Jardin botanique de Koishikawa  © Takashi Images - Shutterstock.com.jpg
Jardin du temple de Ginkaku-Ji © Sarunyu L - Shutterstock.Com.jpg
Parc Shinjuku Gyoen © SenSeHi - Shutterstock.Com.jpg

Apreciar el lado efímero de la naturaleza

Para comprender mejor la relación de los japoneses con su entorno, también debemos examinarla a la luz del sintoísmo y el budismo. El sintoísmo celebra la comunión con la naturaleza y las deidades veneradas cuyo hábitat son manantiales, montañas o rocas. El budismo, por su parte, nos enseña a no apegarnos a las cosas, haciendo hincapié en la impermanencia. Hanami, la costumbre japonesa de apreciar la belleza de los árboles en flor en primavera, ilustra esta actitud de contemplar el lado efímero de la vida, en la imagen de esta belleza extrema que el menor soplo de viento puede disipar. Este aprendizaje del desapego nos permite aceptar los caprichos de la vida y seguir adelante. En el siglo XII, Kamo no Chômei escribió en Notas desde mi cabaña de monje: "El mismo río fluye sin cesar, pero nunca es la misma agua. Aquí y allá, en las superficies tranquilas, aparecen y desaparecen manchas de espuma que nunca permanecen mucho tiempo. Lo mismo ocurre con la gente aquí en la tierra y sus hogares Tokio ha sido destruida y reconstruida varias veces en su historia, primero durante el terremoto y el incendio de 1923, y después durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, los japoneses viven en previsión del "grande", un terremoto muy fuerte que podría sacudir Tokio en los próximos treinta años.

Cuando el desarrollo embrutece la naturaleza

La economía también ha contribuido a modelar la relación entre los japoneses y su entorno. Con la era Meiji, en el siglo XIX, empezó a imponerse la industrialización, lo que provocó la destrucción y depredación de la naturaleza, que se aceleró tras la Segunda Guerra Mundial. Se construyeron inmensos complejos industriales a lo largo de la costa. Tokio ha sacrificado su litoral al desarrollo de su puerto y del aeropuerto de Haneda. El declive de la biodiversidad puede ilustrarse con el descenso de las poblaciones de luciérnagas. La fragmentación de su hábitat y la contaminación agrícola son los principales factores de este declive, junto con el comercio de luciérnagas, que son transportadas a los jardines de restaurantes y hoteles.

Los jardines japoneses o la naturaleza creada por el hombre

Los jardines japoneses son una construcción intelectual. La tierra y el agua son elementos simbólicos, representados por los estanques, que los visitantes pueden contemplar o recorrer. Extremadamente elaborados, reveladores de una gran sensibilidad y estética para cada estación, son ante todo la proyección de un paraíso. Los jardines zen o secos, casi exclusivamente minerales, son espacios que invitan a la meditación. Los visitantes de Tokio y sobre todo de Kioto tendrán mucho donde elegir a la hora de sumergirse en la atmósfera de los jardines japoneses. Se calcula que en la antigua capital hay más de 300 jardines de monasterios

Jardín del temploRyoan-ji: se trata de un jardín zen (karesansui ) que invita a la meditación.

Jardín del temploGinkaku-ji (Pabellón de Plata): alberga un jardín seco (conocido como "Mar de Arena Plateada") y un jardín de musgo, con estanques, puentes, pequeños arroyos y plantas.

Jardín del Templo Saiho-ji, también conocido como el "Templo del Musgo": este colorido jardín le lleva en un recorrido circular alrededor del "Estanque Dorado".

JardínBotánico Koishikawa (Tokio). La occidentalización durante la era Meiji difundió la botánica europea a través de la traducción de obras científicas traídas por los holandeses. En 1844 se creó el jardín botánico Koïschikawa, con especies medicinales. Dependiente de la Universidad, en la actualidad conserva una gran variedad de especies.

Jardines del Palacio Imperial (Tokio): los jardines orientales y el Jardín Nacional al aire libre están abiertos al público y ofrecen un encantador remanso de paz.

Parque Shinjuku Gyoen (Tokio): un inmenso parque de 58 hectáreas que ofrece una gran variedad de plantas, entre ellas más de 1.500 cerezos.

De la destrucción de la naturaleza a los movimientos ecologistas

A lo largo de su historia, Japón ha sufrido varios accidentes graves, que provocaron reacciones y dieron lugar a los primeros movimientos que podrían calificarse de ecológicos. Estos sucesos impulsaron un discurso pronunciado en 1910 por Shōzō Tanaka, en el que abogaba por reapropiarse de la "armonía natural", basada en el confucianismo y el budismo. Sin embargo, la agricultura ecológica está poco desarrollada en Japón, y se encuentran muy pocas tiendas de productos ecológicos. La razón reside en el dominio de las cooperativas, la falta de apoyo gubernamental y el gusto de los consumidores por los productos envasados y calibrados. Sin embargo, la sociedad civil se moviliza en torno al medio ambiente. Varios habitantes de Tokio han decidido limpiar el litoral de la ciudad. Gracias a sus esfuerzos, una playa es ahora accesible a los bañistas, lo que no ocurría desde los años 70 debido a la contaminación. Un residente ha utilizado incluso algas y ostras sujetas a estructuras de bambú como dispositivo de purificación. Además, la aglomeración se ha embarcado en programas de tratamiento del agua coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Tokio. "Nadar en el mar será un legado de los Juegos", prometió el alcalde de Odaiba.

Hacia los residuos cero

Ciertos valores ancestrales forman parte de la cultura japonesa, como la lucha contra el despilfarro y vivir de forma sencilla, sin nada superfluo. Este modo de vida "inspirado en el wabi-sabi" facilita la aplicación del enfoque de "residuo cero" que se promueve en Japón. Si a esto le añadimos una serie de normativas (recogida selectiva) y campañas de concienciación, veremos florecer un sinfín de bonitas iniciativas. Entre ellas destacan el furoshiki, el arte de envolver con telas recicladas, el tawashi, una esponja fabricada con telas usadas, y el oculi, un pico de bambú para los oídos. El periódico Mainichi Shimbun se fabrica con papel reciclado hecho con agua y semillas; una vez que termine de leerlo, sólo tiene que plantarlo y tendrá flores. Los objetos rotos también pueden reutilizarse mediante la técnica del kintsugi. En Kioto, puede encontrarse con samuráis antibasura con pinzas para desechos. En Tokio, un bar efímero, el Gomi Pit, ha abierto sus puertas en 2019 en una planta incineradora de residuos, para concienciar in situ. Al fin y al cabo, ¡los residuos menos contaminantes son los que no se producen! Todavía se consume mucho plástico, sobre todo de envases, y debemos seguir esforzándonos por prevenir y reducir los residuos. Japón pretendía promover su política de cero residuos en los Juegos Olímpicos de Tokio (que se celebraron a puerta cerrada en 2021), sobre todo con medallas fabricadas con metales reciclados.

Clima y calidad del aire: cuestiones candentes

A finales de los noventa, la ciudad de Tokio emprendió una política antidiesel. La campaña se centraba en la salud y se basaba en medidas para reducir el número de vehículos diésel. Al mismo tiempo, el gobierno introdujo normativas restrictivas en la misma línea. Entre 2001 y 2011, la concentración de partículas finas en Tokio descendió un 55%. Pero en 2010, el gobierno dio un giro de 180 grados... en nombre de la lucha contra el efecto invernadero (el diésel se considera menos emisor que la gasolina). ¡Las ventas de coches diésel aumentaron un 80% entre 2012 y 2014! Desde 2020, sin embargo, el país se ha comprometido con el objetivo de "cero emisiones de carbono para 2050" y espera prohibir la venta de vehículos diésel y gasolina para 2035.