Años difíciles

El pueblo paraguayo nació de un encuentro en la margen izquierda del Río Paraguay entre Juan Díaz de Solís y sus hombres y las tribus guaraníes que vivían en la región. Unos años más tarde, los conquistadores establecieron el fuerte de Nuestra Señora de la Asunción. Lamentablemente, el saqueo de los recursos y el furioso proselitismo de esa época no era muy favorable para los indígenas. Sin embargo, gracias a los jesuitas que formaron las reducciones, comunidades independientes donde vivían los indios, éstos pudieron mantener su identidad cultural. Antonio Ruiz de Montoya, un sacerdote peruano, luchó por su protección. Este distinguido lingüista estudió su idioma fervientemente y escribió varios manuales para los misioneros. Estos serán los primeros rastros de "literatura" en el Paraguay.

La historia ya bullía de actividad, con muchos giros y vueltas, y no fue hasta dos siglos después, en 1811, que Paraguay obtuvo su independencia. Sin embargo, se dijo que la independencia no iría de la mano de la realización intelectual. José Gaspar Rodríguez de Francia se instaló como dictador de por vida y hasta su muerte en 1840, la censura estaba a la orden del día y el país vivía en una virtual autarquía. Sus sucesores, su sobrino y luego su hijo, Francisco Solano López a partir de 1862, parecieron aliviar un poco la presión. Así, en 1860, Natalicio de María Talavera fundó la revista La Aurora con otros estudiantes, pero este breve vuelo fue interrumpido por la guerra de la Triple Alianza que estalló en 1865. Incorporado como teniente, el joven poeta se convirtió en corresponsal y envió sus columnas al Telégrafo Nacional. Allí, también lanzó un periódico satírico, Cabichu'i, para aliviar la angustia de algunos soldados. Fue aniquilado por una enfermedad en 1867, cuando aún no tenía 30 años. El conflicto, que terminó tres años después, dejó al país incruento, con dos tercios de la población diezmada. Está meticulosamente relatado por Juan Crisóstomo Centurión en sus Memorias o reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, un primer texto que será irremediablemente seguido por una multitud de otros, la historia nunca deja de inspirar las cartas.

Un siglo prometedor

A principios del siglo XX surgieron los escritos de la "Generación del 900", entre los que se encontraban tres autores que tenían la particularidad de no ser paraguayos. Así, Rafael Barrett (1876-1910) nació español en una familia rica. Estaba dotado de un fuerte temperamento, y sus excesos le llevaron a dejarlo todo para cruzar el Atlántico. La conmoción es tal que este orgulloso dandi se convierte en anarquista, convencido y militante. Tanto como sus escritos, es su influencia en los futuros escritores de Paraguay lo que Augusto Roa Bastos saludó. Periodista también, y argentino de nacimiento, José Rodríguez Alcalá también ejerció una fuerte influencia en el medio intelectual de la época, su Ignacia: la hija de suburbio (1905) es considerada una de las primeras novelas paraguayas. Cuenta la historia de una joven forzada a la prostitución, y en su forma actual constituye una verdadera crítica social. Ese mismo año, su compatriota, Martín de Goycoechea Menéndez, publicó Guaraníes, Cuentos de los héroes y de las selvas con tintes nacionalistas.

En los años 20 se empezó a escuchar la melodiosa voz del poeta modernista Manuel Ortiz Guerrero. Escribiendo indistintamente en español y en guaraní, viviendo del agua dulce y del amor de su compañero, Guillermo Molinas Rolón, en una época en la que casi no había editores reales, supo sin embargo tocar a sus compatriotas a través de su poesía -Loca es el más conocido de ellos- y de sus obras de teatro. Contaminado por la lepra en su adolescencia, se oculta en la oscuridad que recibe a sus visitantes al final de su corta vida, que termina en 1933, en su exilio brasileño, mientras que Paraguay se hunde de nuevo en la guerra, la del Chaco que le opone a Bolivia. Pero Manuel Ortiz Guerrero había tenido tiempo de animar a Julio Correa Myzkowsky (1890-1953) a escribir, y este último tomó la antorcha de una dramaturgia guaraní de la que se convirtió en punta de lanza, ya sea como autor, actor o director. Su poesía no es para ser superada, y en esta gran corriente de la modernidad que inaugura, no duda en unir la crítica social y el humor devastador.

Estamos en los albores de la emblemática "Generación del 40" a la que Josefina Plá está estrechamente vinculada. Aunque nació en las Islas Canarias, se distinguió muchas veces por su país de adopción, que descubrió en 1927 y al que se dedicó por completo hasta su muerte en 1999. Su abundante producción -más de 50 libros- incluye el Premio de los Sueños, publicado en 1934, que causó tal revuelo que su poesía no se parece a ninguna otra, así como sus cuentos, como Mano en la Tierra (1963). Una artista completa, prueba su mano en todos los estilos con la misma determinación y sigue siendo una importante voz feminista, que por desgracia no encuentra eco en las traducciones francesas. A su lado, en este círculo literario conocido como Vy'a raity, Hérib Campos Cervera, altamente politizado, tuvo que someterse varias veces al exilio, más extensamente en 1947 durante la guerra civil. Cercano al postmodernismo, había comenzado su carrera en revistas como Juventud e Ideal. La única colección publicada durante su vida fue Ceniza redimida, Hombre secreto fue publicada póstumamente. Elvio Romero, el miembro más joven de la Generación del 40, que sólo tenía 21 años en 1947, era también un activista comunista comprometido y estaba destinado a una vida lejos de su país. Su poesía, a la que se ha dedicado apasionadamente desde su temprana juventud, es profundamente humanista y será aplaudida por los más grandes, desde Pablo Neruda hasta José Saramago. Cuando finalmente pudo regresar a su tierra natal, tras el fin de la dictadura de Stroessner, se le concedió el Premio Nacional de Literatura.

Siguiendo los pasos del arte poético que no duda en afirmarse, la novela toma un nuevo giro. Ofreciendo hasta ahora una visión tradicional, incluso fantástica, del país y sus torpezas, la novela se vuelve radical. Como prueba, La Babosa de Gabriel Casaccia(1907-1980), publicada en 1952 y traducida unos años después por Gallimard. La lucidez con que el autor describe los fallos de los políticos de Asunción está impregnada de ternura cuando evoca a los campesinos resignados y la pobreza reinante. Habiendo probado el naturalismo(El Grito, 1938) y el absurdo(El Pozo, 1947), continuó explorando fervientemente la vena realista cuando, en 1965, escribió Los Exiliados, un oscuro retrato de los emigrantes paraguayos en Argentina, donde él mismo terminaría su vida en 1980.

Lapidario, Yo el Supremo, del ineludible Augusto Roa Bastos, reeditado en francés en febrero de 2020 por Ediciones Ypsilon bajo el título Moi, le Suprême, es igual de lapidario. El escritor no duda en ponerse en la piel del padre fundador, y no menos dictador, Francia, una novela que finalmente le da sus cartas de nobleza. Nacido de un padre de clase trabajadora y sin haber tenido tiempo de terminar sus estudios - se convirtió en enfermero durante la guerra del Chaco mucho antes de cumplir los 18 años -, fue en el periodismo donde dio sus primeros pasos. Exiliado en Buenos Aires, publicó allí su primera gran obra en 1960, Hijode hombre, una colección de cuentos en la que ya se perfilaban sus temas preferidos: el mestizaje, el bilingüismo, la historia y la lucha contra la dictadura. Su fama se extendió rápidamente más allá de las fronteras. Aunque tuvo que volver a marcharse, la Argentina experimentó a su vez trastornos y fue en Toulouse donde hizo las maletas y se convirtió en profesor de literatura y de guaraní en la universidad. Continúa escribiendo, Veille de l'Amiral en 1992, y Le Procureur en 1993. Galardonado con el prestigioso Premio Cervantes en 1989, este año también suena con su regreso a Paraguay. Su funeral, en 2005, es objeto de un luto nacional de tres días. Rubén Bareiro Saguier (1930-2014), un hombre que ejerció mil profesiones, desde narrador a abogado, crítico literario a poeta, también vivió en Francia, el país de su exilio, donde fue embajador de Paraguay unos años más tarde. Patiño sigue publicando su colección Poésie guarani, que puede ser descubierta en versión trilingüe. Por último, concluyamos este breve repaso de la literatura paraguaya con una nota de esperanza, y saludemos la labor de la editorial independiente La Dernière Goutte, que ha publicado dos obras de Esteban Bodoya, nacido en Asunción en 1958, una de las cuales, La Fosse aux ours, promete muchas delicias, preferentemente paganas.