Retrato climático de Cuba
La estación seca, que en muchos sentidos es la mejor época para visitar Cuba, abarca aproximadamente desde noviembre/diciembre hasta abril. Como era de esperar, la estación seca recibe este nombre por la escasez de precipitaciones que suele registrarse durante este periodo. Con temperaturas que oscilan entre los 18 y los 26°C, el calor es muy soportable, incluso agradable a ciertas horas del día. Se considera que los meses más fríos del año cubano son diciembre, enero y febrero. No hay más que visitar Cuba en esta época para hacerse una idea de la noción de "frío" Según las estadísticas meteorológicas, marzo es el mes con mejores condiciones para visitar la isla. A partir de abril, las temperaturas suben suavemente hasta los 30°C.
La estación húmeda se extiende de mayo a octubre/septiembre. En esta época del año, las temperaturas tienden a subir, sobre todo en el este del país, y se producen cada vez más chubascos, lo que crea un ambiente caluroso y húmedo que podría resultar ligeramente incómodo para los viajeros poco acostumbrados a un clima tropical húmedo. Pero que no cunda el pánico, ¡pronto se acostumbrará! Si llueve, suele ser en chubascos intensos pero breves. A veces se desatan impresionantes tormentas acompañadas de lluvias torrenciales. Más raramente, estas tormentas degeneran en auténticos ciclones, sobre todo en septiembre y octubre, como en el resto de la región. Si se viaja a Cuba en época de lluvias, es mejor hacerlo en julio, para evitar la temporada de huracanes.
En cuanto a la temperatura del mar, la costa cubana se beneficia de las corrientes cálidas que arrastra el mar Caribe. En la estación seca, el agua está a 22-25°C. En la estación húmeda, ronda los 25-29°C, y puede superar los 30°C entre julio y septiembre.
Ciclones
Durante la estación lluviosa, en Cuba como en el resto de las Antillas, no es raro que la lluvia se convierta en potentes tormentas eléctricas, o incluso en ciclones. ¿Cómo se forma un ciclón? En general, cuando los vientos aparecen en el cinturón ecuatorial, no lejos de la costa africana. Llevados por la fuerza de rotación de la Tierra, estos vientos alcanzan una zona de bajas presiones y se vuelven más virulentos a medida que avanzan. Pueden alcanzar velocidades de más de 250 km/h y un alcance de 90 a 1.600 km. En lo que se conoce como el ojo del ciclón, en el centro de la depresión, reina la calma absoluta. Fuera del ojo, sin embargo, la lluvia, las olas y las mareas pueden adquirir proporciones gigantescas en el mar. Cuando estos ciclones llegan a tierra, pueden causar y han causado estragos.
Afortunadamente, los cubanos conocen bien estos fenómenos meteorológicos, sobre todo en las regiones de La Habana, Isla de la Juventud y Pinar del Río. Estaciones meteorológicas equipadas con potentes radares vigilan constantemente los cambios del tiempo, lo que permite anticipar posibles daños materiales y humanos. En caso de llegada inminente de un ciclón, el protocolo de seguridad está bien engrasado. Se avisa a las poblaciones de riesgo y se emiten instrucciones de seguridad por radio y televisión en todo momento. Si la situación lo requiere, se ponen en marcha planes de evacuación masiva rápida, para limitar al máximo la pérdida de vidas humanas. Sin embargo, es difícil proteger las infraestructuras: cuando un ciclón azota una ciudad o un pueblo, las casas quedan destruidas, los cultivos dañados y la red eléctrica gravemente perturbada.
Entre los huracanes más recientes figuran Gustav, Ike y Paloma, que se cobraron 4 vidas en 2008. El huracán Sandy, que azotó el este de Cuba en 2012, destruyó total o parcialmente unas 140.000 viviendas en Santiago de Cuba y se cobró 11 vidas. Matthew volvió a azotar el oriente (principalmente en Baracoa) cuatro años después, dejando un reguero de ruinas pero sin víctimas mortales. Las vidas se salvaron gracias a un protocolo especialmente respetado. A pesar de esta vigilancia y de los planes de evacuación probados, a veces la naturaleza puede desbocarse hasta tal punto que es difícil alcanzar el riesgo cero, como nos demostró el huracán Irma en 2017. Los últimos grandes huracanes (categoría 4) que han azotado Cuba desde entonces son Ida en agosto de 2021, Ian en septiembre de 2022 y Beryl (categoría 5) a finales de junio/principios de julio de 2024.
Irma, el huracán más devastador para Cuba desde 1932
Irma, un huracán de categoría 5 (la más alta en la escala de ciclones), devastó las islas de San Martín y San Bartolomé antes de causar un grave impacto en Cuba. Fue el superciclón más potente que Cuba ha visto desde 1932, con ráfagas que alcanzaron los 256 km/h La capital cubana fue la primera en sufrir las consecuencias. Los barrios de Centro Habana y Vedado, habitualmente protegidos por el Malecón, sufrieron graves inundaciones. Olas de 5 a 6 metros de altura consiguieron abrirse paso hasta el casco antiguo. El agua se precipitó hasta 500 metros tierra adentro, derribando edificios vetustos, cortando el suministro eléctrico e impidiendo el acceso al agua potable. Las avenidas se transformaron en verdaderos ríos.
Sin embargo, fueron las provincias de Villa Clara, Camagüey y Ciego de Ávila (Caibarién en particular) las más afectadas por Irma. Con el ojo de la tormenta pasando muy cerca de las espléndidas islas de Cayo Guillermo y Cayo Coco, fue sin duda aquí donde la devastación fue más notable. Cuando llegó el momento de hacer balance, tras unas semanas muy difíciles, el número de muertos rondaba la decena. Una cifra milagrosa, dado el poder destructivo de este colosal huracán. Esto se explica sin duda por el hecho de que la población local recibe regularmente formación de las autoridades para reaccionar rápidamente ante este tipo de catástrofes naturales. En términos de equipamiento, lo que se destruyó ya se reconstruyó al año siguiente, ¡y mejor! A finales de agosto de 2021, le tocó al huracán Ida causar estragos. Provocó la evacuación de 10.000 cubanos. No hubo que lamentar víctimas. Los últimos huracanes importantes que azotaron Cuba desde entonces fueron Ian, en septiembre de 2022 (categoría 4), y Beryl (categoría 5), a finales de junio y principios de julio de 2024.