Venta de vinos y licores Trouillas

El meunier (molinero) no duerme en Trouillas. Stéphane se esfuerza por producir un caldo que respete al máximo la tradición, pero mezclando al mismo tiempo la modernidad. «Una manera de trabajar a la borgoñona», como él mismo explica, es decir, lo más cerca posible de sus viñas, mimándolas y cuidándolas. La vendimia manual y las instalaciones de vinificación más modernas son la expresión de ello. Hay dos razones para venir a La Meunerie: en primer lugar, el sitio es magnífico, ya que la restauración de los edificios ha sido ejemplar, y en segundo lugar, en los círculos especializados se habla cada vez más de estos vinos.

Aunque hoy es esencialmente una finca vinícola, antiguamente era la sede de la antigua comandancia templaria de la región. Aquí miman hasta el extremo las variedades de uva cariñena, garnacha y macabeo, de 60 años de antigüedad, que florecen en un terruño arcilloso-calcáreo a más de 100 metros de altitud. La elección de la agricultura ecológica era obvia. Novedad en el castillo: en un entorno arbolado e histórico de 3 hectáreas, venga a descubrir el nuevo reino de loros, águilas y búhos que le rozarán con sus alas durante las demostraciones de vuelo libre.

Las 120 hectáreas de la finca se gestionan con respeto por la tierra y por la vida que genera, por eso han conseguido la certificación de «Alto Valor Medioambiental». Clos Saint-Georges es una de las pocas bodegas del Rosellón donde se pueden encontrar añadas antiguas de vino tinto, como la cosecha de Pierre, un Côtes du Roussillon Villages Les Aspres de 2011. Claude lo confirma: «Hay que dejar que el vino repose y evolucione». Decir también que los Ortal son gente sencilla y acogedora a la que le gusta dialogar y compartir. Organizan regularmente eventos en torno al vino y la cultura.

En medio de los bajos Aspres, Jonhatan y Rachel cultivan 10 hectáreas de viñas siguiendo unos principios ecológicos y sostenibles para conseguir un «vino natural». Reivindican una cultura tradicional y artesanal combinada con las últimas tecnologías, y da sus frutos. Reciben regularmente premios y son citados en las principales revistas internacionales. Pero no crea que eso se les ha subido a la cabeza a los Treloar. Basta con ir a la finca a conocerlos para convencerse de ello. Son personas tan naturales como sus vinos, y disfrutan recibiendo invitados y compartiendo su pasión.

La identidad de esta tierra plural de los Aspres se puede percibir en los vinos de Virginie y André, destacados regularmente por la prensa especializada. Esta pareja de enamorados, que ama profundamente la vida y son discípulos de Rabelais (y un poco de Hendrix también...), nos encantó. La reputación de la bodega se debe también a las inolvidables veladas que organiza durante todo el año. Por nombrar solo una, los «Jueves de la Perdrix» (degustación, asado, música y fiesta hasta bien entrada la noche) se han convertido en una institución en la región.

Clos Massotte es una pequeña finca de 7 hectáreas situada en medio de los fértiles Aspres. Pierre Olivier es un poeta enamorado de la vida que dirige su viñedo con el máximo respeto por el medio ambiente. Tiene tanto amor por las personas como por sus cepas, a las que mima y acaricia. «La naturaleza me invita cada día a satisfacer sus deseos de crear frutos a su imagen y semejanza», dice. Sus vinos son siempre sorprendentes e inclasificables. Se desmarcan de las botellas tradicionales y exploran formas nuevas e intuitivas.

Laurianne, una «catalana 100 % puro jugo de los Aspres», hace un trabajo minimalista para concentrar la calidad: 2 hectáreas sobre suelos arcillosos-calcáreos, vendimia manual en cajas, triaje meticuloso en la mesa, microvinificaciones y pequeñas cosechas. «Comparto la misma sensibilidad con mi enóloga», me confiesa. Laurianne está orgullosa de sus raíces y sabe que puede contar con el apoyo, los conocimientos y la experiencia de su familia... Esta audacia, esta energía y este amor por la vida que encontramos en sus vinos nos conquistaron.