A mitad de camino entre el mar y la montaña, a una altura de 280 metros en un circo de colinas boscosas, se encuentra Espéraza, un hermoso pueblito enclavado en un recodo del Alto Valle del Aude. La comuna se extiende a ambos lados de las orillas del río Aude, entre los Pirineos y Corbières, un lugar de vida prehistórica. Un pueblo natural del que parten muchos senderos. Alberga dos museos y ofrece agradables actividades de verano: las fiestas de Santiago en julio y las de San Miguel en septiembre. Un Alto Valle cargado de historia, que comenzó en la época de Carlomagno, marcada por el nacimiento de numerosas abadías (Saint-Hilaire, Saint-Martin-Lys, Alet). En el 813, le tocó a Espéraza tener su propio priorato. En la Edad Media, el pueblo vivía del trabajo de los almadieros (carrassiers o radeliers), que transportaban leños y troncos entre Quilllan y el mar. La madera se utilizó primero para la calefacción, y luego, a partir del siglo XVII, para la construcción de barcos. A mediados del siglo XIX, Espéraza devino en un centro de fabricación de sombreros de fieltro de lana, hasta el punto de que se convirtió en la segunda fábrica de sombreros más grande del mundo. En 1989, nuevo giro en la historia cuando varias investigaciones paleontológicas descubrieron varios miles de huesos de dinosaurios. Una excavación que aún se extiende hoy hasta Campagne-sur-Aude y que esconde uno de los más importantes depósitos de fósiles de Europa.

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