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Sobre la influencia del Islam

La religión define el modo de vida saudí, está presente en todos los actos de la vida cotidiana y rige las relaciones entre hombres y mujeres. Si las 5 oraciones diarias no son obligatorias, el país deja de funcionar durante ellas. Las tiendas cierran si los comerciantes lo desean, las administraciones se detienen y los hombres se sientan en la calle o van a la mezquita. Los hombres visten tradicionalmente la thobe, una larga túnica blanca bajo la que llevan pantalones cortos. Llevan un shemagh a cuadros rojos y blancos, sujeto con un agal. Las mujeres se cubren con una abaya y llevan el hiyab, el velo islámico. El niqab, velo que cubre el rostro, no es obligatorio. El consumo de alcohol, carne de cerdo o artículos pornográficos está estrictamente prohibido. De hecho, toda la sociedad se rige por una regla sencilla, pero que abre la puerta a todas las interpretaciones: la modestia.

El lugar de las mujeres

El príncipe heredero Mohammed Ben Salman, en el poder desde 2017, ha realizado numerosos gestos a favor de los derechos de las mujeres. Ahora tienen derecho a conducir, pueden trabajar e incluso elegir vivir solas. En los últimos años, ha habido empresarias, directoras de banco, camareras y policías. Aunque la feminización del mundo laboral es todavía tímida, existe y se calcula que el 20% de las mujeres que viven en Arabia Saudí trabajan. Esta liberalización va acompañada de un activismo feminista moderado.

La influencia de la urbanización

Arabia Saudí inició su revolución en la década de 1950. El reino se enriqueció considerablemente con la venta de su petróleo y se modernizó. Los oasis se transformaron en ciudades y la población, tradicionalmente seminómada, se asentó. Hoy, casi el 85% de la población saudí vive en ciudades. Esta rápida transformación ha modificado considerablemente las relaciones sociales. El coche ha sustituido al dromedario, las tiendas o casas de barro han dado paso a edificios de hormigón y la televisión ha entrado en los hogares. Los hombres ocupan la mayor parte del espacio público, dirigen las tiendas, trabajan en las oficinas, construyen el futuro del país. Los niños crecen frente a la pequeña pantalla, viendo dibujos animados árabes y películas americanas aguadas. Las pocas actividades de ocio permitidas son los cafés (sin alcohol), los centros comerciales, los parques infantiles y algunos eventos deportivos sólo para hombres. El príncipe heredero Ben Salman, en su proyecto "Visión 2030" de apertura y modernización del país, trabaja para que los jóvenes saudíes dispongan de más tiempo libre. Ha autorizado la apertura de cines y ha hecho posible la celebración de conciertos mixtos. Impulsa el desarrollo del turismo interior e incluso planea construir una estación de esquí en las montañas del Hiyaz.

Una sociedad fragmentada

Hasta la década de 2000, se pensaba que la pobreza sólo afectaba a las personas de origen inmigrante y el tema era tabú. Una visita del rey Abdullah a los barrios marginales de Riad en 2002 cambió todo eso. Le impactó el número de saudíes que vio durmiendo en la calle. Ordenó elaborar una estrategia de lucha contra la pobreza aumentando el presupuesto de la seguridad social y el número de viviendas sociales. Pero sin ningún efecto real. Dos tercios de los trabajadores del sector privado ganan menos del mínimo necesario para una familia con 4 hijos. La tensa situación en el mundo árabe llevó al Gobierno a reorientar su esfuerzo presupuestario hacia el armamento en la década de 2010. La falta de cifras dificulta la evaluación de la situación, pero la elevada tasa de endeudamiento (el 75% de los saudíes ha suscrito un préstamo al consumo a largo plazo) y una tasa de desempleo superior al 10% hacen que no todos los saudíes se revuelquen en dinero.