Un cristianismo específico

El cristianismo fue introducido en la Guayana Francesa por los primeros europeos. Las numerosas iglesias, incluso en los pueblos más pequeños en el corazón de la selva, dan testimonio de su difusión y presencia. La misa dominical y la celebración de las principales fiestas del calendario cristiano son momentos esenciales del año en la Guayana Francesa. La misa dominical, en particular, es un momento clave de la práctica religiosa: hombres, mujeres y niños se preparan en gran número para la ceremonia semanal, dedicándose colectiva y fervorosamente al servicio, a veces durante varias horas, con el acompañamiento de cantos litúrgicos. Aunque en los últimos años se ha producido cierto crecimiento del protestantismo, así como de adventistas, evangélicos, bautistas y pentecostales, no se puede negar que la religión católica sigue siendo la abrumadora mayoría en el departamento. Hoy en día, a diferencia de la vecina Surinam, los musulmanes y los hindúes apenas están representados en la Guayana Francesa.

Catolicismo criollo. La comunidad criolla, grupo mayoritario (alrededor del 40% de la población) y también el más practicante del departamento, ha integrado los preceptos católicos y los ha desarrollado de forma muy específica. Como en la mayoría de los países latinoamericanos, el catolicismo actual es el producto de una mezcla única de creencias cristianas traídas de Europa, creencias animistas traídas por los esclavos negros deportados de África y creencias ya presentes en el continente americano, mantenidas por numerosas etnias amerindias desde tiempos inmemoriales. Este encuentro de pueblos heterogéneos dio lugar a la aparición de una religión que fusionaba cristianismo y animismo, un sincretismo que no era tan abiertamente asertivo como el Candomblé brasileño o la Santerίa cubana. La historia colonial de Guayana incluye varios episodios decisivos en la imposición del catolicismo como religión mayoritaria, empezando por la fundación de la colonia religiosa dirigida por Sor Ana María Javouhey a principios del siglo XIX, cerca de Mana, en el norte del departamento. Apoyándose en su legitimidad religiosa, la santa desarrolló enormemente esta región del territorio y trabajó por la emancipación de los pueblos oprimidos.

Un laicismo especial. Otro hecho singular que parece importante señalar aquí es que la Guayana Francesa está sometida a un régimen particular en materia de laicismo. La famosa ley de 1905 que establece la estricta separación entre Iglesia y Estado, entre poder religioso y poder político, no se aplica. La historia se remonta a 1911, cuando la metrópoli francesa decidió extender la aplicación de esta ley a las Antillas y a la isla de la Reunión, pero un sector de la clase política guyanesa se opuso frontalmente a cualquier cambio legal en este punto. Como consecuencia, Guyana sigue bajo el régimen de la Real Orden de 27 de agosto de 1828, incluso después de convertirse en departamento. En la Guayana Francesa sólo se reconoce la fe católica, y los ministros de culto son pagados directamente por el Consejo Departamental, es decir, un obispo y una treintena de sacerdotes. A finales de abril de 2014, este mismo Consejo decidió congelar los salarios del clero católico, pero el 2 de junio de 2017 se vio obligado a revocar esta decisión por el Tribunal Administrativo de Guayana, ya que el Consejo Constitucional había declarado que la remuneración de los clérigos se ajustaba a la Constitución.

La persistencia de muchas representaciones del mundo

Más allá de este estrecho vínculo entre cristianismo y animismo, de este catolicismo creolizado, y a pesar de los esfuerzos de colonización e influencia, muchas creencias perduran en el seno de las distintas comunidades que componen la Guayana Francesa. Más de 80 países están representados en todo el territorio. La población, agrupada principalmente en unas pocas comunidades costeras o asentadas a lo largo de ríos y estuarios, es realmente diversa: si bien los criollos guyaneses, católicos, representan el 40% del total, también son numerosos los negros cimarrones, las seis etnias amerindias y los hmongs de Laos. A ellos se añade un mosaico de otras poblaciones que en conjunto representan el 40% de la población de Guyana, encabezadas por los chinos, libaneses, haitianos, brasileños, surinameses y javaneses. Estas diversas comunidades perpetúan sus propias creencias y siguen dando vida a sus particulares representaciones del mundo. Guyana, como sus pueblos, es un mosaico de representaciones. De hecho, es importante señalar que todas estas creencias, prácticas y rituales tradicionales desempeñan también un papel eminentemente estructurador en la vida cotidiana de los guyaneses. Cada comunidad concede gran credibilidad a los espíritus, la magia, los hechiceros y los chamanes. Estos últimos son muy respetados y a menudo consultados: antes de tomar una decisión importante, para evitar el mal de ojo o tratar una enfermedad, concertar una cita con el chamán local es casi una obligación.

Entre los amerindios, el chamán es el guardián de las tradiciones y puede considerarse, en cierto modo, el líder espiritual. No hablamos de religión, sino de un sistema de representación simbólica del mundo. Esto se traduce, por ejemplo, en la práctica de numerosos ritos o en el reconocimiento de espíritus, más o menos malignos, en todas las formas de vida. Cada comunidad amerindia presenta, pues, características propias en cuanto a sus representaciones y prácticas.

A través de su historia específica, los Bushinengé han construido una cultura original, derivada de las tradiciones africanas y a la que se han añadido tradiciones amerindias a lo largo de los siglos. Para ellos, el Gran Hombre es el líder político y religioso. Los bushinengé dan prioridad al culto de los antepasados y a la presencia de los espíritus entre los vivos. En la práctica, esto se traduce en la consulta de oráculos y el trance. De hecho y en sus representaciones, las comunidades cimarronas negras tienen cada una sus características específicas.