A 700 m de altitud, esta pequeña estación termal y climática es conocida desde hace siglos. Sus aguas termales naturales, que brotan directamente de las entrañas del Canigó, son famosas para el tratamiento de dolencias reumáticas y respiratorias. Fueron explotadas por los monjes de la abadía de Saint-Martin-du-Canigou hasta la Revolución Francesa, y entonces el conde de Burnay -un rico banquero portugués- construyó un elegante complejo termal. A principios del siglo XX, la ciudad se elevó a la categoría de una de las más bellas estaciones termales francesas. Muchas personalidades y aristócratas extranjeros vinieron a alojarse allí, entre ellos el inglés Rudyard Kipling, autor del Libro de la Selva. Hoy en día, el turismo termal se ha democratizado y a muchos paseantes les gusta subir al casco antiguo con sus pintorescas callejuelas y casas florecidas. En la cima se encuentra la bonita iglesia de San Saturnino, que se alza frente al castillo reconstruido en el siglo XIX. Una vista panorámica de las montañas circundantes, del pueblo y de la pequeña Place de la République -el corazón de la ciudad, animada los días de mercado-, de los baños termales, de su casino (el más pequeño de Francia, con sólo veinte máquinas tragaperras), y de su apacible laguito en medio del parque. Vernet-les-Bains es también el punto de partida de numerosas excursiones a las hermosas gargantas de Cady o al famoso Canigó, accesible en 4 horas de marcha desde el refugio de Mariailles (pista que se puede recorrer desde el Col de Jou)

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