Arquitectura legendaria
Puede que Costa Rica tenga muchos menos yacimientos precolombinos que sus vecinos, pero no pase por alto los legendarios tesoros que se esconden en el corazón de su exuberante naturaleza, ¡y que aún están lejos de haber revelado todos sus secretos! Declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, los asentamientos precolombinos de los Diquis son fascinantes en todos los sentidos. Los 4 yacimientos -Finca 6, Batambal, El Silencio y Grijalba-2-, cuya ocupación puede fecharse entre 500 y 1500, incluyen montículos artificiales, zonas pavimentadas y enterramientos que atestiguan ya un trazado urbano modelado según la organización social de las civilizaciones de la época. Pero la mayor riqueza de estos yacimientos reside en las increíbles esferas megalíticas que contienen. También conocidas como bolas, estas increíbles estructuras, perfectamente redondas y con un tamaño que oscila entre 0,7 y 2,57 m de diámetro y un peso de hasta 15 t, siguen siendo un misterio para los investigadores. ¿Tenían una función científica como ayuda para leer las estrellas, como podría sugerir la disposición alineada de algunas de ellas? ¿O, por el contrario, tenían un significado ritual, dispuestas así de forma aislada? Nadie lo sabe!
Otro lugar fascinante de Costa Rica que no hay que perderse es el Monumento Nacional Guayabo, el yacimiento arqueológico más importante del país, cuya construcción se inició casi con toda seguridad en el siglo X. Parcialmente cubierto por la vegetación, el yacimiento revela sus tesoros paso a paso. Aquí, los petroglifos atestiguan una gran maestría artística con sus representaciones abstractas o de animales; aquí, tumbas con paredes de piedra y túmulos funerarios; aquí también, impresionantes cisternas y acueductos de piedra, símbolos perfectos de una asombrosa ingeniería hidráulica. Pero, sobre todo, el yacimiento es testigo de una planificación urbana muy codificada. La entrada se realizaba a través de una amplia calzada que conducía a dos plataformas rectangulares o monticulos, que a su vez marcaban la entrada a las principales zonas de la ciudad. Como en la mayoría de las ciudades precolombinas, la vida se organizaba en torno a vastas plazas rodeadas de escalinatas de piedra que acogían a la población que acudía a asistir a las ceremonias rituales. Estas plazas estaban formadas a su vez por monticulos circulares (el mayor de los cuales medía 30 m de diámetro) sobre los que se erigían estructuras cónicas de bambú con fines rituales, o incluso zonas residenciales. Hoy en día, ya pertenezcan a los chorotegas, los bribris o los huetares, los pueblos indígenas defienden más que nunca su derecho a habitar sus tierras y perpetuar sus culturas y tradiciones. Para saber más, visite el Centro Neotropico Sarapiquis, con su museo de culturas indígenas, su cementerio precolombino y la reconstrucción de un poblado indígena.
Costa Rica colonial
El desarrollo de Costa Rica durante el periodo colonial fue muy modesto en comparación con el auge arquitectónico y urbanístico de países como México y Perú. Sin embargo, muchos pueblos y ciudades conservan rasgos típicos de la colonización española, empezando por un urbanismo caracterizado por un trazado en cuadrícula en el que avenidas y calles se cruzan en ángulo recto, definiendo así los barrios o zonas residenciales, organizados en torno a varias plazas, la más importante de las cuales es la Plaza Mayor o Parque Central. Generalmente, en esta plaza se agrupan los grandes poderes, representados por la iglesia -cuyos estilos beben de influencias europeas, sobre todo renacentistas y barrocas- y elayuntamiento. Las calles de las ciudades coloniales están flanqueadas por elegantes casas de adobe o adobe, con paredes encaladas de un blanco brillante que contrasta con las tejas de terracota de color rojo vivo de los tejados. Sus amplias ventanas suelen estar protegidas por rejas de hierro forjado, algunas de ellas de bella factura. También se utiliza la madera en los balcones y pasarelas, y en las puertas abatibles para garantizar una ventilación constante. Este urbanismo típicamente colonial aún puede verse en el corazón histórico de la capital, San José, así como en Cartago, la primera capital del país, que también alberga Las Ruinas de la Parroquia, las ruinas de un templo dedicado a Santiago erigido en 1575, y que atestigua un ejemplo único de influencias románicas en Costa Rica.
El pueblo de Ujarras también cuenta con algunas ruinas interesantes, como las de la iglesia de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, construida entre 1686 y 1693, cuya fachada aún es visible, salpicada de hornacinas y elegantes arcos. Para aprovechar al máximo el encanto de la época colonial, dé un paseo por las calles de Heredia, apodada la "Ciudad de las Flores", con su Basílica de la Inmaculada Concepción (¡cuyas campanas fueron importadas de Cuzco!) con vistas al Parque Central) que domina el Parque Central; Barva, con sus bonitas callejuelas bordeadas de casas de adobe; Puerto Limón, que presume de algunas bellas casas coloniales con elegantes adornos de madera y hierro forjado; San Miguel de Escazú, con su hermosa iglesia de cúpula roja; orosi, pintoresco pueblecito con la sorprendente iglesia de San José, cuyos muros de adobe y entramado de madera han resistido los embates del tiempo y la tierra; Nicoya, en cuya plaza central se alza la iglesia de adobe de San Blas, una de las más antiguas del país; y, sobre todo, Liberia, apodada Ciudad Blanca por sus casas construidas con toba volcánica blanca. Sorprendente
Vientos de cambio
El siglo XIX no fue sólo el siglo de la independencia, sino también el del auge del café. Los cafetaleros amasaron inmensas fortunas y decidieron demostrarlo construyendo suntuosas mansiones. Éstas son especialmente evidentes en los Barrios Otoya y Amón, en San José. Inspiradas en el eclecticismo victoriano, así como en los estilos francés y caribeño muy en boga en Luisiana y las Antillas, estas casas abundan en estucos y yeserías, herrajes finamente cincelados, detalles de loza pintados a mano, mantos y otras decoraciones de madera pintada y coloreada. La Casa Amarillo, con su fachada amarilla, la Casa Verde de Amón, de pino rojo, con su atrio de vidrieras magníficamente iluminado, y el Castillo Moro, con su estructura almenada de inspiración morisca, son algunos de los mejores ejemplos de esta riqueza arquitectónica. Esta avalancha de capital también llevó a la transformación de San José, hoy capital del país. Con la pavimentación de las calles, el alumbrado eléctrico y la instalación de desagües y alcantarillas, la ciudad se modernizó. También presumía de algunos de sus mejores edificios, influidos por la ola de neo estilos, como el Teatro Nacional. Cuenta la leyenda que los notables costarricenses se tomaron como una verdadera afrenta que la famosa cantante Adeline Patti, de gira por Centroamérica en aquella época, no se dignara honrar a Costa Rica con su visita. Decidieron entonces hacer construir el más suntuoso de los teatros, lo que explica la fachada renacentista con sus revestimientos de mármol y granito, los suelos de maderas preciosas y, sobre todo, el vestíbulo inspirado en las villas pompeyanas con decoraciones realzadas en pan de oro La Catedral Metropolitana es neobizantina, con su hermosa cúpula, sus imponentes columnas y sus suntuosas vidrieras. Este eclecticismo continuó a principios de siglo, como demuestra el Edificio Correos, antigua oficina principal de correos, con sus impresionantes cúpulas, torres cuadradas, pilastras y columnas corintias.
En Cartago, es imposible pasar por alto la basílica de Nuestra Señora de Los Ángeles, muy bizantina, con sus cúpulas airosas, su vasta nave sostenida por un verdadero bosque de columnas y sus capiteles dorados o panelados. Poco a poco, este eclecticismo se fue combinando con las proezas de la arquitectura metálica. Cada ciudad tenía su propio mercado, una enorme sala metálica con pasillos burbujeantes, mientras aparecían edificios asombrosos, como el Edificio Metálico del Parque España de San José. Inspirado en la Torre Eiffel, el edificio se diseñó y prefabricó en Bélgica, se transportó en barco y se volvió a montar pieza a pieza en Costa Rica... al igual que la iglesia del pueblo de Grecia, cuya silueta metálica contrasta sorprendentemente con su interior totalmente de madera.Un eclecticismo con adornos a veces insólitos... ¿se habría imaginado que algunas de las grandes praderas costarricenses estuvieran salpicadas de auténticos chalets suizos y casas de labranza con entramado de madera? Nada que ver con el ambiente de los ranchos, fincas y haciendas tradicionales, grandes fincas agrícolas formadas por varios edificios protegidos por muros circundantes, con la Casa Principal como edificio insignia. Los empleados viven en viviendas más modestas, pequeñas casitas a menudo construidas en madera y terracota. Esta forma de segregación arquitectónica fue llevada al paroxismo por la United Fruit Company, la todopoderosa empresa estadounidense que dominaba el comercio del plátano. La ciudad de Golfito, creada ex-nihilo por la UFC en 1938, aún muestra las cicatrices de esta época, con la Zona Americana o Zona Blanca de hermosas casas blancas de madera para los ejecutivos; la Zona Amarilla de modestas casas pintadas de amarillo para los empleados; y finalmente la Zona Gris, donde los trabajadores agrícolas vivían en chozas improvisadas hechas de lata y bloques de hormigón.. a lo largo de la línea de ferrocarril que se construyó para facilitar el transporte de la preciada fruta, aún existen almacenes y otros cuadrantes o urbanizaciones improvisadas. En la capital, en cambio, aparecen nuevas caras de la modernidad. Las influencias del Art Déco y la Bauhaus se aprecian en viviendas de sencillos volúmenes geométricos de hormigón y sobria decoración, o en edificios como el Templo de la Música del Parque Morazán, inspirado en el Templo del Amor de Versalles. A partir de los años sesenta, el hormigón perdió sus adornos y empezó a verse en toda su cruda sobriedad. San José cuenta ahora con torres y edificios de formas, cuando menos, inéditas. La Corte Suprema de Justicia y la torre de cristal y hormigón de la Contraloría General de la República son dos ejemplos de este modernismo brutalista. Y no olvidemos la pirámide invertida de hormigón que ahora alberga... ¡el Colegio de Ingenieros y Arquitectos de Costa Rica!
Retos contemporáneos
A partir de los años 80, ante la afluencia masiva de turistas, el país se embarcó en un desmesurado desarrollo concreto de parte de su litoral. En 1993, el gobierno llegó a dar luz verde al mayor proyecto inmobiliario de Centroamérica: el Golfo Papagayo, en Bahía Culebra. 15.000 habitaciones de hotel, un puerto deportivo, 2 golfos, residencias de lujo... la puesta en marcha de este proyecto faraónico provocó la destrucción de preciosos manglares y yacimientos precolombinos. Suspendido, luego reanudado, este trepidante proyecto provocó una ola de indignación bastante legítima (al igual que ciertos proyectos actuales, como la torre URBN que aplasta la parte baja de San José con sus 29 pisos, o los numerosos complejos residenciales sin alma que abundan aquí y allá). Afortunadamente, sin embargo, una serie de nuevos desarrollos han contrarrestado estos excesos ofreciendo estructuras en sintonía con el ecoturismo. Sus leitmotiv son poner de relieve las tradiciones locales (sobre todo en materia de alojamiento, inspirándose en las casas sobre pilotes de los pescadores, las casas de tierra y paja del campo o las coloridas creaciones de los artesanos indígenas) y ofrecer un alojamiento respetuoso con el medio ambiente. El Lapa Rios Lodge, con sus 16 bungalows situados en 400 hectáreas de bosque, es uno de los más antiguos del país. Ronald Zürcher, reputado arquitecto costarricense, se ha hecho un nombre construyendo alojamientos ecológicos, entre los que destaca el lujoso complejo ecológico Península Papagayo. Es responsable de la decoración con materias primas de El Mangroove; de las estructuras de madera que recuerdan las copas de los bosques circundantes en Prieta Beach Club; y del Andaz Costa Rica Resort, cuyas estructuras de madera y paja se inspiran tanto en las culturas precolombinas como en la fauna local. Numerosos proyectos de villas y residencias promueven también la arquitectura bioclimática y orgánica, como demuestra la Casa Quetzalcóatl de la agencia Barrio Vivo Costa Rica. Inspirada en los Ecodomes de bolsas de tierra inventados por el arquitecto iraní-estadounidense Nader Khalili, la casa está hecha de adobe y madera recuperada. Enterrada a 50 cm bajo tierra, está perfectamente aislada e incluso cuenta con sistemas de recuperación del agua de lluvia. Un éxito ecológico que impresiona por la deslumbrante blancura de sus cúpulas. Adaptarse al clima, suprimir la frontera entre interior y exterior, optar por tejados verdes o materiales que se integren naturalmente en el entorno, privilegiar los volúmenes sencillos y las líneas claras: éstas son las consignas de las nuevas construcciones que surgen en todo el país. También en San José, que forma parte de la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO, las cosas se mueven. Benjamín García Saxe, ganador del Festival Mundial de Arquitectura de 2010 por su sublime casa de bambú llamada Un bosque para un deslumbrador de la luna, ha diseñado las residencias Gardenia en el distrito de Sabana Norte. Estos 15 edificios de 10 plantas son auténticos oasis verticales de verdor con una virtuosa gestión energética. Entre Nos Ateliers ganó el concurso Jóvenes Arquitectos en América Latina en 2018 por su proyecto La Cueva de Luz, una elegante estructura de pino chileno, ligera y abierta, con pasarelas que conectan los distintos espacios culturales, creativos y comunitarios del desfavorecido barrio de La Carpio. Arquitectura para todos. Julián Mora prefiere "reutilizar antes que demoler", como demuestra su renovación del Edificio Steinvorth, que ahora alberga cafés y teatros. Y no se pierda la Casa Botánica diseñada por el botánico Christian Lesko, que ha transformado un conjunto de casas victorianas del barrio de Aranjuez en una sublime residencia artística. Y la capital está llena de otros tesoros que esta nueva generación de arquitectos se empeña en devolver a su antiguo esplendor