En la confluencia de los ríos Escaut y Haine, Condé era una de las principales plazas fuertes de la región. Como ciudad fronteriza, fue codiciada por borgoñones, españoles y franceses, que la amurallaron y fortificaron. A pesar del desmantelamiento, la ciudad conserva muchas huellas de su pasado militar: murallas medievales, fortificaciones abaluartadas -las únicas de Francia hechas de piedra-. También merece la pena ver sus tres castillos y el campanario. La ciudad también ofrece a los excursionistas varios circuitos en la antigua mina de Ledoux y en el bosque estatal de Condé-Bonsecours, de 780 hectáreas. Una ciudad llena de descubrimientos

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