shutterstock_420760384.jpg

El petróleo, fuente de riqueza

El grueso de la economía saudí se basa en la producción de petróleo. El primer yacimiento petrolífero se descubrió en marzo de 1938 en el noreste del país. A partir de 1945, Estados Unidos se aseguró un acceso privilegiado al petróleo saudí a cambio de protección militar. Los ingresos de la explotación del petróleo permitieron al joven país asegurar su desarrollo. Se construyó un ferrocarril entre el noreste y La Meca, y carreteras para unir las distintas regiones. En 1960, los países productores de petróleo se organizaron para subir el precio del barril, fijado entonces en 5 dólares. La OPEP tuvo 5 países fundadores, entre ellos Arabia Saudí. Entre 1977 y 1981, Arabia Saudí ganó 300 millones de dólares al día. Estas ganancias extraordinarias permitieron financiar planes quinquenales de desarrollo. El plan 1975-1980, con un presupuesto de 195.000 millones de dólares, permitió construir 28 presas, 24.000 km de carreteras, 4 puertos, 175.000 viviendas y el aeropuerto de Yeda, entonces el mayor del mundo. A partir de la década de 2000, la parte de las exportaciones de crudo en el PIB disminuyó. Cayó del 34% en 2000 al 21% en 2013, lo que aún representaba 312.700 millones de dólares. En 2015, la caída de los precios del petróleo no deja de tener consecuencias para la economía del país. Arabia Saudí se ha visto obligada a emitir deuda, por primera vez desde 2007, y a reducir sus gastos de funcionamiento. En la actualidad, el país produce 10,4 millones de barriles de crudo al día para una producción máxima de 12 millones de barriles. Algo menos de 7 millones se destinan a la exportación, lo que convierte al país en el mayor exportador del mundo. El reino prevé aumentar su capacidad de producción a 13 millones de barriles de aquí a 2027. En 2019, la petrolera británica BP estimó las reservas de petróleo de Arabia Saudí en 266.000 millones de barriles, lo que representa el 15,8% de las reservas mundiales. El país posee también una importante reserva de gas natural de 8,2 billones demetros cúbicos, es decir, el 4,4% de las reservas mundiales.

La industria manufacturera

A partir de los años cincuenta, Arabia Saudí empezó a diversificar su producción para satisfacer la creciente demanda del mercado interior. La diversificación de los productos derivados del petróleo y la disponibilidad de capital llevaron al país a crear y aumentar el número de unidades de producción en diversos sectores: plásticos, mobiliario de oficina, alimentos industriales, pinturas, sistemas de aire acondicionado, fertilizantes, edificios prefabricados de aluminio, etc. Pero al carecer de conocimientos técnicos y mano de obra cualificada, los saudíes se vieron obligados a contratar a fabricantes extranjeros, que a menudo se encargaban del mantenimiento y la explotación, además de la entrega de una fábrica llave en mano. En la década de 1970, el gobierno desarrolló dos ciudades industriales: Jubayl, en la costa del Golfo Pérsico, y Yanbu, en el Mar Rojo. Estos oasis se centran principalmente en actividades intensivas en energía o en la producción de productos derivados de los hidrocarburos: refinerías, química pesada, fertilizantes, plásticos, acero y metal. Alrededor de estas fábricas se construyen zonas residenciales ultramodernas. En 1982, para limitar la creciente influencia de los contratistas e inversores extranjeros, el Estado procedió a una "saudización" de las empresas destinada a aumentar la proporción de trabajadores locales. En 2020, el sector manufacturero representaba el 10% del PIB saudí.

Un país en busca de inversiones extranjeras

En 2000, Arabia Saudí aumentó su atractivo para atraer capital extranjero creando una agencia dedicada a las inversiones en el reino, la Autoridad General Saudí de Inversiones (SGIA, que fue sustituida posteriormente por el Ministerio de Inversiones). Esta institución se encarga, en particular, de facilitar los trámites administrativos a los inversores, incluidos los extranjeros, y expide licencias que autorizan a los inversores extranjeros a participar en el capital de las empresas locales. Los importes mínimos de inversión se fijan por sectores: 6,7 millones de dólares en el sector agrícola, 1,3 millones de dólares en la industria y 500.000 dólares en los demás sectores. Además, muchos sectores están cerrados a los extranjeros, como la industria petrolera (exploración, perforación, producción), la sanidad, el transporte, las telecomunicaciones (con excepción de los servicios de telecomunicaciones móviles y fijas o el intercambio electrónico de datos), la pesca, la distribución, los servicios a las fuerzas armadas, la imprenta y la edición, las inversiones inmobiliarias y los servicios a los peregrinos en las ciudades santas de La Meca y Medina. En 2020, la inversión extranjera directa ascendió a 5.400 millones de dólares.

Visión 2030

Llevado al poder en 2017 por su padre, el rey Salmane, el joven príncipe heredero Mohamed Ben Salmane trabaja para mejorar la imagen de su país, al menos en apariencia, con el fin de atraer inversiones. Ansioso por anticiparse al final de la bonanza petrolera, está desarrollando un ambicioso programa de diversificación de la economía. la "Visión 2030" se presentó el 25 de abril de 2016, cuando MBS era ministro de Defensa y presidente del Consejo de Asuntos Económicos y Desarrollo. Este programa de reformas socioeconómicas se basa en tres pilares. El pilar económico prevé la diversificación de las actividades y la capacitación de los jóvenes. Incluye la apertura del país al turismo y grandes proyectos de desarrollo sostenible. El plan social pretende reforzar los servicios a la población, sobre todo en los sectores de la sanidad, la cultura y el ocio. Su objetivo es reforzar la identidad nacional saudí, en particular revalorizando el patrimonio nacional. No se olvida el aspecto político, con un proyecto de reformas institucionales que aportan más transparencia y eficacia a la gestión de los asuntos públicos. El programa se divide en tres planes quinquenales que permiten poner en marcha 543 iniciativas concretas.