Maria de Medeiros au 65e Festival du Film de Cannes. (c) Andrea Raffin- shutterstock.com.jpg

La infancia de un arte y el fin de la inocencia

El sorprendente invento de los hermanos Lumière llegó a Oporto en el año 1896, año en que se rodaron las primeras escenas en movimiento en la ciudad, del director portugués Aurélio Paz dos Reis: Saída do pessoal pperário da fábrica confiança. La primera productora importante de Portugal, Invicta Film, también se fundó en Oporto en 1910. En los años 1920, se puso de moda buscar directores extranjeros, especialmente franceses, para dirigir producciones locales, aunque con temas portugueses, principalmente literarios: Georges Pallu, Roger Lion y Maurice Mariaud fueron algunos de los cineastas que fueron a ver si la hierba era más verde en Portugal y que, al hacerlo, participaron en el desarrollo de su industria cinematográfica. Este último es el autor de O Fado (1923), un cortometraje inspirado en un cuadro del mismo título de José Malhoa.

El inicio de la carrera de Manoel de Oliveira coincidió, más o menos, con la llegada al poder de António de Oliveira Salazar. Su primera película Douro, faina fluvial (1931) estaba dedicada a su ciudad natal, Oporto, y al río que la atraviesa, pero ya pretendía ser una crítica al poder militar y policial. Casi diez años más tarde, rueda Aniki-Bóbó (1942), su primer largometraje y hoy uno de los clásicos del cine portugués. En él, Oporto vuelve a ser la principal protagonista a través de las aventuras de un niño de la calle. Una de las primeras películas sonoras portuguesas, A canção de Lisboa (José Cottinelli Telmo, 1933), es, como su título indica, un himno a Lisboa y constituye otro éxito del cine de entreguerras. La producción sostenida le valió a este período el apodo de la edad de oro del cine portugués. La predilección por las películas históricas o los temas relacionados con el folclore local puede considerarse como el efecto de la propaganda nacionalista mantenida discretamente por el régimen de Salazar. Las comedias populares protagonizadas por una población variopinta y a menudo jocosa fueron especialmente populares.

El Cine Novo y el inicio de la excepción portuguesa

Como reacción a la censura de la dictadura, y a las producciones tranquilizadoras que engendraba, surgió a principios de los años 1960 lo que hoy se llama Novo Cinema, un movimiento inspirado en la Nouvelle Vague francesa y en los impulsos emancipadores que surgían en Europa. Los años verdes (1963), del portuense Paulo Rocha, director emblemático del Novo Cinema, es testigo de los cambios que afectaban tanto a la sociedad portuguesa como a la ciudad de Lisboa. Su segunda película (Changing Lives, 1966) evoca la guerra librada por Portugal en Angola al relatar el regreso de un recluta a su pueblo de pescadores. La Revolución de los Claveles, en 1974, permitió definitivamente a un cine portugués de expresión personal salir de los márgenes o de las alusiones para abordar frontalmente temas políticos o liberarse de los códigos del cine tradicional. Los cineastas portugueses, siguiendo la estela de Oliveira o Rocha, se convirtieron en los favoritos de los festivales, siguiendo el ejemplo de João César Monteiro (Figueira da Foz, 1939), un crítico convertido en director de una excentricidad sin parangón, pero cuya trilogía de Dios (Memorias de la casa amarilla en 1989, La comedia de Dios en 1995 y El matrimonio de Dios en 1998) es también típica de esta tendencia al experimentalismo entre ciertos cineastas portugueses. Como ejemplo de un cine muy literario, cabe mencionar también a João Botelho (Lamego, 1949), cuya obra se puso bajo el mecenazgo de Fernando Pessoa desde su primera película (Conversa acabada, 1981) y que en 2010 dará una versión de El libro de la intranquilidad o adaptará el clásico de la literatura portuguesa del siglo XIX, La Maia (2014), de Eça de Queirós. Oliveira dirigió la que a veces se considera su obra maestra, No, o la vana gloria del mando (1990), una ambiciosa exploración del pasado militar de Portugal, y en particular de sus derrotas más sonadas, desde la antigüedad hasta las guerras coloniales.

Entre las ambiciones comerciales y las visiones de autor

El séptimo arte continuó su impulso en la década de 1990, mostrando una nueva, aunque tímida, voluntad de un cine más accesible: Três irmãos (Teresa Villaverde, 1994) reveló, el mismo año que Pulp Fiction (Quentin Tarantino), a la actriz Maria de Medeiros, que volvería a verse un año después en Adán y Eva (Joaquim Leitão), cuyas 250.000 entradas fueron una anomalía en la década. La misma María de Medeiros dedicó una película, al estilo de Hollywood, a la Revolución de los Claveles, Capitanes de abril (2000). Merece la pena ver La noche de los perros (2008), del director alemán Werner Schroeter, por su fantástica visión de Oporto, en el papel de una ciudad imaginaria sumida en un violento golpe de Estado. Los aficionados al fado y a Amália Rodrigues verán con gusto la película que le dedicó en 2008 Carlos Coelho da Silva, mientras que el éxito de Variações (João Maia, 2019), biopic de la cantante homónima fallecida de sida a los 39 años, parece indicar lo fructífero del filón y que Portugal está ya madura para volver a mostrar, además de su tradición de autor, un cine mainstream.

Oporto en el cine

Desde que llegara el cine a Oporto en el año 1896, aproximadamente un centenar de películas se han rodado o han sido producidas en la ciudad. Una parte importante de ellas, probablemente, será poco conocida por el visitante, aunque destacan algunas como la histórica Aniki-Bobó (1942), de Manoel de Oliveira, filmada en el centro histórico de la ciudad.
En la que fue considerada la época de oro del cine portugués, las décadas de 1940-1950, merece destacar la presencia de Oporto en la comedia O Leão da Estrela (El León de la Estrella), pero fue a finales de la década de 1990 cuando Oporto se dio a conocer internacionalmente en el ámbito cinematográfico. Películas como Trois ponts sur la rivière, del francés Jean-Claude Biette, O Xangô de Baker Street, del brasileño Miguel Faria Júnior, Pasos de Baile, del norteamericano John Malkovich (con Javier Bardem) y Sombras en una batalla, del español Mario Camus (con Carmen Maura) tuvieron por escenario esta ciudad.
El viajero que se interese más por este aspecto en particular puede recurrir también al libro O Porto na História do Cinema, de Sérgio C. Andrade, edición de Porto Editora, 2002.
La ciudad es reconocida internacionalmente por la producción de películas de animación, pues dispone de un equipamiento dedicado a este género cinematográfico, la Casa da Animação, que organiza regularmente sesiones de cine y exposiciones, estando asimismo preparada para acoger la producción de películas nacionales y extranjeras. En la cercana ciudad de Espinho se realiza anualmente, a primeros de noviembre, uno de los mayores festivales internacionales del género, el Cinanima.
Igualmente importante es el festival de cine fantástico Fantasporto, que se celebra anualmente en marzo, uno de los certámenes europeos del género más importantes, junto con el Festival de Sitges o del Festival Internacional de Cortometrajes que se celebra en Vila do Conde.