Zonas protegidas: conciliar la protección del medio ambiente y las actividades humanas

La conservación de la biodiversidad en Botsuana se basa en el establecimiento de zonas protegidas, divididas entre reservas de caza y parques nacionales. La política de conservación de estas zonas se basa en un enfoque ecoturístico en colaboración con las poblaciones indígenas, iniciativas de sensibilización y la lucha contra la caza furtiva. Estas zonas protegidas son

Parque Nacional de Chobe : situado al norte del país, en la frontera con Namibia, es famoso por su megafauna (leones, leopardos, elefantes, hipopótamos y cocodrilos). También cuenta con una flora notable, dentro de ecosistemas de sabana arbustiva y llanura aluvial (acacia, caoba, bosque de galería).

Parque Transfronterizo de Kgalagadi : situado en el suroeste del país y compartido con Sudáfrica, este parque protege especies emblemáticas como leones, guepardos, suricatas, otocyones y órices. El parque también alberga una gran variedad de aves.

Parque Nacional de Makgadikgadi y Nxai Pans: situado al norte del país, en la región del Kalahari, el parque es conocido por sus salinas, vastas extensiones de sal procedentes de un antiguo lago alimentado antaño por las aguas del Okavango. Acoge las migraciones de ñus y cebras, y también protege poblaciones de guepardos, elefantes y jirafas.

La Reserva de Caza del Kalahari Central: situada en el centro del país, esta reserva se creó originalmente para preservar las prácticas ancestrales del pueblo san. Es la mayor zona protegida del sur de África. Actualmente abierta al turismo, alberga numerosas especies, como jirafas, hienas pardas, oryx y multitud de aves.

El delta del Okavango: situado al norte del país, es el segundo delta interior del mundo (no tiene desembocadura en el mar). También es uno de los mayores humedales del planeta. Auténtica reserva de biodiversidad y filtro natural, es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2004.

Preservar esta biodiversidad no siempre es un proceso sencillo. En 2019, por ejemplo, el Gobierno decidió levantar la moratoria que protegía a los elefantes. ¿El motivo? La difícil convivencia entre aldeanos y paquidermos, responsables estos últimos de daños a los cultivos y ataques, una situación en parte vinculada al calentamiento global. Las sequías recurrentes alejan a los animales salvajes de las zonas protegidas en busca de agua y alimentos. Ahora se fijan cuotas de elefantes cada año (287 en 2021) y los permisos de caza se subastan a empresas registradas en el país, que luego los venden a particulares. En 2020 se pusieron a la venta seis lotes de permisos, para consternación de algunas ONG. A un precio de hasta 39.000 euros por licencia, este planteamiento fomenta el "turismo" de lujo procedente del extranjero. Otras actividades humanas repercuten en la biodiversidad. El pastoreo, por ejemplo, puede provocar la competencia con la fauna salvaje por el agua para el ganado, una situación que también está relacionada con el calentamiento global. El pastoreo excesivo contribuye localmente a la degradación de los medios naturales (erosión del suelo, pisoteo de especies, desaparición de la cubierta leñosa).

Lucha contra las fuentes de contaminación

La explotación de los recursos mineros (oro, diamantes, uranio, carbón, cobre) provoca la contaminación del medio ambiente por la emisión de sustancias tóxicas en el suelo, el agua y el aire. El desarrollo urbano de las principales ciudades y el crecimiento del tráfico en las autopistas están provocando un deterioro de la calidad del aire. Existen iniciativas como el proyecto de peatonalización de algunas zonas de la capital. Los sistemas de tratamiento de efluentes y residuos siguen siendo insuficientes.

El desafío climático

Un informe de la ONU publicado en diciembre de 2020 alerta sobre el calentamiento global. Actualmente estamos en una trayectoria de +3,2 grados para finales de siglo, lo que alteraría irrevocablemente las condiciones de vida en la Tierra. Botsuana, al igual que Francia, se ha comprometido en el marco de los acuerdos de París a alcanzar la neutralidad de carbono para finales de siglo, con el fin de limitar el aumento medio de la temperatura global a +2°C. En Botsuana, el calentamiento global podría provocar una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos extremos, como las sequías. Junto con la escasez de agua, la inseguridad alimentaria también es una amenaza. En 2019, muchos animales -tanto salvajes como de granja- se encontraron empantanados en el lago Ngami, reducidos a un estado de lodo. En 2020, la desaparición de 356 elefantes se atribuye, según las últimas hipótesis, a los efectos del cambio climático. Se cree que las altas temperaturas, combinadas con los bajos niveles de agua y la presencia de nutrientes, han provocado el desarrollo de bacterias tóxicas en el delta del Okavango, unas cianobacterias mortales para los paquidermos. La sequía también amenaza los cultivos y la pesca local en un país con menos del 5% de tierra cultivable, donde los recursos hídricos son escasos. La hoja de ruta de la transición energética de Botsuana se basa en el desarrollo de centrales solares. Sin embargo, los sistemas híbridos fotovoltaicos/diésel no sustituyen a los combustibles fósiles, que emiten gases de efecto invernadero. También hay planes para promover la eficiencia energética en el sector minero. Los museos del país también trabajan para promover los conocimientos ecológicos ancestrales y difundir información sobre el cambio climático, sobre todo entre los escolares de las zonas rurales. Los viajeros a Botsuana también pueden tomar medidas a su propio nivel, tanto durante su viaje como en su vida cotidiana. Puede medir su huella de carbono(https://nosgestesclimat.fr/simulateur/bilan) y tomar medidas para llegar a ser neutro en carbono (2 toneladas equivalentes deCO2 al año por habitante en Francia).