Le réalisateur Juan José Campanella © Antonio Scorza - Shutterstock.com.jpg
Le réalisateur Pablo Trapero, © Denis Makarenko - Shutterstock.com .jpg

Desde el principio hasta los años 70

En julio de 1896, emisarios de los hermanos Lumière llegaron a Buenos Aires para las primeras proyecciones argentinas. El primer director que filmó Argentina fue un francés, Eugène Py, que realizó un cortometraje titulado La Bandera argentina en 1897. La primera película en la que participaron actores profesionales fue La Revolución de Mayo, en 1910. El primer gran éxito fue Nobleza gaucha en 1915. El cine sonoro permitió a la industria cinematográfica desarrollar películas con canciones y bailes, basadas en la ola tanguera y en la popularidad de músicos y cantantes como el legendario Carlos Gardel. Con este espíritu, en 1933 se estrenaron los éxitos Tango y Los Tres Berretines. El auge del cine argentino se debió a los tres grandes directores de esta época dorada: Romero, Soffici y Torres Ríos, que se apartaron de una producción demasiado convencional para adaptar obras literarias a la pantalla. Tras la Segunda Guerra Mundial, el cine argentino comenzó a decaer ante el expansionismo del competidor norteamericano y los vaivenes de la política argentina, que se expresaron bajo los gobiernos más liberales, pero permanecieron amordazados bajo las dictaduras militares. En este difícil período, sin embargo, cabe destacar que en 1954 el país creó el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que con los años adquirió cada vez mayor prestigio al recibir a las más grandes estrellas internacionales. En 1968 se creó el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), institución pública dependiente del Ministerio de Cultura, para subvencionar la producción cinematográfica argentina. El gobierno militar de los años setenta no fomentó la producción argentina, y es difícil señalar alguna buena película. Algunas obras experimentales como La Hora de los hornos de Pino Solanas y Octavio Getino (en realidad un ensayo político provocador no permitido en los teatros y que tuvo que verse en la clandestinidad) superaron a veces los tristes años.

Desde 1980 hasta principios de la década de 2000

En 1984, el cine argentino conoció por fin un triunfo internacional gracias a La historia oficial, de Luis Puenzo, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera. La película dibuja un terrible panorama de las fechorías del poder militar. Al año siguiente se confirmó este renacimiento con Tangos, el exilio de Gardel, de Fernando Solanas, que ganó la Palma de la Dirección en el Festival de Cannes. En 1986, Héctor Olivera siguió los pasos de Puenzo, remontándose también a los años de la dictadura, para abordar el tema de la represión estudiantil en su conmovedora película La Noche de los lápices. En 1988, Fernando Solanas volvió a rodar una película oscura e inquietante,Sur. Por fin descubrimos a estos directores que retratan su país al tiempo que crean un universo personal. Pero la crisis económica de 1989 volvió a poner en aprietos a la industria cinematográfica argentina. Las producciones extranjeras aparecieron en masa. La coproducción se convirtió en una consigna en la industria. Sin embargo, a partir de mediados de los noventa, se empezó a hablar de un "nuevo cine argentino", término frecuentemente utilizado para referirse a una generación de cineastas que se esforzaban por representar a su país adoptando un lenguaje cinematográfico universal, alejado de consideraciones comerciales. Quizá la primera obra en lanzar esta tendencia fue Rapado, de Martin Rejtman, en 1996. Cuando Pizza, birra, faso, de Adrian Caetano y Bruno Stagnaro, llegó a las pantallas en 1998, la tendencia se confirmó. Uno de los grandes éxitos de estos años de renovación es Garage Olimpo (1998, Marco Bechis), que aborda la dictadura militar contando la historia de uno de sus desaparecidos. Ese mismo año, Mala Época presentó a inmigrantes paraguayos, bolivianos y peruanos: todo un mundo ausente hasta entonces de las pantallas argentinas. En 1999, Martín Rejtman dirigió Silvia Preto, confirmando el boom cinematográfico argentino. Ese mismo año, Argentina creó un festival de cine independiente de gran éxito: el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI).

La nueva ola del siglo XXI

La década de 2000 trajo consigo una serie de obras centradas en la complicada historia de Argentina. Los cineastas abordan temas dolorosos como la crisis económica(Memorias del Saqueo, de Fernando Solanas, 2003) y su impacto en las clases medias(Los Guantes Mágicos, de Martín Rejtman, Tan de repente, de Diego Lerman, Bolivia, de Adrián Caetano), la Guerra de las Malvinas y sus veteranos(Iluminados por el Fuego, de Tristán Bauer) y aún la dictadura(Buenos Aires 1977, de Adrián Caetano). Algunos cineastas quieren hacer películas más bien minimalistas, incluso contemplativas, como el director Lisandro Alonso y sus obras La Libertad (2001), Los Muertos (2004), Jauja (2014), así como Carlos Sorín, autor de Historias mínimas (2002), Bombón el perro (2004), El Camino de San Diego (2006) o La Ventana (2009). Pero sería un error intentar reducir las obras de la "Nueva Ola" argentina a unos pocos criterios precisos, ya que están tan llenas de visiones personales. Es el caso de Lucrecia Martel que, con La Ciénaga(2001), La Niña santa (2003) y La Femme sans tête (2008), desarrolló una sutileza y una maestría que la crítica internacional alabó muy pronto. XXY (2007) y El Niño Pez (2009), de Lucía Puenzo, también abordan el tema de la búsqueda de la sexualidad. En 2013, el director regresó con la notable Wakolda. No olvidemos a Rodrigo Moreno y El Custodio, que se dio a conocer en Berlín en 2006, o a Lucía Cedrón y su obra Agnus Dei (2008). En otro registro, Pablo Trapero confirma su condición de figura emblemática del cine argentino y sacude regularmente las pantallas de los grandes festivales internacionales, como Cannes. Trapero no deja de reinventarse y estrena obras muy diferentes como El Bonaerense (2002), un panfleto bien llevado contra la policía de la capital argentina, Voyage en famille (2004), una comedia más ligera, Nacido y Criado (2006), una huida amnésica en un crudo invierno patagónico, y La Leonera (2008), una conmovedora película sobre la maternidad en la cárcel.

Desde 2010 hasta la actualidad

Desde 2010, los cineastas argentinos se están haciendo un hueco en los festivales más importantes del mundo. Empezando por Juan José Campanella, ya famoso por obras como El Mismo Amor, la Misma Lluvia (1999), El Hijo de la Novia (2001) o Luna de Avellaneda (2004), que ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2010 con El Secreto de susojos. Al igual que la Historia Oficial de Luis Puenzo, la película aborda el periodo de la dictadura militar, aunque de forma más indirecta, denunciando la denegación de justicia y la total impunidad de la que gozaba cualquier indicador del régimen. Ese mismo año, la película Carancho , de Pablo Trapero, fue seleccionada para el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard. En 2012, Trapero volvió a Cannes en la misma categoría con Elefante Blanco. En 2016, su película El Clan fue seleccionada en la carrera por el Oscar. El año anterior, fue la excelente película de sketches Relatos salvajes(The New Savages), de Damián Szifrón, la que fue nominada al Oscar. En 2017, Lucrecia Martel regresó con Zama, presentada en el Festival de Venecia (fuera de concurso) y Santiago Mitre estrenó el thriller político El Presidente, seleccionado en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes. En 2018, Cannes seleccionó El ángel, de Luis Ortega (también en la categoría Un Certain Regard), producida por los hermanos Almodóvar. La película trata del joven asesino en serie argentino Carlos Robledo Puch "El Ángel Negro", responsable de la muerte de once personas en la década de 1970 en Buenos Aires. En 2018 también se estrenó La Flor, de Mariano Llinás. La obra se lleva el título de la película más larga de la historia del cine argentino, ya que dura 814 minutos. Rodada a lo largo de 10 años, La Flor se divide en seis episodios (divididos en cuatro partes), cada uno de los cuales explota un género cinematográfico diferente. En 2020, destaca el estreno deEl Prófugo, de Natalia Meta, seleccionada en la competición oficial del Festival de Berlín, y Mamá, mamá, mamá , de Sol Berruezo Pichon-Rivière, también seleccionada en la Berlinale en la categoría Generation Kplus.

Internacional

Gracias a un clima siempre favorable (incluso en invierno) y a ciudades como Buenos Aires, cuya mayor baza es su parecido con las ciudades europeas, Argentina es uno de los países preferidos para el rodaje de películas extranjeras. En Argentina se han rodado varias películas de éxito, como Moonraker en 1979, donde el famoso James Bond se enfrenta al Tiburón en las cataratas del Iguazú, situadas entre Argentina, Brasil y Paraguay. Las cataratas del Iguazú son también escenario del drama Corazón abierto (2012), de Marion Laine, protagonizado por Juliette Binoche, y de la superproducción Pantera Negra (2018), de Ryan Coogler. En 1986, el rodaje (en Argentina) del segundo opus de la saga Higlander(Highlander - el regreso, Russel Mulcahy) tuvo dificultades presupuestarias: Argentina atravesaba un período económico muy oscuro y la construcción de los decorados de la película era muy costosa. En 2004, el Buenos Aires de los años 70 apareció en Disparitions, de Christopher Hampton. Otras películas más recientes rodadas en Argentina son Diversiones (2015, Glenn Ficarra) y el thriller histórico Operación final (2018, Chris Weitz), sobre la caza del nazi Adolf Eichmann por agentes del Mossad en Buenos Aires en los años sesenta. En 2019 se estrena la aclamada Los dos Papas, de Fernando Meirelles, protagonizada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. Esta película británica, coproducida con Italia, Estados Unidos y Argentina, recibió en 2020 varias nominaciones a los Oscar (mejor actor, mejor actor de reparto y mejor guión) y a los Globos de Oro (incluido el de mejor drama).