La vida política en Bután
Hasta la década de 1960, Bután no tenía ni carreteras ni escuelas. En 2008, bajo el liderazgo del4º Druk Gyalpo, Jigme Singye Wangchuck, el país aprobó su primera Constitución, estableciendo una monarquía constitucional democrática. El sistema asocia ahora al rey con un parlamento bicameral: el Consejo Nacional(Lhengye Zhungtshog), con 25 miembros, 5 de los cuales son nombrados por el rey, y la Asamblea Nacional(Tshogdu), con 47 diputados elegidos. El Rey sigue siendo Jefe de Estado, sin poderes ejecutivos ni legislativos, y puede ser destituido por mayoría cualificada.
La vida política está dominada por dos partidos: el Partido Democrático Popular (PDP) y el Partido Virtuoso (DPT). En 2008, 318.000 butaneses votaron por primera vez en unas elecciones legislativas que ganó el DPT con 44 escaños, liderado por Jigme Thinley. En 2013, Tshering Tobgay, del PDP, se convirtió en Primer Ministro, criticando la Felicidad Nacional Bruta del país, que consideró insuficiente ante la deuda, la pobreza y el desempleo juvenil. En enero de 2024, el PDP volvió al poder, ganando 30 de los 47 escaños, marcando un punto de inflexión político bajo el liderazgo de Tshering Tobgay, entonces Primer Ministro, frente a los persistentes desafíos económicos.
Política exterior
En el plano internacional, Bután, aislado durante mucho tiempo, mantiene estrechos lazos con India, su principal socio económico y de seguridad. Sin embargo, en los últimos años, Thimphu ha tratado de equilibrar esta relación, sobre todo ante las tensiones surgidas durante las elecciones de 2023-2024, cuando el aumento del precio del combustible reavivó la preocupación por la dependencia de la vecina India. Al mismo tiempo, Bután está reforzando sus relaciones con China, aumentando el número de visitas y los acuerdos económicos, a pesar de las sensibilidades históricas vinculadas al Tíbet. Este juego de influencias entre Pekín y Nueva Delhi sitúa a Bután en el centro de las rivalidades asiáticas. A nivel interno, esta joven democracia también se enfrenta a grandes retos, sobre todo la creciente corrupción y la persistente pobreza, que preocupan a una parte de la población.
El campeón de la economía "responsable"
La economía de Bután sigue siendo una de las más pequeñas del mundo. La agricultura, la silvicultura, el turismo y la energía hidroeléctrica siguen constituyendo la base de los ingresos, con una transición gradual hacia un comercio internacional más diversificado. La explotación de recursos naturales, como madera, manzanas y chiles, sigue siendo esencial y sustenta a la mayoría de la población. La agricultura representa actualmente cerca del 14% del PIB y da empleo a casi el 38% de la población activa. Preocupado por su medio ambiente, Bután prosigue sus políticas ecológicas: mantiene la prohibición del tabaco, prohíbe los plásticos de un solo uso y fomenta la agricultura ecológica. Para 2023, el país afirmará su liderazgo en energía verde, produciendo más del 95% de su electricidad a partir de la hidroelectricidad, al tiempo que aspira a la neutralidad de carbono para 2030.
Turismo y electricidad: los dos pilares de la economía butanesa
Desde mediados de la década de 1980, la producción de energía se ha convertido en un problema importante para el país. Bután tiene ahora cinco centrales hidroeléctricas y exporta casi el 75% de su producción, principalmente a India, además de cubrir todo su consumo interno; otras seis están en construcción. Sólo el sector energético representa la mayor parte del PIB. Sin embargo, el País del Dragón del Trueno quiere abolir su dependencia de los combustibles fósiles favoreciendo los coches eléctricos. Todo un reto para este país, que ha visto multiplicarse por seis el tamaño de su red viaria en 10 años, aumentando considerablemente el número de vehículos privados en las carreteras. Además de la energía hidroeléctrica, el sustento de Bután se basa en gran medida en el desarrollo masivo del turismo. Casi 45 años después de abrir sus puertas a los visitantes, el turismo se ha convertido en la principal industria de servicios del país y representa una quinta parte de sus recursos. En 2024, 145.065 turistas pisaron suelo butanés, ¡frente a los 287 de 1974!
Desde principios de la década de 2000, el turismo ha experimentado un auge sin precedentes, y en la actualidad operan en el país unas 1.500 agencias autorizadas. Pero es un turismo que pretende tener un bajo impacto ecológico. Siempre fiel a su deseo de preservar sus recursos naturales, el Gobierno butanés desea controlar escrupulosamente el acceso a su territorio limitando el número de visitantes que llegan a Bután cada año y fijando una tarifa diaria muy cara para los turistas (100 dólares al día). No cabe duda de que el turismo se elige en función del dinero. Y es una fuente de ingresos especialmente rentable para el reino.
Lo que está en juego hoy
Hoy, aunque el nivel de vida sigue siendo relativamente bajo, el País del Dragón del Trueno ostenta una de las economías de más rápido crecimiento del sur de Asia. Los retos económicos de Bután están relacionados principalmente con su continuo desarrollo y la atracción de capital extranjero. La rápida entrada de Bután en la modernidad puede explicar su política económica, a veces quisquillosa, sobre todo en el ámbito del comercio internacional. Esta política obstaculiza el desarrollo de la inversión extranjera. Bután también se enfrenta a una serie de retos que deberá resolver en los próximos años, empezando por el problema del éxodo rural y la desafección del campo por las ciudades, que en consecuencia tienen una tasa de desempleo muy alta, sobre todo entre los jóvenes. Además, el país deberá conciliar su entrada en la sociedad de consumo, salvaguardando al mismo tiempo su cultura y sus valores. Otro reto es absorber el creciente número de turistas, ofreciendo al mismo tiempo unas infraestructuras acordes con las normas internacionales y el coste relativamente elevado de los visados.