmo de las palmas y el taconeo del bailarín, a los que se suman los tiempos de los cajones (cajas de madera -originalmente jaboneras- en las que se sientan los percusionistas). Según los ritmos y las regiones de Andalucía, han aparecido diferentes tipos de cantes(palos flamencos), siendo los más conocidos la bulería, la soleá, la alegría, el fandango, el jaleo.. Aunque las formas más importantes del flamenco son comunes, también pueden estar vinculadas a un contexto religioso (como las saetas de Semana Santa o los villancicos flamencos de Navidad), a un entorno socioprofesional (los martinetes de la herrería, las mirabrás del mercado de verduras o las carceleras de las cárceles). También hay cantes conocidos como ida y vuelta que tienen su origen en América Latina y se han reintegrado al repertorio flamenco, como la colombiana, la milonga argentina o la rumba y la guajira cubanas. Los artistas deben poseer las formas comunes y, en la medida de su talento, desarrollar su propia versión.

Los promotores del flamenco

Nunca estática en su expresión, la interpretación del flamenco no ha dejado de evolucionar, sin dejar de ser fiel a las estructuras básicas. Así, cada generación ha contribuido a enriquecerla y renovarla, imprimiendo su propia creatividad y las influencias de su tiempo. En 1922 se celebró en Granada el primer concurso de cante jondo, la versión primitiva del cante flamenco, que contribuyó a darle sus cartas de nobleza. Apoyado por artistas e intelectuales como Manuel de Falla y Federico García Lorca, el flamenco obtuvo el reconocimiento oficial. Así lo confirma el talento de algunos artistas excepcionales que se han convertido en "clásicos". Entre ellos, destacan el sevillano Manolo Caracol, cantaor flamenco de la primera mitad del siglo XX, cuyos palos más famosos son la zambra y el fandango; la Niña de los Peines, una de las grandes voces del flamenco, cuya estatua adorna la plaza Alameda de Hércules; Antonio Mairena, un cantaor excepcional, pero también un gran conocedor de todas las formas de flamenco y, por supuesto, el Niño Ricardo, considerado el mejor acompañante de guitarra de todos los tiempos y del que Paco de Lucía, quizás el más grande artista flamenco, dijo que "Ricardo era el maestro de todos nosotros". Por otra parte, intérpretes como Paco de Lucía en la guitarra, Camarón de la Isla en el cante, o Antonio Gades y Cristina Hoyos en el baile, han dejado su impronta en la época reciente, hasta el punto de que todo artista contemporáneo debe, en cierto modo, situar su enfoque en relación con el de ellos. El flamenco se construyó así a lo largo del siglo XX. También se lo debemos a cantaores como Antonio Chacón, Manuel Torre o Pastora Pavón, conocida como La Niña de los Peines, que dieron contenido a los cantes andaluces, a la vez que se permitieron ampliar los estilos del flamenco.

En busca del espíritu del duende

Para asistir a un auténtico espectáculo, se recomienda leer la prensa local o consultar los carteles, eligiendo preferentemente los espectáculos anunciados por los carteles más "modestos". Durante su estancia en Sevilla y su provincia, no dude en preguntar por las peñas locales, círculos y asociaciones de aficionados que mantienen viva la tradición, especialmente en Utrera y Écija. Pero tenga en cuenta que una forma de intransigencia conviene a los amantes del flamenco local. Para los puristas, el exceso de programación va en detrimento del flamenco, cuya esencia no se puede decretar. Si es necesario esperar porque el momento no es el adecuado, hay que tener paciencia hasta el momento perfecto. El aficionado debe ir en busca del espíritu del flamenco, y tomarse su tiempo degustando el fino, esperando el duende, la catarsis artística de los andaluces. Para ello, entra en alguno de los bares o peñas para informarte de su programa, a menudo aleatorio. Si un cartel indica que la entrada y el bar están reservados a los socios, no dude en empujar la puerta para abrirla. En realidad, todos los visitantes son bienvenidos si tienen ganas de flamenco puro. En Sevilla, como en toda Andalucía, el flamenco también toma forma, y quizás especialmente durante las ferias. Sevilla lanza el movimiento en su feria de abril, durante la cual las mujeres bailan la "sevillana", un baile flamenco típico de la ciudad, y las demás ciudades y pueblos siguen su ejemplo, prácticamente durante todo el verano, con otro evento en Sevilla, la Velà de Triana, que, a finales de julio, aumenta el número de espectáculos flamencos, en bares o en las plazas. El otro plato fuerte del flamenco es la Bienal del Flamenco, una feria que la ciudad dedica a este arte cada dos años (los años pares) entre septiembre y octubre y que, durante un mes, le permitirá ver magníficos espectáculos y artistas de renombre. Si no tiene la suerte de estar en Sevilla durante estos periodos, siempre puede visitar el Museo del Baile Flamenco de Cristina Hoyos. Inaugurado en 2006, es el primer y único museo de baile flamenco del mundo y una excelente introducción al tema. Aprenderá todo sobre su historia, técnica, vestuario... a través de exposiciones interactivas. También podrá asistir a espectáculos que le permitirán ver en acción a los mejores talentos del momento.

De tablao en tablao o de bar en bar

Estos tablaos flamencos son los herederos directos de los antiguos cafés cantantes. Se desarrollaron en los años 60 como parte de un movimiento de búsqueda del flamenco de los orígenes, y estos lugares, con su ambiente íntimo, han contribuido al mantenimiento y la restauración del arte del flamenco. En Sevilla, encontrará muchos locales que ofrecen espectáculos a horas fijas, con o sin cena. El más antiguo de todos, el tablao Los Gallos, se encuentra en el barrio de Santa Cruz, no muy lejos de los Reales Alcázares y de los jardines de Murillo. Desde 1966, por el local han pasado artistas flamencos emblemáticos como La Paquera de Jerez de la Frontera, Gabriela Ortega, Antonio Mairena o Antonio Fernández Díaz, conocido como Fosforito, y la restauración del local llevada a cabo hace unos años ha conservado su ambiente. La Casa de la Guitarra, mucho menos antigua ya que no se inauguró hasta 2012, ha acogido a menos estrellas pero sigue dando buenos espectáculos, y, aún en el mismo barrio pero cerca de la iglesia de Santa María la Blanca, el culto Carbonaría, más parecido a un bar que a un tablao, sigue siendo el referente de un flamenco algo más alternativo y popular. En otra parte de Sevilla, cerca de la plaza de toros, se encuentra un tablao que lleva el nombre de la zona donde se encuentra, El Arenal. Ofrece un espectáculo flamenco capaz de superar cualquier reticencia a este tipo de actuaciones. Olvídese de la comida, generalmente recomendada, y tome unas tapas para concentrarse en el flamenco, interpretado por excelentes guitarristas y bailarines. La decoración, que recrea la época dorada de los tablaos y la iluminación de El Arenal, también contribuye al atractivo del lugar. El Patio Sevillano es otro de los puntos de referencia del flamenco en la ciudad de Sevilla. Situado en el Paseo de Cristóbal Cólon, no lejos de la Maestranza y de la plaza de toros de Torre de Oro, ofrece un cuidado espectáculo en un entorno con interesantes obras de arte y todo el encanto de un tablao andaluz. Además del espectáculo, puede tomar clases o talleres de flamenco y asistir a espectáculos privados. Si te diriges al barrio sevillano de la Macarena, harás bien en visitar una de las peñas más valoradas de Sevilla, si no la que más: la Peña Flamenca Torres Macarena. Situada a pocos metros del arco de la Macarena, esta peña, fundada en los años 70, ha acogido a grandes artistas como José de la Tomasa, El Cabrero, El Chozas, Pedro Bacán o Chocolate, y mantiene intacta su afición al flamenco. A continuación, podrá acudir al tablao El Palacio Andaluz, donde podrá descubrir la tradición flamenca en una innovadora adaptación de la obra Carmen de Bizet, en un gran escenario

Y más... si quieres

En Sevilla, como en toda Andalucía, esta cultura verdaderamente popular tiene sus propias tiendas especializadas, artesanos y escuelas. Durante su estancia, podrá vestirse como las bailarinas de flamenco, o al menos comprar alguno de los elementos de sus galas, joyas, peinetas, mantones... O por qué no comprar una guitarra flamenca, lo que implicará un presupuesto mucho mayor. Sin llegar a ser tampoco un gran bailarín, encontrará en la guía muchas direcciones que ofrecen iniciaciones al flamenco, o incluso cursos de formación de larga duración para los adictos. Por ejemplo, la Fundación Critina Heeren o el Taller Flamenco.