Las brujas de Berry
Durante mucho tiempo, el Berry rural estuvo bajo la influencia de las brujas, las "j'teux d'sorts" temidas por sus supuestos poderes. En el campo se las culpaba de las fiebres, las malas cosechas y la pérdida de ganado. Rezay, en el departamento de Indre, apodada la "capital de las brujas", encarna este aura con sus birettes, figuras mitad humanas, mitad sobrenaturales, capaces de embrujar a todo un pueblo. Entre 1580 y 1730, periodo de tensiones religiosas, la Iglesia persiguió a estos supuestos herejes, erigiendo una veintena de piras en los departamentos de Cher e Indre. Estas persecuciones, lejos de borrar su memoria, alimentaron un folclore tenaz. En Bué, pequeño pueblo cercano a Sancerre, esta tradición pervive en la Nuit des Sorciers (Noche de las Brujas). Este acontecimiento estival celebra a las brujas con hogueras, bailes e historias que evocan los sabbats de antaño. Los lugareños rinden homenaje a estos hombres y mujeres ambiguos, que oscilan entre el miedo y la fascinación, en una fiesta que combina historia y espectáculo. Este ritual demuestra hasta qué punto la brujería, lejos de ser una reliquia, sigue siendo una fibra viva de Berry, un eco de las creencias de un pueblo enfrentado a lo inexplicable.
Alquimia en Bourges
Tras ser expulsados de París y Orleans, los alquimistas encontraron refugio en Berry. Bourges se estableció como un importante centro de alquimia medieval y renacentista, rivalizando con otras ciudades como Praga. Esta reputación, amplificada en el siglo XX por la obra de Fulcanelli Le Mystère des Cathédrales, se basaba en monumentos rebosantes de símbolos herméticos, reflejo del saber oculto. La catedral de Saint-Etienne es un libro alquímico de piedra. Sus portales, como el del Juicio Final, esconden figuras inquietantes: dragones, Samaël tentando a Eva, o el oso sobre el lecho yacente de Jean de Berry, conocido por su gusto por la astrología. Fulcanelli veía en ella una "scala philosophorum", una búsqueda de la transmutación espiritual. La cripta, con sus energías magnéticas según algunos adeptos, refuerza esta aura esotérica. El Palacio Jacques Cœur también abunda en enigmas esculpidos. Son intrigantes las conchas (que simbolizan el mercurio), los árboles grabados y la escena de Tristán e Yseult, interpretada como la unión del azufre y el mercurio. Fulcanelli encontró aquí las claves de la Gran Obra, aunque el papel alquímico de Jacques Cœur sigue siendo objeto de debate: ¿era un iniciado o simplemente un mecenas iluminado? El Hôtel Lallemant completa este trío. Su oratorio, con sus 30 cofres esculpidos, quimeras y grotescos, ilustra las etapas de la alquimia: negro, blanco y rojo. Para Fulcanelli, este edificio, hoy museo, es el testimonio de una "inmensa ciencia" llevada a cabo por Jean Lallemant. Bourges, a través de estos lugares, se afirma como un santuario alquímico donde la piedra susurra secretos iniciáticos. Aún hoy, numerosos aficionados y especialistas, como Patrick Burensteinas, visitan regularmente la ciudad para seguir desvelando los secretos de la alquimia.
Cuentos y leyendas
La narración oral, piedra angular del imaginario berrichón, se ha transmitido a lo largo de los siglos en las reuniones campestres. Alrededor del fuego se contaban historias de brujas, como la de la anciana de Rezay que lanzaba maleficios, o la leyenda del Lirio de Oro. Se cuenta que, en el ocaso de su reinado, Luis XI hizo forjar un lirio de oro puro, símbolo de poder y realeza eterna. Temiendo que cayera en malas manos, lo hizo esconder en un lugar secreto, conocido sólo por unos pocos fieles seguidores. Durante siglos, aventureros e historiadores han buscado esta preciosa reliquia, pero nadie ha descifrado aún el misterio. George Sand, en "Légendes rustiques", inmortalizó algunos cuentos: la "Gran Bestia" que merodea por los bosques, los duendecillos de los pantanos o el Hombre Lobo que atemoriza en los senderos. Estas historias, a menudo en dialecto, combinaban la moralidad con una maravillosa imaginación, anclando lo invisible en la vida cotidiana. Hoy en día, asociaciones como Les Thiaulins de Lignières las reviven en modernas tertulias nocturnas, mientras que festivales como el de Nançay perpetúan esta tradición oral. En el corazón de estas leyendas se encuentra Santa Solange, patrona de Berry, cuya historia demuestra que incluso la santidad local conlleva un toque de magia. Nacida hacia 860 en Villemont, cerca de Bourges, esta piadosa pastora fue decapitada en 880 por Bernardo, hijo de un señor local, por haber rechazado sus insinuaciones. Según la leyenda, su cabeza cayó al suelo y ella invocó tres veces el nombre de Dios antes de que su cuerpo la recogiera y la llevara hasta la iglesia de Saint-Martin, donde fue enterrada. El pozo de Sainte Solange sigue siendo venerado y tiene fama de curar enfermedades oculares, atrayendo a peregrinos y curiosos. Cada 10 de mayo, día de su festividad, una procesión conmemora este episodio que combina la fe y lo sobrenatural. Por su trágico destino y sus prodigios, Santa Solange encarna una santidad mágica, que vincula el Berry cristiano a sus raíces místicas. Su leyenda, transmitida de boca en boca, demuestra que incluso sus figuras sagradas vibran con una energía enigmática.