Eco de los orígenes

No queda rastro alguno de la presencia de los indios taínos, ya que los colonizadores españoles se aseguraron de borrar toda huella de los pueblos indígenas. Sin embargo, muchos cubanos afirman formar parte de esta herencia y mantener las tradiciones taínas, sobre todo en lo que respecta a la vivienda. No es raro toparse con bohíos, chozas tradicionales de madera de palma y paja, de planta rectangular o circular. Algunas también tienen aleros sostenidos por ramas, creando una especie de galería protectora. Agrupadas en torno a un espacio comunal central, estas chozas se encuentran sobre todo en las regiones orientales. Estas chozas taínas se corresponden con viviendas rurales que también presentan materiales vegetales (madera, palma), aunque a menudo se sustituye la paja o se mezcla con chapa ondulada. Estas pequeñas casas suelen ser de una sola planta, delimitadas por una galería, y las que tienen un pequeño jardín suelen estar cerradas por vallas de madera o vegetales.

Esplendor colonial

Camagüey es una ciudad única en muchos aspectos, empezando por su trazado urbano de callejuelas laberínticas que unen plazas y plazuelas de formas variadas que recuerdan a las ciudades medievales europeas. La Habana Vieja es un buen ejemplo de ello La Habana Vieja es un buen ejemplo de esta preocupación por el orden, con un casco antiguo construido en torno a grandes plazas unidas por calles empedradas bordeadas de soportales. Estos soportales sombreados son una de las formas en que la arquitectura se ha adaptado al clima tropical de Cuba, al igual que la estructura de las casas coloniales. Reconocibles por sus tejados de tejas, a menudo rojas, y sus paredes de adobe encaladas, estas casas se disponen alrededor de un fresco patio y tienen techos altos y grandes ventanas enrejadas para la ventilación. Entre las casas coloniales más bellas, a menudo convertidas en museos, se encuentra el Museo de Ambiente Histórico Diego Velázquez de Santiago, cuya construcción comenzó en 1516, ¡lo que lo convierte en el más antiguo de la isla! Y no se pierda las bonitas casas con ventanas de hierro forjado o madera torneada de la Plaza San Juan de Dios, en Camagüey. Pero los tesoros de La Habana están protegidos por su increíble sistema de fortificaciones, formado por multitud de fuertes, baluartes y baterías interconectados. La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña es una de las mayores fortalezas coloniales del continente americano El Castillo de la Real Fuerza, el más antiguo del país, impresiona por su maciza sillería y sus salientes en forma de diamante. Giovanni Battista Antonelli, uno de los ingenieros militares más famosos de su época, es el responsable del impresionante Castillo del Morro (San Pedro de la Roca) en Santiago. Construida sobre un promontorio rocoso, la fortaleza está organizada en torno a un sistema de terrazas superpuestas unidas por tramos de escaleras. Cada plataforma cuenta con polvorines, puestos de guardia y barracones de guarnición. Formas geométricas, simetría y respeto de las proporciones son las palabras clave de esta transposición cubana de los códigos de la arquitectura militar del Renacimiento italiano. Más tarde, las ciudades coloniales se adornarían con las fastuosas galas del Barroco, como demuestran en La Habana el suntuoso Palacio de los Capitanes Generales y la impresionante catedral, con su fachada ondulante salpicada de columnas de diversos tamaños. En el interior, no se pierda las obras maestras de escultura y orfebrería del maestro italiano Bianchini.

Tras el Barroco, llega la hora del Neoclásico. En La Habana, El Templete parece un auténtico templo griego Este estilo neoclásico es inseparable del periodo de prosperidad azucarera de la isla, del que Trinidad, con su Palacio Brunet y Cantero, es un buen representante. Para conocer mejor la industria azucarera que enriqueció a las familias plantadoras, diríjase al valle de Los Ingenios, que conserva 75 antiguas fábricas de azúcar, entre ellas laantigua plantación de San Isidro de los Destiladeros, una hacienda en ruinas que aún conserva restos de sus hornos, destilerías y sistemas de riego, y sobre todo su barrio de esclavos... porque nunca debemos olvidar que la prosperidad de esta industria está indisolublemente ligada a la explotación por parte de los colonos de los esclavos llegados de África. Aún más asombrosa es la ciudad de Cienfuegos, fundada en 1819 por plantadores franceses que habían huido de las revueltas en Haití. La ciudad es un magnífico ejemplo de urbanismo moderno, que tuvo en cuenta por primera vez la ventilación y la iluminación naturales para favorecer la higiene pública. El núcleo original está trazado en cuadrícula, con 25 manzanas de casas perfectamente regulares. Las casas son de 1 ó 2 plantas, con fachadas sencillas adornadas con bellos trabajos de forja, además de suntuosos edificios públicos y religiosos como la Santa IglesiaCatedral de la Purísima y el Teatro Tomás Terry. La riqueza de los franceses en Cienfuegos está ligada al cultivo del café. A los pies de la Sierra Maestra, aún pueden verse los restos arqueológicos y arquitectónicos de 171 plantaciones de café, o cafetales. Estos incluyen la casa del plantador, la terraza de secado, las áreas de producción para moler y tostar, los talleres y dependencias, y aún las habitaciones de los esclavos. El sistema de procesamiento del café implantado por los franceses también requería importantes infraestructuras hidráulicas, por lo que aún pueden verse cisternas y acueductos. La plantación de La Isabelica, hoy convertida en museo, es un buen ejemplo de ello.

Laboratorio de arquitectura

El comienzo del siglo XX estuvo marcado no sólo por la efervescencia de la Independencia, sino sobre todo por una afluencia sin precedentes de capitales procedentes de la prosperidad de las industrias azucarera y cafetera y de la financiación de Estados Unidos... que dejó su impronta de forma, cuando menos, monumental, como ilustra el Capitolio de La Habana, reproducción exacta del Capitolio de Washington, cuya cúpula se eleva a 91,50 m y cuya estatua de 17 m de altura y 47 t que simboliza la República ¡es la tercera más grande del mundo! El famoso Malecón de La Habana también fue financiado por los estadounidenses. El eclecticismo fue el estilo preferido para exaltar esta prosperidad y renovación política. Los nuevos templos de este siglo fueron los bancos y las administraciones, como demuestran el Banco Nacional de Cuba y la Bolsa de Comercio, ambos en La Habana, que parecen palacios renacentistas, o el Palacio de Gobierno de Cienfuegos, cuya cúpula roja es de visita obligada. La ciudad también alberga el Palacio de Valle, con sus adornos orientalistas, mármol de Carrara, cerámica veneciana y cristal europeo. Es una mezcla de géneros que casi roza lo excesivo en los barrios chic de La Habana. En Marianao, las calles adoquinadas están bordeadas de mansiones que parecen chalets californianos, palacios venecianos y castillos bávaros El barrio de Miramar es famoso por su Avenida, bordeada de suntuosas mansiones. El eclecticismo dio paso al Art Nouveau. Los mejores ejemplos de este estilo son los jardines de la cervecería La Tropical, en La Habana. Este sublime parque recreativo está poblado de pabellones asombrosos, como el Pabellón del Ensueño, con su techo en forma de estrella y sus barandillas que recuerdan curvas y plantas entrelazadas, o esta capilla construida en una gruta artificial de piedra y cemento. Estas asombrosas construcciones recuerdan la obra del gran Antonio Gaudí.

Siguiendo en La Habana, diríjase a la calle Cárdenas, 107, para descubrir una de las mansiones modernistas más bellas de la ciudad, con su fachada turquesa, sus columnas torso y sus soberbios herrajes estilizados. La sobriedad y la geometría de las líneas Art Déco sustituirán a este arte decorativo. El Edificio Bacardí de La Habana es el ejemplo más orgulloso de ello, y fue también el primer rascacielos de la ciudad. Su silueta de mármol, granito rojo y cerámica policromada recuerda a los edificios neoyorquinos. El Edificio López Serrano, el Teatro Fausto y el Cine Sierra Maestra son otros buenos ejemplos de arquitectura Art Déco. Este periodo también estuvo marcado por un enorme aumento de la población urbana. Es en esta época cuando empiezan a proliferar las barbacoas, término que designa la transformación de las casas coloniales que se cortan por la mitad a lo largo y a lo ancho para crear pisos, y cuyas logias se tapian para crear entresuelos que sobrecargan las estructuras en un montón de espacios estrechos que recuerdan a la carne cocinada en su propio jugo... ¡una barbacoa! La década de 1940 marcó el nacimiento del movimiento moderno. Los jóvenes arquitectos cubanos, que se habían formado en los códigos del Renacimiento y las Bellas Artes, regresaron de sus viajes a Estados Unidos, Brasil y Francia con la cabeza llena de los ideales modernistas entonces en boga. Se dice incluso que, para romper definitivamente con el historicismo y el eclecticismo, quemaron el Tratado de los cinco órdenes de la arquitectura de Vignole Inspirándose en Le Corbusier, Walter Gropius, Frank Lloyd Wright, Mies van der Rohe y Richard Neutra (que diseñó la sorprendente Casa Schulthess, que parece un motel de diseño), estos jóvenes arquitectos favorecían las formas fluidas y despejadas, rechazaban los adornos y explotaban todo el potencial arquitectónico del hormigón, el vidrio y el acero. Pero a este modernismo tan internacional añadieron la regla de las 3 P: patio-persa-pórtico, para adaptar la arquitectura a la identidad tropical de la isla. El color, la luz y la vegetación estaban muy presentes. Poco a poco, estos añadidos tropicales fueron sustituidos por la pureza racionalista. Entre los sorprendentes proyectos de los años cuarenta destacan el estadio José Martí, en el Malecón, el cine Yara, con su cubierta curva que recuerda las líneas de la Bauhaus, y el edificio Solimar. En la década de 1950 se produjo un boom de la construcción en Cuba, con una proliferación de torres de hormigón. El Edificio Focsa de La Habana fue el primero en construirse utilizando nuevas técnicas de cableado y hormigón. Es uno de los símbolos del Vedado, barrio donde reina el hormigón. La isla experimenta también un auge de la arquitectura hotelera, que opta por un estilo decididamente internacional, con estructuras de hormigón y ventanas en bandas, como en el Hotel Tryp Habana Libre (antiguo Hilton), diseñado por el estadounidense Welton Becket y el cubano Lin Arroyo, próximo a Le Corbusier y Oscar Niemeyer.

Desde 1960

En los años sesenta se puso en marcha uno de los proyectos más sorprendentes de la historia de Cuba: las escuelas nacionales de arte, símbolos de los ideales utópicos de la revolución socialista. Los arquitectos elegidos para el proyecto tuvieron carta blanca para expresar estos valores. La única limitación era la dificultad de encontrar recursos y materiales debido a las regulaciones gubernamentales y al embargo impuesto por Estados Unidos. Así pues, se optó por el ladrillo y las baldosas de terracota. Los arquitectos italianos Roberto Gottardi y Vittorio Garatti fueron los responsables de la escuela de arte dramático y de las escuelas de ballet y música, respectivamente. La primera, con sus acentos manieristas, es una reflexión sobre la escenificación del espacio. La escuela de música, con sus palcos de ensayo serpenteando por el terreno inclinado, es conocida como "el gusano", mientras que la escuela de danza impresiona por sus bóvedas aéreas y danzantes. Pero fue la Escuela de Artes Visuales la que causó mayor sensación. Diseñada por el arquitecto cubano Riccardo Porro, utiliza la técnica de la bóveda catalana, una estructura curva de ladrillos planos que forma una cúpula en la que muchos han visto un seno, impresión reforzada por la presencia de una escultura fuente que representa una papaya, nombre utilizado a menudo para referirse al sexo femenino en Cuba. ¡Qué choque para las mentes conservadoras! Nunca terminadas, estas escuelas de arte fueron sin embargo clasificadas como Monumentos Nacionales en 2011. Esta libertad creativa fue rápidamente sustituida por un funcionalismo monumental con tintes brutalistas tomado de la arquitectura soviética. Los rascacielos de Malecόn, incluido el ahora famoso Edificio Girón, son grandes ejemplos de ello. Este periodo también estuvo marcado por nuevos experimentos urbanísticos y sociales, sobre todo en La Habana. La Ciudad Camilo Cienfuegos fue el primer intento de urbanización cuyas viviendas estaban rodeadas de vegetación y zonas de servicios, y cuyas calles y carreteras estaban diseñadas para facilitar los desplazamientos entre el domicilio y el trabajo: un proyecto utópico que pronto se transformó en ciudad dormitorio. Al igual que el barrio de Alamar, indisolublemente ligado al sistema de microbrigadas implantado por el Gobierno. Basado en el principio de la autoconstrucción, este sistema invitaba a los residentes a construir sus propias casas después de las horas de trabajo. Una brigada estaba formada por 33 trabajadores que debían construir un edificio de 3 a 5 plantas compuesto por 30 pisos. Los edificios eran de hormigón prefabricado. El proyecto Alamar y todos los proyectos similares no sólo explotaron a la población local, sino que la convirtieron en ciudades dormitorio aisladas que se deterioraron muy rápidamente, ya que el hormigón era totalmente inadecuado para el clima tropical de la isla. Los bloques de pisos construidos en el corazón de la Sierra del Rosario para alojar a los trabajadores de la reforestación son un ejemplo flagrante de ello. El deterioro del clima político y social también ha ido acompañado de un estancamiento de la industria de la construcción, del que el país aún lucha por salir. Los materiales siguen siendo extremadamente caros y la normativa que regula la profesión de arquitecto es sumamente restrictiva. Han salido a la luz algunos proyectos, como la Galería de Arte Factoría Habana, diseñada por Abiel San Miguel en un antiguo edificio industrial rehabilitado, o los de la agencia Albor Arquitectos, que suele trabajar en casas individuales, pero estos proyectos son escasos. Asimismo, aunque el gobierno se empeña en preservar su patrimonio catalogado, las numerosas campañas de conservación pasan por alto un número considerable de casas y edificios que se deterioran con el paso del tiempo. Pero Cuba se encuentra en un momento crucial de su historia, y muchos de sus artistas y arquitectos quieren reinventar su isla