Qué ver y hacer Santo Domingo Y Su Región

Mucho antes de que se convirtieran en museos, estos dos imponentes palacios fueron la sede de las principales instituciones reales. Uno albergó la Capitanía General, la primera corte de justicia del Nuevo Mundo con autoridad sobre todos los tribunales de América. El otro lo ocuparon la Tesorería Real y la Corte Real, que fue creada en 1513 y transferida a Cuba el 12 de diciembre de 1799 después de la firma del Tratado de Basilea, que cedió la parte occidental de la isla a Francia. La construcción del complejo se completó en 1520. En la fachada sur que da a la calle Las Mercedes se encontraba el único escudo de armas conocido de la reina Juana de Castilla, madre de Carlos V, también conocida como Juana la Loca por haber perdido la razón tras la muerte de su marido, Felipe el Hermoso. El escudo de armas se exhibe ahora en el museo. El complejo fue restaurado en 1967. La entrada se realiza a través de la fachada principal del edificio, que está adornada con los escudos del emperador Carlos I de España, la isla de La Española y la ciudad de Santo Domingo, concedidos por privilegio real el 7 de diciembre de 1508.
El museo exhibe los tesoros encontrados en aguas dominicanas y recorre la historia desde el inicio de la Conquista hasta 1821, fecha de la primera independencia. Explica todo el período español de la isla a través de objetos, mapas, armas, etc. Una de las curiosidades interesantes es un magnífico gabinete donde los tarros de cerámica para las diferentes hierbas medicinales están expuestos en una rigurosa alineación.
Se celebran regularmente exposiciones temporales. Tanto el edificio como los tesoros que tan celosamente guarda, merecen una visita.

Los terremotos subterráneos y el relieve coralino han dado lugar a numerosas cuevas en la zona de Santo Domingo. Los Tres Ojos es una de las formaciones más espectaculares. Esta enorme cueva al aire libre, a la que se accede por una escalera de piedra de 350 escalones, está cubierta de estalactitas, estalagmitas y murciélagos. También hay tres estanques (de ahí su nombre): el primero, el Ojo de Azufre, con agua sulfurosa, el segundo, el Ojo de las Damas, con agua salada, y el tercero, el Ojo de la Cañuela, con agua dulce. El trabajo de desarrollo del sitio se llevó a cabo por orden de Trujillo. Un barquero le acercará al último de los estanques en una pequeña embarcación por la modesta suma de 25 pesos. La atmósfera es muy húmeda y la vegetación tropical extremadamente densa. Muchos vendedores ofrecen estatuillas de inspiración taína talladas en rocas de coral en la entrada de la cueva. Puede regatear los precios dividiéndolos por dos o incluso por tres.

El parque de Colón invita a descansar a la sombra de sus árboles. Una estatua de bronce y granito, esculpida por el francés E. Gilbert, se erige en el centro desde 1887. Representa a Cristóbal Colón en actitud voluntariosa y conquistadora, mientras que la cacica Anacaona escribe en su zócalo. Anacaona, reputada como la mujer más bella y talentosa de la isla, sucedió a su hermano, el cacique Bohechio. Vio impotente el genocidio de su tribu cometido en 1503 por orden del monje Nicolás de Ovando, gobernador de la isla. Este episodio de la historia dominicana se conoce como la Furia de Jaragua. El parque era originalmente el centro de la ciudad colonial. Hoy está lleno de tiendas de recuerdos, puestos de bebidas, limpiabotas y guías en busca de turistas. La arteria comercial y peatonal El Conde parte del parque de Colón.
En el lado oriental de la plaza, reconocible por sus arcadas de estilo francés típicas de la ocupación haitiana, está el palacio Borgella. La antigua casa de Diego de Herrera, notario apostólico y miembro de la Real Audiencia, data del siglo XVI. Fue comprada por el gobernador haitiano Geronimo Borgella, quien la modificó sustancialmente. El edificio ha tenido muchos usos oficiales: tribunal de justicia, antigua sede del poder ejecutivo, sede del Senado. Reconstruido en la segunda mitad del siglo XIX, ahora alberga el Conservatorio de la ciudad colonial.
El lado norte está bordeado por la Casa del Abogado. En el lado sur, la antigua prisión de la ciudad se llama Casa de los Medallones porque la fachada está decorada con los bustos de los padres de la patria en medallones. Sirvió como sede del poder legislativo desde 1844. Ahora alberga el Museo de la Catedral. En su flanco derecho se encuentra la residencia de la archidiócesis. La fachada oeste incluye el edificio Vivaque, el antiguo ayuntamiento de Santo Domingo, un edificio del siglo XVI restaurado en 1904-1905 por el arquitecto Osvaldo Báez. Hoy es la sede del Banco de los Trabajadores.

En su centro se alza la estatua de Nicolás de Ovando, el arquitecto de la ciudad y tercer gobernador después de Colón y Bobadilla. La obra es del escultor español Juan de Vaquero. El fundador de Santo Domingo tiene en sus manos el compás que usó para su trabajo, así como el bastón del gobernador. Desde este lugar se puede disfrutar de una hermosa vista panorámica, especialmente del Faro a Colón. Por la noche, la plaza adquiere una dimensión mágica gracias al encanto de la iluminación discreta del Alcázar de Colón y todos los bares y restaurantes. Debe venir y saborear la dulzura de las noches tropicales en este rincón con cinco siglos de antigüedad. También es el lugar donde se celebran los principales eventos de la capital.

Este enorme edificio de hormigón gris es, como se puede ver fácilmente, el monumento más reciente y probablemente el menos atractivo de la capital. Su iluminación y la bendición del papa consituyó la culminación de la celebración en 1992 del quinto centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo. El edificio está situado en una colina en el centro del parque Mirador del Este, en la parte oriental de la ciudad, en el mismo lugar donde fue fundada en 1496.
El proyecto de construir un monumento para honrar la memoria del Gran Almirante se remonta a 1852. El historiador dominicano Antonio del Monte y Tejeda lanzó la idea de erigir un colosal edificio en el sitio de la primera ciudad de América, La Isabela. Obviamente, se requería la colaboración y la participación financiera de todos los países del continente americano, así como la de las capitales europeas. El proyecto inicial preveía una estatua del tamaño del Coloso de Rodas, que abrazara entre sus dos brazos los dos continentes americanos. El monstruo tenía que ser ejecutado por los mejores escultores de la época. La idea de Del Monte y Tejeda solo tomó forma en el período previo a la celebración del cuarto centenario del Descubrimiento de América. El entonces presidente de la República, el general Gregorio Luperón, pidió a los países americanos, así como a las naciones europeas con territorios en América, una contribución financiera para la construcción de un monumento que albergara los restos de Cristóbal Colón en la ciudad de Santo Domingo. El proyecto de Luperón tomó forma con la construcción de un mausoleo en bronce y mármol de Carrara, obra de los escultores españoles Carbonell y Romeu. Se decidió que su ubicación sería la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación. El mausoleo fue inaugurado el 6 de diciembre de 1898.
Durante la III República y la ocupación americana de 1916 a 1924, la ley 531 (aprobada en la V Conferencia Panamericana en Santiago de Chile en 1923), declaró de utilidad pública la erección de un faro a orillas de la ciudad de Santo Domingo «como homenaje universal a la memoria del Descubridor del Nuevo Mundo; el monumento se llamaría Faro a Colón y se financiará con la contribución de todos los países que desearan sumarse al homenaje». Ya en 1926, el I Congreso Panamericano de Prensa asumió la resolución y le dio un inmenso apoyo mediático. En noviembre de 1927, la Unión Panamericana (ahora OEA: Organización de Estados Americanos), propuso un concurso internacional para la construcción del faro. 1926 arquitectos de 44 nacionalidades presentaron cerca de 450 proyectos. Los diez mejores fueron seleccionados en abril de 1929 y expuestos en el Palacio de las Artes de Madrid. El 17 de octubre de 1931, un jurado internacional reunido en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, eligió el proyecto del arquitecto inglés J. L. Gleave: una cruz gigantesca y alargada, colocada en el suelo, que simbolizaba la evangelización y el progreso. Por la noche, el faro ofrecería un espectáculo de cuento de hadas: dos grandes rayos de color rojo sangre que formarían la cruz de Colón quedarían rodeados por la cruz blanca del progreso. La cruz se reflejaría en el cielo, como si estuviera suspendida sobre la ciudad.
El proyecto se llevó a cabo en hormigón armado en la colina donde se encontraba la ciudad original de Santo Domingo. La construcción comenzó el 14 de abril de 1948, y luego fue interrumpida. No se reanudó hasta 1987. La inauguración finalmente tuvo lugar el 6 de octubre de 1992. El monumento costó oficialmente 135 millones de pesos, aunque los dominicanos piensan que se gastó mucho más y algunos discuten el interés de tal gasto. El Faro a Colón corresponde exactamente al proyecto de Gleave: el imponente edificio (310 m de largo, 44 m de ancho y 33 m de altura) alberga en su centro los supuestos restos de Cristóbal Colón (para España, están en su tumba en la catedral de Sevilla), en el mausoleo de mármol blanco, ahora custodiado por un escuadrón de marines.
Un museo recorre toda la historia del monumento. Otro evoca el período de la Conquista y la colonización. Se han reservado numerosas salas de exposición para los países que participaron en la financiación del faro: todos los países de América y muchos países europeos y asiáticos. Aunque las reproducciones fotográficas son numerosas, los objetos son escasos y el interés general es todavía muy limitado. Muchos países se han comprometido a contribuir regularmente al enriquecimiento del museo.
Se suponía que por la noche 149 rayos proyectarían una enorme cruz blanca en el cielo, visible desde más de cien kilómetros de distancia. Con el fin de asegurar la continuidad y universalidad de su empresa, el padre de este proyecto quiso incluir un faro «para que los viajeros tanto del Nuevo como del Viejo Continente puedan, al acercarse a la primera tierra desde el océano, dirigir agradecidos sus ojos a esta sombra venerable». Desafortunadamente, el rayo del faro hace tiempo que se ha estropeado y repararlo no forma parte de las prioridades energéticas del país.

Phillipe ha estado en la República Dominicana desde hace más de 20 años. Conociendo la isla en la punta de los dedos, se propone hacerla descubrir, fuera de los senderos batidos, con su jeep todo terreno. Usted tiene que elegir su camino o seguir sus consejos, y tendrá una visión del país como pocas personas tienen la suerte de descubrirlo.

Una visita de unos cuarenta minutos para los gurmés. Descubrirá en cinco pasos el proceso de fabricación del chocolate de una manera muy lúdica e interactiva. Se presentan todos los protagonistas de la historia del chocolate, desde su descubrimiento por Cristóbal Colón hasta su uso actual. Se inicia en un auditorio donde se explica la historia del cacao. Le hablarán del dios del cacao (que se supone que era inca), de la reina de Austria e incluso de Luis XVIII. A continuación, probará el cacao en su forma original. En una tercera parte aprenderá cómo fermenta y se seca el cacao. Luego, descubrirá qué ingredientes se añaden para hacer el chocolate, que tendrá el placer de degustar en todas sus formas. Finalmente, presenciará la fabricación del producto acabado en vivo en el obrador, para el disfrute de la vista y de las papilas gustativas.

Este museo fue inaugurado en 1973 y es uno de los más ricos e interesantes del país. Presenta un recorrido muy completo por la cultura dominicana desde la prehistoria hasta la actualidad. Una parte importante de las salas de exposición está dedicada a las poblaciones indígenas de la isla, en particular a los taínos, que la habitaban cuando llegaron los españoles. Grandes maquetas reconstruyen escenas de la vida doméstica, la caza, la pesca y las aldeas indias. Los ritos religiosos se ilustran con numerosos objetos ceremoniales y amuletos. Se presenta una magnífica colección de arte taíno: cerámicas, urnas, trigonolitos y cemís, espátulas vómicas, asientos ceremoniales (duho). Una importante sección está dedicada al período de la Conquista. La historia de la esclavitud se explica a través de objetos y grabados que ilustran las condiciones de vida de los africanos, cuya contribución a la cultura dominicana es destacable. En cuanto al sincretismo religioso y a los diversos ritos dominicanos modernos, se les da un trato especial, así como al carnaval (magnífica colección de máscaras y trajes tradicionales).

Solo quedan ruinas del primer hospital de América, construido entre 1503 y 1508 por Nicolás de Ovando. ¡Pero qué ruinas! El establecimiento, que funcionó hasta su demolición por razones de seguridad a principios de siglo, albergó la primera capilla dedicada a la Virgen de la Altagracia, protectora de los dominicanos. Cerca está la iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia (siglo XIX).

El palacio, situado al final de la explanada formada por la plaza de España, tiene una fachada austera que da al río Ozama. Fue construido entre 1511 y 1514 sobre el modelo de un edificio similar en Salamanca. Fue el primer palacio fortificado edificado por los colonizadores españoles y la única residencia conocida de un miembro de la familia Colón. Aquí vivieron tres generaciones, empezando por Diego Colón, hijo del gran almirante, luego virrey de la colonia y sucesor de Nicolás de Ovando como gobernador general. El nuevo virrey de la India y su joven esposa, María de Toledo, sobrina del rey de España, necesitaban un palacio digno de su rango. La ciudad de Santo Domingo empezaba a tomar forma y se multiplicaban las construcciones. Un arquitecto, cuya identidad ha sido olvidada, vino especialmente de España para hacerse cargo de esta monumental construcción. 1500 nativos se alistaron en esta obra y construyeron el edificio con rocas de coral arrancadas de las orillas del río Ozama. Solo se usaron martillo, cincel y sierra como herramientas. El estilo del edificio es principalmente gótico y árabe con algunas características del Renacimiento, como las arcadas. Fue una hazaña técnica en su momento. La construcción de las 55 habitaciones (hoy en día solo existen veintidós) y las 72 puertas y ventanas del Alcázar se hizo sin un solo clavo. Se sospecha que el pirata inglés Francis Drake robó la mayoría de los objetos de valor del palacio durante el gran saqueo de 1586. El edificio fue posteriormente abandonado durante varios siglos y rápidamente cayó en ruinas. Hay evidencias de que este lugar, que había sido el emblema del poder español, fue usado para confinar ganado en el siglo XVIII. En 1870 se declaró Monumento Nacional con el único fin de preservar sus ruinas. Se reformó entre 1955 y 1957 por orden del gobierno dominicano.

Fue construida entre 1502 y 1507 por orden de Nicolás de Ovando para proteger la ciudad de los ataques de los piratas. Se trata de la construcción militar más antigua del Nuevo Mundo. Era tan tranquilizadora que en los días de la colonia la llamaban la Fuerza. En su centro se alza la torre del Homenaje, una enorme torre medieval de más de dieciocho metros de altura que data de 1503. Desde su cima, la vista del río y la ciudad es magnífica. El sistema defensivo de la fortaleza se completa con una serie de fuertes. Durante la dictadura de Trujillo, la fortaleza fue usada como prisión. En 1937, Trujillo hizo construir una muralla almenada coronada por una torre para separar la fortaleza del puerto de Santo Domingo. Este muro es completamente incongruente con el paisaje y se puede ver muy bien desde la avenida del Puerto.
En la fortaleza se encuentra la estatua de Gonzalo Fernández de Oviedo. Este cronista contemporáneo del Descubrimiento del Nuevo Mundo escribió una Historia general de las Indias en 1533.

Descubra quinientos años de historia a bordo de este pequeño tren. El itinerario dura 45 minutos e incluye 33 puntos de interés principales, desde la fortaleza de Ozama hasta la casa de Cristóbal Colón, pasando por la iglesia de las Mercedes. Gracias a una banda de audio en seis idiomas, conocerá la historia de la zona colonial inscrita en la lista del Patrimonio Mundial.

Los visitantes francófonos son bienvenidos en este museo, que también es un taller y una tienda En el Museo del Mundo del Ámbar se pueden admirar las piedras de ámbar y larimar más bellas y grandes del país. Estas piedras se procesan después en el taller del museo: todo lo que se puede comprar en la tienda se ha fabricado en el taller. La visita guiada dura unos 45 minutos. Un museo muy interesante, tanto por las exposiciones como por el ambiente general del museo. Tanto los jóvenes como los mayores lo disfrutarán. Cafetería en el lugar.

El Museo del Larimar explica el origen de esta piedra azul indígena, también llamada turquesa dominicana. Solo se encuentra alrededor de la ciudad de Barahona, en el suroeste del país. Única en el mundo por su color y composición química, esta piedra tiene un espectro de colores que va desde el azul marino al azul celeste. Más allá del interés geológico de esta rareza, la piedra se ha convertido en un soporte económico para los artesanos joyeros.
El Museo del Larimar abrió sus puertas al público el 5 de septiembre de 1996 con la finalidad de dar a conocer esta gema y proporcionar una sólida explicación de su estructura mineral. Se utilizaron varias técnicas para crear exposiciones táctiles, visuales y tecnológicas. Como en cualquier museo, hay una tienda en la salida. En este caso, ofrece las mejores tallas de larimar. También hay algo de ámbar, otra gema muy presente en República Dominicana.

Esta antigua iglesia jesuita, construida entre 1714 y 1745 (los jesuitas fueron la última congregación religiosa en llegar a la isla, pero también la primera en irse), sufrió una serie de transformaciones y varios destinos: almacén de tabaco, seminario y finalmente teatro en 1860. En 1955 se dio el paso que transformó el teatro en panteón. Desde entonces, el edificio ha albergado los restos de héroes de la historia dominicana, especialmente de la Guerra de Independencia, como el fraile Puello y María Trinidad Sánchez. La nave central forma una cruz con las capillas laterales y en la cúpula cuelga un enorme candelabro de cobre donado por el generalísimo Franco al generalísimo Trujillo. No le sorprenderá saber que las puertas del último piso pertenecieron a una cárcel nazi.

Uno de los pulmones verdes de Santo Domingo. Es el lugar favorito de los deportistas por sus grandes espacios y sus numerosas pistas de tenis, baloncesto o béisbol. Las familias también se reúnen aquí para hacer pícnics en medio de la vegetación tropical, especialmente los fines de semana. Lamentablemente, el parque carece de un mantenimiento adecuado.

Situado en el Malecón, justo al lado del puerto de Santo Domingo, este monumento rinde homenaje a Antonio de Montesinos, un fraile dominico español que fue el primer defensor de los pueblos indígenas americanos en el imperio español. Ofrecida por México en 1982, la estructura de bronce y piedra caliza representa al sacerdote pronunciando su famoso sermón del 21 de diciembre de 1511 contra las injusticias sufridas por los indios. Incluso llegó a amenazar con la excomunión y negar los sacramentos a los grandes terratenientes que esclavizaban a los indios en las minas y campos. Sus acciones le ganaron la ira de la oligarquía local, especialmente de Diego Colón. El legado de Antonio de Montesinos fue heredado por Bartolomé de las Casas, otra gran figura en la defensa de los pueblos indios de América. La parte superior del monumento ofrece magníficas vistas de la ciudad.

¿Un barrio chino en el Caribe? Pues sí. Hay entre 30000 y 50000 descendientes de chinos en la capital, y desde 2004 tienen su propio barrio. Un mini Chinatown de cuatro manzanas a lo largo de la avenida Duarte, entre las avenidas Mella y Ciudad de México, a un breve paseo del centro colonial. Encontrará la animación habitual de un barrio chino: una docena de lavanderías y tiendas de alimentos, así como una docena de restaurantes más o menos auténticos que ofrecen patos laqueados, wok de mariscos y otras especialidades cantonesas. Si no quiere alejarse de la zona colonial, es una oportunidad para descubrir un barrio animado y muy diferente a pocos minutos a pie. Dato curioso: el estado chino posee el 50 % de las paredes del barrio chino. Una forma de involucrarse en la capital.

Si busca algo que se salga un poco de las rutas turísticas habituales, le recomendamos encarecidamente la visita decolonial. En esta excursión, Ruth, su guía, le hablará de la poco conocida historia de la esclavitud y la resistencia en la isla. Le mostrará los monumentos históricos desde un nuevo ángulo y le contará mil historias secretas sobre la capital. La visita es apta para toda la familia y se realiza en francés.