Una democracia verde y pacifista
Antigua colonia española, Costa Rica se independizó en 1821. Tras un trágico episodio de guerra civil en 1948, al año siguiente se abolió el ejército: una primicia mundial. Hoy, en caso de conflicto geopolítico, el país acude al Tribunal de La Haya, la Corte Internacional de Arbitraje, o recurre a otros países para encontrar una solución diplomática. El largo proceso de democratización de Costa Rica, iniciado con la independencia, fructificó con la llegada al poder de Óscar Arias Sánchez, agricultor y filósofo galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1987. "La paz es un proceso interminable [...]. Es una actitud, una forma de vida [...]. No puede ser impuesta a la nación más débil ni aplicada por la potencia más fuerte". Costa Rica, de tradición pacifista desde hace medio siglo, fue el primer país del mundo en conceder la plena ciudadanía a las mujeres, los negros y los amerindios. El país ha conseguido reducir considerablemente la pobreza y tiene algunos de los mejores indicadores sociales de su región. Todas estas decisiones revolucionarias han hecho de Costa Rica un destino utópico para numerosos idealistas, algunos de los cuales se convirtieron en pioneros de nuevas luchas. Apodado la "Suiza de Centroamérica", el país ha escapado a las profundas tribulaciones políticas de sus vecinos Panamá, Nicaragua y El Salvador, y ha acogido a muchos refugiados que huían de la persecución política. En 2021, los refugiados presentaron más de 108.000 solicitudes de asilo, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. La mayoría de estos solicitantes procedían de Nicaragua. Desde 2018, más de 300.000 nicaragüenses han solicitado asilo en Costa Rica.
Contexto económico
La economía del país, que ahora depende en gran medida del turismo (13,2% del PIB nacional en 2023), ha dependido durante mucho tiempo de los productos agrícolas para sus principales exportaciones. Costa Rica dependía en gran medida de las exportaciones de café, pilar de la economía del país, así como de cacao y plátanos. Como uno de los mayores productores de piña del mundo, a menudo se acusa a Costa Rica de un uso excesivo de fertilizantes y pesticidas: una situación paradójica para un país que pretende ser pionero en la causa medioambiental. Pero la producción de piña es un pilar de la economía: solo Costa Rica abastece a más del 80% del mercado europeo, y su cuota de mercado en el continente alcanzó el 89% en 2018. Por otro lado, el monocultivo de piña tiene cada vez más consecuencias sociales: las familias sufren problemas de salud, el agua se ha vuelto no potable y se considera que las condiciones laborales rozan la sobreexplotación. Las ONG alertan a las autoridades, pero sin resultado. Sin embargo, el sector ha empezado a sufrir recientemente la competencia y la llegada de nuevos productores.
Desde agosto de 2022, una planta de ensamblaje y ensayo de semiconductores (una inversión estimada en 600 millones de dólares) pretende producir el 20% de las exportaciones del país. Su economía también se ha orientado hacia una industria de nicho: los dispositivos médicos y los textiles, la mayoría de cuyas exportaciones se dirigen a Norteamérica.
Con un PIB de 100.600 millones de dólares en 2024, Costa Rica se ha convertido en miembro de la OCDE (mayo de 2021) y cuenta ya con el apoyo de la comunidad financiera internacional. En 2024, el Índice de Desarrollo Humano del PNUD sitúa a Costa Rica en el puesto 64 del mundo. En un país donde el PIB per cápita es superior al de China o Brasil, el nivel de vida de Costa Rica no parece experimentar especiales problemas. Sin embargo, a pesar de algunos avances, persisten ciertas desigualdades. En 2024, el porcentaje de personas que vivían por debajo del umbral de pobreza era del 23%.
Prioridad a las energías renovables
Energías renovables, reforestación, áreas naturales protegidas: Costa Rica tiene una política pionera que aprovecha económicamente sus recursos ecológicos. El desarrollo sostenible es, por tanto, parte integrante del ADN del país y toda la clase política reconoce la realidad del cambio climático. El Tribunal Verde de Costa Rica, un tribunal de justicia ambiental único en el mundo, se encarga de detener los proyectos sospechosos de no ser ecológicos. En 2019, el país publicó su Plan Nacional de Descarbonización 2018-2050, detallando cómo se convertiría en una economía de emisiones netas cero para 2050. Con el objetivo de convertirse en el primer país neutro en carbono mediante la reducción o compensación de las emisiones de carbono, Costa Rica ha instituido un sistema de pagos por servicios ambientales, financiado en parte por un impuesto sobre el consumo de combustibles fósiles. Costa Rica ya produce el 100% de su electricidad desde 2015 y ha explotado con éxito su potencial geográfico. Una gran parte de la producción eléctrica del país se genera ya a partir de fuentes de energía renovables, principalmente hidroeléctricas, pero también eólicas, solares y geotérmicas. La aceleración de la producción de energías renovables es posible gracias a los numerosos recursos del país. En primer lugar, el agua, principal fuente de energía disponible en el país, ha permitido el despliegue de una veintena de centrales hidroeléctricas. Sin embargo, el proyecto de la mayor presa eléctrica de Centroamérica, El Diquis, fue finalmente abandonado por el Estado costarricense en noviembre de 2018. El país también se beneficia de la energía geotérmica, la transformación del calor subterráneo en energía, con cinco centrales geotérmicas. Estas centrales permiten al país ser independiente de las precipitaciones y producir electricidad de forma continua con unos costes de explotación inferiores a los de otras fuentes de energía. El país también convierte los residuos en energía mediante la combustión gracias al sistema de biomasa. Finalmente, ya en 2011, René Castro, entonces ministro de Medio Ambiente y Energía, firmó una moratoria que prohibía la explotación de petróleo durante un periodo de tres años, que fue confirmada por la nueva presidencia en la conferencia sobre el clima de 2014 en Nueva York. Si esta estrategia de "descarbonización" tiene éxito, Costa Rica puede servir de hoja de ruta para otros países, especialmente los que están en vías de desarrollo, al demostrar cómo unos dirigentes elegidos democráticamente pueden promover el crecimiento económico alejándose de las fuentes de energía contaminantes. Este pequeño país con mil recursos encarna así un verdadero modelo global, pero varios contratiempos parecen frenar estas ambiciones: por un lado, la medición de los resultados ecológicos es compleja (una acción puede ser beneficiosa a un nivel, mientras que resulta negativa a otro), y por otro, todos los planes y proyectos a largo plazo fijados por los distintos gobiernos se ven a veces comprometidos por las nuevas estrategias políticas y económicas.
Futuras cuestiones políticas
El país combina ventajas fiscales, estabilidad política y un alto nivel de vida, más que otros países centroamericanos. El periodo de 2018 a 2022, bajo la presidencia de Carlos Alvarado, fue especialmente significativo en términos de protección medioambiental: Costa Rica tomó decisiones ejemplares en materia de explotación de recursos. La visión del expresidente Alvarado conciliaba ecología y economía, al tiempo que priorizaba la reducción de la huella de carbono del país y el fin del uso de combustibles fósiles. El joven presidente, ecologista declarado, previó un plan de descarbonización y se fijó el objetivo de cero emisiones netas para 2050. Para lograr este objetivo, el plan incluía reformas en el transporte, el sector inmobiliario, la gestión energética, la gestión de residuos, la desaparición completa de los plásticos y la renuncia total al petróleo. En 2019, Costa Rica recibió incluso el premio "Campeones de la Tierra" del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el máximo galardón medioambiental de la ONU. Dos años después, la organización REN21, especializada en energía sostenible, consideró a Costa Rica pionera en la producción de energías renovables en el planeta en su informe publicado en 2021. La llegada al poder del nuevo presidente, Rodrigo Chaves Robles, en la primavera de 2022, ha cambiado por completo la situación, y el país corre ahora el riesgo de caer en la inacción en sus propósitos ecológicos. Rodrigo Chaves Robles, conservador y antiguo ejecutivo del Banco Mundial, no parece querer hacer de la política ecológica una prioridad. Economista contrastado y antiguo Ministro de Economía, el nuevo Presidente da la espalda a varias décadas de políticas de protección del medio ambiente y ha declarado que quiere centrarse más en reducir la deuda pública (70% del PIB en 2022), el desempleo (14%) y la pobreza (23%). Sus convicciones le llevaron a negarse a firmar el Acuerdo de Escazú, el primer acuerdo del mundo que introduce disposiciones específicas para proteger los derechos de los defensores del medio ambiente y el primer tratado medioambiental de América Latina (una iniciativa sin precedentes a pesar de haber sido iniciada por la propia Costa Rica). Esta negativa de Rodrigo Chaves Robles es, por tanto, una decepción para muchos costarricenses. Rodrigo Chaves Robles ya está siendo bautizado como el "presidente antiambiental", ya que planea revertir las decisiones de sus predecesores y volver a explotar los recursos mineros, gasísticos y petrolíferos del país para promover el crecimiento. Desde su toma de posesión en mayo de 2022, el Presidente Rodrigo Chaves Robles también ha tenido que hacer frente a dos grandes retos: el aumento del narcotráfico y la violencia relacionada con las bandas, y la crisis migratoria, considerada una emergencia nacional.