Un encuentro casual

Llegó de la nada y en muy poco tiempo se convirtió en la amada del pueblo argentino. María Eva Duarte nació el 7 de mayo de 1919 en la granja de sus padres, cerca de Junín. Fruto de una relación ilegítima, se encontró de repente sin hogar ni recursos cuando su padre murió en 1926. Creció con su madre y cuatro hermanos en la pampa argentina. En 1935, a la edad de 15 años, soñaba con el escenario y una vida de artista. Con el consentimiento de su madre, abandonó su provincia natal, Junín, para probar suerte en Buenos Aires. Se instaló en una pensión del barrio de La Boca y se tiñó el pelo de rubio. Soñaba con convertirse en una estrella de cine, pero comenzó su carrera como modelo y nunca llegó a ser actriz, ya que sólo aceptaba papeles secundarios. Pronto se dedicó a los medios de comunicación y se hizo un nombre en la radio. Cercana a las clases trabajadoras y a los desfavorecidos, se implicó en varias obras benéficas. En este contexto, asiste a una gala benéfica en favor de las víctimas del terremoto de San Juan. Fue entonces cuando conoció al coronel Juan Domingo Perón: ¡fue amor a primera vista! Se casó con él un año más tarde, en 1945. Se convirtió entonces en María Eva Duarte de Perón y, como verdadera consejera política, se implicó inmediatamente en la campaña electoral de su marido, cuando éste llegó al poder en 1946.

El fenómeno Evita

Sencilla Primera Dama sin función oficial al principio, se fue haciendo un hueco en los asuntos de Estado: encontró entonces el papel de su vida y se implicó fervientemente en las distintas esferas de la política social del país. Además de ser propietaria del periódico socialista Democracia, dirigió varios ministerios (entre ellos los de Sanidad y Trabajo). Y aunque la igualdad de género no estaba en la agenda de la época, Evita fue una figura destacada en la promoción de los derechos de la mujer en Argentina. Junto con el gobierno, hizo campaña por el derecho al voto femenino, y en 1947 se aprobó la Ley de Sufragio Universal que concedía a las mujeres el derecho al voto, a pesar de la oposición de las fuerzas conservadoras del país. Ganando en influencia y notoriedad, fundó y dirigió el Partido Peronista Femenino para promover la emancipación política de la mujer: sólo las mujeres podían afiliarse. Además de pronunciarse a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, abandonó sin embargo su principal caballo de batalla, los descamisados, es decir, los trabajadores argentinos desfavorecidos, principales valedores de Perón. Creó la Fundación Benéfica Eva Perón para luchar contra la pobreza. No escatimó esfuerzos para atender las necesidades básicas, construyendo viviendas para los trabajadores, hospitales, residencias de ancianos, escuelas y alojamientos para estudiantes. También creó las primeras colonias de vacaciones y becas. Aunque se ganó el corazón de los ciudadanos argentinos, su influencia fue vista a menudo de forma negativa por los políticos, que intentaron distanciarla del Presidente Perón en varias ocasiones. Sin embargo, nada pudo frenar su popularidad: en 1952, el Congreso argentino concedió a Eva el título de Jefa Espiritual de la Nación, todo un logro. Evita emprendió una serie de giras por Europa, escribió dos libros, se entrevistó con el Papa en el Vaticano y acabó presentándose como candidata a la Vicepresidencia de la Nación, junto a su marido. Adorada por el pueblo y con gran influencia en el régimen, se convirtió rápidamente en un mito. Para descubrir su historia, desde sus primeros años hasta su apogeo político, visite el Museo Evita, en el barrio de Palermo de Buenos Aires. El museo ofrece una inmersión sin igual en la vida de la Madonna: a través de sus objetos personales y una serie de exposiciones, es una parada cultural clave para los turistas que visitan la capital argentina.

Una desaparición traumática

Los militares ejercieron cierta presión sobre las clases políticas y el pueblo para impedir que Eva Perón se convirtiera en vicepresidenta del país. El 31 de agosto de 1951, Eva Perón, aquejada de un cáncer de cuello de útero, vio cómo su salud se deterioraba y decidió retirarse de la campaña. Toda Argentina contuvo la respiración: los medios de comunicación siguieron muy de cerca su estado de salud, se organizaron cientos de misas en su honor en todo el país y se convocó a equipos estadounidenses de expertos en cáncer para que acudieran a su cabecera en el hospital Avellaneda de Buenos Aires. El 4 de junio de 1952 apareció por última vez en el balcón de la Casa Rosada, donde solía dirigirse a la multitud. El 26 de julio, todo había terminado. El pueblo lloró a su protegida y las ceremonias en su memoria fueron grandiosas. El gobierno declaró un luto nacional de 30 días y los funerales duraron dos semanas. Sin embargo, durante el golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, los restos desaparecieron: entregados en secreto al Vaticano, fueron trasladados varias veces y enterrados bajo un nombre falso antes de ser devueltos a Madrid dieciséis años después, en 1971. Hoy, el modesto mausoleo de Evita, situado en el Cementerio de la Recoleta, atrae a miles de turistas cada día. Sigue siendo la única esposa de presidente cuyo retrato cuelga en la Casa Rosada. Su autobiografía, La razón de mi vida, es de lectura obligatoria en las escuelas, su efigie aparece en la moneda argentina y se exhibe en tamaño gigante en el edificio de los Ministerios de Desarrollo Social y Salud, sobre la Avenida 9 de Julio, y cada año, con motivo del aniversario de su muerte, miles de argentinos siguen rindiendo homenaje a la mujer que encarnó la esperanza de la justicia social. Más de setenta años después de su muerte, el mito sigue siendo tan poderoso como siempre: Evita siempre encarnará esta figura histórica con una personalidad romántica incomparable.