Presentación y producción actual
el Larousse define un puro como "un pequeño rollo de hojas y fragmentos de tabaco, destinado a ser fumado". Una vez enrolladas las hojas (con un movimiento en espiral), el resultado es un cilindro con dos extremos: uno es el "pie", que es lo que se enciende, y el otro es la "cabeza", que se corta y luego se lleva a la boca. Un puro puede consumirse inhalando el humo producido por la combustión o simplemente manteniéndolo en la boca. Para un consumo óptimo, un buen puro no debe estar ni demasiado seco ni demasiado húmedo, razón por la cual se conservan en humidificadores especialmente adaptados. Si es usted fumador y quiere probar un buen habano, puede acudir al salón Cohiba Atmosphère de París, por ejemplo, y disfrutar de una degustación en toda regla.
Etimológicamente, parece que la palabra puro procede del español cigarro, que a su vez proviene de cigarra o de la palabra maya zicar, que significa "fumar". Según las crónicas históricas de Hernández de Boncalo, que fue el primero en importar semillas de tabaco a Europa (1559), las primeras plantaciones españolas se encontraban en una zona cercana a Toledo llamada Los Cigarrales, llamada así por las frecuentes invasiones de cigarras
Históricamente, el tabaco empezó a cultivarse en otras zonas del Caribe a partir de mediados del siglo XIX, sobre todo en Florida, durante las primeras migraciones de plantadores cubanos. Más tarde, el valle del Connecticut, en Estados Unidos, se convirtió también en una importante zona de producción. México, la República Dominicana y Honduras siguieron su ejemplo. En Cuba, el 80% de la producción nacional actual tiene lugar en cinco de las ocho provincias donde se cultiva tabaco (el país cuenta con catorce provincias): Semi Vuelta, Partido, Remedios, Oriente y Vuelta Abajo, siendo esta última, a 150 km de La Habana, el bastión del tabaco cubano. En las vegas de los valles de Pinar del Río se producen unas 40.000 toneladas de tabaco al año Aunque la industria tabacalera es un monopolio estatal, pequeños agricultores independientes se encargan de cultivarlo. Cada agricultor tiene derecho a 60 hectáreas, con un rendimiento máximo de 40.000 plantas de tabaco por hectárea Sin embargo, la mayor parte de los ingresos generados por esta producción van a parar al Estado. La producción anual cubana se estima en 300 millones de puros, ¡la mitad de los cuales se exportan!
Biografía de una habanera
Antes de disfrutar de un buen puro, el fumador exigente debe armarse de paciencia: desde la siembra hasta la degustación, 171 etapas y varios años jalonan la vida de un habano Los vegueros -agricultores especializados en el cultivo del tabaco- cuidan con esmero las preciadas hojas y transmiten los secretos del habano de generación en generación. He aquí las principales etapas de la vida de un habano:
De la siembra a la cosecha. Algún tiempo antes de que llegue el otoño, los sembradores ponen a germinar las diminutas semillas de tabaco en los viveros. Seis semanas después, se producen brotes de 18 centímetros que se trasplantan a las camas meticulosamente preparadas. A partir de entonces, los vegueros no tienen ni un momento de descanso: el cuidado de las plantas de tabaco es tan exigente como el cultivo de las vides.
Recogida de la hoja. La recolección dura tres meses, desde finales de diciembre hasta finales de marzo. Cada planta de tabaco se somete a varias cosechas sucesivas: primero las inferiores (que se utilizan para hacer la tripa, el interior del puro), luego las superiores (que son más grandes y proporcionan magníficas capas, la envoltura exterior de los puros). La importancia de esta etapa de deshojado radica en que el aroma del tabaco cosechado está directamente relacionado con la calidad de la savia retenida por las hojas.
Curado. Una vez cosechadas, todas las hojas se ponen a secar en grandes cobertizos conocidos como casas de tabaco. El proceso de secado, que dura unos dos meses, permite que las hojas se marchiten. A lo largo de esta fase de fermentación, el reto consiste en eliminar de las hojas la materia nitrogenada y las resinas, al tiempo que se ponen en marcha las bacterias, algo parecido a lo que ocurre con el moho en el queso. Una vez terminada la segunda fermentación, los manojos de tabaco se dejan escurrir. Es entonces cuando entran en acción las peladoras. Su trabajo consiste en arrancar la nervadura central de cada hoja. Inmediatamente después de esta etapa, las hojas se almacenan en cajones para iniciar una tercera fermentación, que puede durar varios años Para apreciar plenamente estas tres primeras etapas, diríjase al Valle de Viñales: el pueblo está rodeado hasta donde alcanza la vista por plantaciones de tabaco abiertas a los visitantes, como Dalia y Millo.
Hacer habanos. Para que el puro, el habano puro, adquiera su forma definitiva, debe pasar por las hábiles manos de los hombres y mujeres que los elaboran. Cada marca de habanos trabaja con especialistas que seleccionan las hojas de distintas variedades de tabaco. Cabe destacar que para cada puro se necesitan no menos de cinco especies: tres para la tripa, una para el ligamento (que une la tripa con la capa) y otra para la capa. Es en las tabacaleras (fábricas de tabaco) donde se produce la magia.
Con una destreza que impone respeto, los torcedores realizan su tarea a una velocidad de vértigo, sin cometer casi nunca un error de más de una décima de gramo. Seleccionan las hojas, las enrollan, las cortan y las reúnen en fardos de 25 ó 50 unidades. Por término medio, un torcedor puede hacer de 120 a 150 habanos al día, que luego se almacenan en armarios especiales durante dos o tres semanas, el tiempo necesario para que pierdan el exceso de humedad. Por último, los puros se comprueban, se clasifican por colores y se empaquetan en cajas de cedro. Para ser testigo de este fascinante capítulo de la vida de un puro, basta con visitar una de las muchas fábricas que hay en Cuba. La Habana alberga las principales, como Partagás.
Conservación y humidificación de los habanos. Como el vino, el puro mejora con la edad. Durante los dos primeros años de su vida, suele exudar una pequeñísima cantidad de aceite llamado flor. Al abrigo del sol y del frío, experimenta una metamorfosis lenta y discreta. Con los cuidados adecuados, un buen habano puede conservarse unos quince años, o incluso mucho más, según los cigarros. Para ir de compras, le recomendamos los fabricantes oficiales(Upmann, La Corona, Partagás, Romeo y Julieta), así como la boutique Casa del Habano(Habana Vieja, pero también Varadero).