shutterstock_1842696541.jpg
shutterstock_763209022.jpg

Del románico al barroco

El centro histórico de Oporto le sumergirá en el urbanismo típico de una ciudad medieval, con sus calles estrechas, pasadizos abovedados, y sucesivos tramos de escaleras y plazas, como la plaza da Ribeira, cuyos perfiles han permanecido inalterados desde el siglo XII. En el siglo XIV, la ciudad y el puerto estaban protegidos por las imponentes murallas fernandinas, cuyos restos aún pueden verse. Las catedrales e iglesias, de estilo románico y gótico, se exhiben con orgullo como símbolo de la reconquista ideológica. En las cuencas del Duero y el Miño, la mayoría de las iglesias conservan la sobriedad del románico, mientras que en las grandes ciudades, los templos ganan en altura y en riqueza decorativa. En Oporto, esta evolución es claramente visible: la catedral, con su aspecto de fortaleza, muestra rasgos del románico, mientras que la iglesia de San Francisco y su soberbio rosetón revelan ya la riqueza del gótico.

Indisociables de la Portugal medieval, no se pierda los castillos de Lamego y Guimarâes, en los alrededores de Oporto, con sus imponentes siluetas almenadas. En Oporto, el Renacimiento se expresa con notas manieristas, como demuestra la iglesia dos Grilos, con su fachada ciertamente austera, pero muy escenográfica. En Vila Nova de Gaia, el monasterio da Serra do Pilar impresiona por la originalidad de la planta circular de su iglesia y su claustro con 36 columnas jónicas. La ciudad se transformó después en una bulliciosa y exuberante ciudad barroca. Bajo los trazos del arquitecto toscano Niccoló Nasoni, se adornó con oro y porcelana. Los famosos azulejos —como en la fachada de la iglesia de Santo Ildefonso— y los ejemplos de talha dourada, tallas de madera dorada enmarcadas por columnas salomónicas y baldaquinos, están por todas partes. La torre de los Clérigos y su iglesia, obra de Nasoni, fueron determinantes para que Oporto recibiera el título de «la más barroca de las ciudades portuguesas». En las afueras de la villa, no se pierda la Casa Mateus, el pequeño Versalles de Vila Real; y la soberbia iglesia del Bom Jesus de Braga, con sus magníficos jardines y una escalera monumental.

Del neoclasicismo al art déco

Bajo la influencia inglesa, Oporto viró hacia el neoclasicismo. Entre los grandes edificios de la época, el hospital de Santo António es sin duda el ejemplo más bello, aunque el más conocido es la British Factory, un vasto edificio neopalladiano.

Para descubrir la arquitectura ligada a los vinos de Oporto, visite el valle del Duero, que alberga magníficas quintas, grandes propiedades con fachadas inmaculadas que se alzan orgullosas en medio de los viñedos, dispuestas a su vez de manera aterrazada, formando gradas, gracias a una ingeniosa arquitectura de piedra.

A continuación, sin olvidar ese sentido de la puesta en escena tan portuano, la ciudad decorará sus fachadas con azulejos y transformará sus calles en calçadas portuguesas, con adoquines blancos y negros dispuestos para crear patrones sorprendentes. A principios de siglo, la ciudad construyó joyas de la arquitectura metálica. El puente de Dona Maria —diseñado por Gustave Eiffel— y el puente Dom Luís I —con su doble piso y su arco metálico de 170 metros de longitud— son los ejemplos más conocidos. Y no se deje engañar por las sabias líneas neoclásicas del palacio de la Bolsa, ya que en su interior se encuentra el soberbio Patio de las Naciones, rematado por un sorprendente techo de cristal sostenido por visibles pilares metálicos.

El comienzo del siglo XX estuvo marcado por las redondeces y entrelazamientos del art nouveau, del que se pueden admirar bellos ejemplos en la calle Santa Catarina y en la calle 31 de Janeiro. El Café Majestic, con su fachada ricamente ornamentada y sus techos decorados, y la librería Lello, con un soberbio techo de cristal y una fachada que mezcla elementos góticos y modernistas, son sus representantes más orgullosos. Unos años más tarde, sería el art decó el que dejaría su huella en la ciudad. El gran arquitecto de la época fue José Marques da Silva, que diseñó la Casa Serralves. Su silueta rosa, que mezcla líneas curvas y rectas, evoca a un transatlántico. Este estilo se encuentra en otros edificios famosos de la ciudad, como el cine Batalha o el Coliseo, fáciles de reconocer por sus ojos de buey y sus siluetas que recuerdan a mástiles y alerones.

Oporto contemporáneo

El Tribunal da Relaçao do Porto es un buen ejemplo de la mezcla de modernismo y clasicismo que fue tan popular durante la dictadura de Salazar. Durante la posguerra, la ciudad también construyó muchas viviendas y edificios administrativos adoptando los volúmenes sencillos y austeros heredados de Le Corbusier. Pero muy pronto dos personalidades iban a romper estos códigos modernistas, proponiendo una arquitectura de tamaño humano, repleta de luz, sobriedad y elegancia: Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura. Ambos trabajaron juntos en la modernización de la ciudad, como demuestra la renovación de la avenida dos Aliados, con una refinada perspectiva. También dejaron su huella en las estaciones de metro. Souto de Moura diseñó catorce de ellas, mientras que Siza se contentó con la estación de São Bento, una luminosa mezcla de vidrio, acero y hormigón. Siza también construyó la Escuela de Arquitectura de la ciudad, un buen ejemplo de racionalismo estético, y la Fundación Serralves de Arte Contemporáneo, una sorprendente estructura de hormigón y acero. En las proximidades de Oporto, Souto de Moura diseñó el estadio de la ciudad de Braga, que construyó adosado a la pared de roca de la cantera circundante, un ejemplo perfecto de su minimalismo y del esmerado cuidado que ponía en vincular su obra con el entorno. La Casa da Música es obra de Rem Koolhaas, que diseñó una estructura ultramoderna llena de referencias a la historia arquitectónica del país: los órganos están decorados con talha dourada, como en la gran época barroca, y las decoraciones de azulejos recuerdan las fachadas del siglo XIX. La futurista terminal de pasajeros del aeropuerto de Leixões, diseñada por Luis Pedro Silva, fue galardonada con el premio al mejor edificio del año en 2017. En la actualidad, Oporto vibra al ritmo de sus jóvenes arquitectos —cuyas elegantes creaciones hacen un guiño a la obra de Siza y Souto de Moura— y de sus diseñadores, que encuentran en la ciudad industrial e industriosa un maravilloso campo de experimentación para aunar arte y artesanía.