El misterio de los orígenes

Creta se halla en la encrucijada del Mediterráneo, razón por la cual fue desde muy pronto escala habitual de pueblos aventureros, e incluso patria de algunos de ellos. A principios del siglo XX, Sir Arthur Evans (1851-1941) desenterró el templo de Cnosos, y a partir de sus descubrimientos desenredó el hilo de una civilización cuyos orígenes aún son inciertos. Se cree que los minoicos -nombre que reciben por la leyenda del rey Minos- alcanzaron su apogeo hacia 1600 a.C., pero un terremoto en 1450 a.C. marcó el inicio de su declive, seguido de la aparición de los micénicos. Los jeroglíficos de estos pueblos aún pueden verse en el Disco de Faistos, desenterrado en 1908 y expuesto en el Museo Arqueológico de Heraklion. Todavía hay muchas interpretaciones sobre su lectura y su procedencia, pero una hipótesis es que estos dibujos son la base de otras dos escrituras que sin duda se inventaron en la isla y que son igual de indescifrables: la Lineal A y la Lineal B. Aunque todos coinciden en que estos caracteres no inspiraron en absoluto el alfabeto griego, todos reconocen que son muy anteriores a él.

Tierra que guarda sus secretos, quizá porque su litoral es mordisqueado por las olas y los restos del pasado se sumergen poco a poco, lo que lleva a algunos a creer que los minoicos eran nada menos que los enigmáticos habitantes de la Atlántida, Creta es también tierra de mitología. Homero, el poeta real o inventado que se dice vivió en el siglo VIII a.C., se refiere repetidamente a la isla como "hospitalaria, bella y fértil" en La Ilíada y La Odisea Aquí vivió el triste Minotauro, condenado a vagar por el laberinto construido por Dédalo, y el temible Cíclope, derrotado casi milagrosamente por Odiseo. Desde Creta, Ícaro voló hacia un sol demasiado intenso, y una expedición zarpó hacia Troya, donde se avecinaba una guerra.. Este gusto por las historias intemporales y casi filosóficas, por no decir épicas, se encuentra en dos grandes textos que han dejado una fuerte huella en la historia del país, aunque para ello debamos permitirnos un salto de varios milenios, que vio cómo la ocupación veneciana (1204-1669) sucedía a los imperios romano y luego bizantino que se habían disputado el territorio. La primera obra es de un dramaturgo nacido hacia 1545 en Rethymnon, Georges Chortatzis, del que no sabemos nada, salvo que sin duda se inspiró en L'Orbecche, quizá la primera gran tragedia italiana, escrita por Giovanni Battista Giraldi (1504-1574).

Publicada póstumamente en 1637, Érophile cuenta en cinco actos, cuatro interludios y 3.025 versos la historia de Panarétos, un huérfano que ignora que es hijo de un rey desaparecido, y su malograda relación amorosa con la joven con la que se ha criado. El padre de la muchacha, Filogonos, soberano de Egipto, que había acogido al huérfano ignorando su ascendencia real, condenó su compromiso y lo hizo asesinar. Érophile, incapaz de soportar la pérdida de su amada, se quitó la vida.

Igualmente dramática, y de nuevo un ejemplo perfecto del Romanticismo, Érotókritos fue escrita por el cretense de origen veneciano Vicenzos Kornaros (1553-1613). Una vez más, se narra el amor imposible entre la hija de un rey y un joven de origen modesto, y varios miles de versos detallan las pruebas que el héroe debe superar para conseguir la mano de su amada, se trata de una poesía fácil de escuchar, ya que adopta la forma de una "mantinade", una canción rítmica, improvisada o no, como se sigue tarareando hoy en día, ya que este arte lírico sigue siendo popular en Creta desde sus lejanos orígenes a finales del siglo XIV. Otras canciones, aún más antiguas, tienen un matiz más revolucionario debido a su propio origen. Las primeras transcripciones realizadas por monjes se remontan al siglo XII, época en la que se les prohibió dejar constancia escrita de estos "rizitika" que alababan el heroísmo de los cretenses. Durante la larga ocupación otomana, que comenzó en 1669 y terminó con una guerra entre el Imperio y Grecia (1897-1898), estas canciones dejaron de resonar, al igual que la literatura, que se marchitó peligrosamente.

El renacimiento

Níkos Kazantzákis, nacido en Heraklion en 1883, vivió de cerca esta transición, exiliándose con sus padres y participando después en las guerras balcánicas que acabaron con la incorporación de Creta a Grecia en 1913. Su primera novela, Le Lys et le Serpent, publicada a los 20 años bajo seudónimo, evocaba ya sus ambiciosos temas favoritos: la vida, la muerte y el amor. Discípulo de Henri Bergson, amigo íntimo de los poetas, curioso del budismo y alejado del Dios de sus orígenes, muy comprometido políticamente, Kazantzákis vivió una vida que tiene todos los ingredientes de una novela y que cobra sentido en el epitafio que corona su tumba desde 1957: "No espero nada, no temo nada, soy libre". Quizás subestimado en el mundo francófono, es sin embargo un monumento de la literatura cretense, pero el gran público lo conoce por tres películas adaptadas de sus escritos: Celui qui doit mourir (El que debe morir), Zorba le Grec (Zorba el griego ) y La Dernière tentation du Christ (La última tentación de Cristo). Sin embargo, gracias a la labor de la excelente editorial Cambourakis, es un raro placer poder medir el alcance de su talento. Su libertad de pensamiento le habría costado el Premio Nobel de Literatura en nueve ocasiones, distinción que en cambio le fue concedida a uno de sus compatriotas en 1979. La obra de Odysséas Elytis es sin duda aún más difícil de encontrar en francés, aunque Cheyne ofrece una excelente edición bilingüe de la antología Le Soleil sait. El poeta nació en 1911 en la actual capital, pero se crió en Atenas y se nutrió de sus numerosos viajes a la orilla del mar. Lector insaciable, se sumergió en la poesía por casualidad, sucumbiendo a los encantos de Constantin Cavafy y Paul Éluard, que le abrieron las puertas del surrealismo. La perspectiva de la Segunda Guerra Mundial le obligó a abandonar los círculos literarios donde había florecido y a vestir el uniforme militar. Sin embargo, fue en plena guerra, milagrosamente, cuando ayudó a promover las vanguardias y comenzó su prolífica carrera poética.