Qué ver y hacer Medio Atlas

A esta vasta residencia, de tres pisos de altura, se accede a través de dos tramos de muros de piedra rematados por una losa para formar un portal, a cuya izquierda está grabada la inscripción: Maison d'Orphée. El atrio está a la derecha, y el mosaico principal muestra a Orfeo encantadores animales (elefante, caballo) con su lira. Desafortunadamente, este mosaico no está completo y parte del círculo ha sido cubierto con cemento. A la izquierda, al entrar, un hermoso mosaico completo que representa a nueve delfines bailando.

Al norte de Fès el-Jedid se encuentra el palacio Real (Dar el-Makhzen). Construido en el siglo XIV, ocupa ochenta hectáreas y da a la gran plaza de los Alauitas. El complejo fortificado se compone de varios palacios, una madraza, una mezquita y los inmensos jardines Lalla Mina. El palacio, donde el soberano pasa unas semanas al año, no se visita. No podemos sino admirar, en la plaza de los Alauitas, el magnífico portal monumental de mosaicos y estucos, sus puertas de bronce dorado y su tejado cubierto de tejas verdes.

Esta puerta, situada en el extremo norte de la medina, da la sensación de ser la entrada a un castillo medieval con sus torres almenadas. Ofrece unas vistas impresionantes sobre el valle que se extiende a sus pies.

Se encuentra a 150 metros de la madraza Cherratine. Este lugar sagrado alberga la tumba de Mulay Idrís II, bajo el reinado del cual Fez se convirtió realmente en una ciudad imperial, la primera de Marruecos. Es lugar de peregrinaje, en el que se invoca a la baraka, a la suerte. Las vigas de madera, a tan solo 1,60 metros de altura, recuerdan que se accede a un lugar en el que está prohibida la entrada de los burros y donde los creyentes deben inclinarse ante el poder divino. Los no musulmanes no pueden aventurarse más allá de las puertas de la mezquita. Sin embargo, se puede ver la tumba de Mulay Idrís, recubierta con una tela de seda dorada que es una ofrenda votiva de la corporación de los tejedores de seda, así como la tumba, más pequeña, de su madre. Los fieles pueden tocar la sepultura de este hombre santo, descendiente de la familia del Profeta, a través de una placa de cobre perforada. El lugar ha sido restaurado varias veces, la última en el siglo XVIII. Observará que aquí las mujeres y los hombres rezan juntos, algo inusual en Marruecos. Antiguamente, el {1}horm{/1}, el recinto sagrado, era un refugio para las personas perseguidas por la ley, puesto que no se podía detener a nadie en la casa de Dios.

Es una visita conmovedora la de este cementerio con sus tumbas resplandecientes de color blanco. Desprende un ambiente de serenidad que pocos visitantes vienen a perturbar. En el fondo del cementerio encontrará un museo, creado por Edmond, en el que se exhiben numerosos recuerdos de familias judías de Fez. No dude en venir a conocerle, tiene su taller a dos pasos. Un pequeño donativo de ayuda será bienvenido.

El Borj norte se encuentra frente a su gemelo del sur. Construido en 1582 por el saadí Ahmad al-Mansur, fue modificado bajo la dinastía alauita; sus cuatro esquinas fueron dotadas de ángulos salientes en forma de punta de lanza, lo que permitía una defensa más eficaz. El Borj, perfectamente conservado, alberga un museo muy interesante donde se puede ver una colección de armas de época. Esta fue transferida desde el Museo Batha en 1963, y la mayor parte de las armas proceden de la Makina, una fábrica de armas fundada en Fez en el siglo XIX por el sultán Moulay Rachid. La exposición se organiza cronológicamente, mostrando los diferentes tipos de armas a lo largo de la historia, desde la Edad de Piedra hasta el siglo XX.

Dominando la medina, esta antigua fortaleza del siglo XVI es también obra del sultán saadí Ahmad al-Mansur. Erigida al sur de la ciudad, poco antes del cementerio Bab Ftouh, antiguamente tenía un papel defensivo, ya que Fez, situada entre la cadena del Rif y la del Atlas Medio, era constantemente atacada por las tribus bereberes que inundaban las montañas. Rodeado de olivos, el Borj ofrece unas vistas fantásticas sobre la vieja medina. Desde lejos, los minaretes de las mezquitas, centenares en toda la ciudad, sobresalen entre la uniformidad de los colores de la medina, cuyo conjunto, rodeado de murallas, es único en su género.

Tiene su nombre de las dos columnas de carpa corinthiano. En el interior se encuentra un amplio peristilo de implevio (cuenca de recuperación de aguas de lluvia).

Como la mayoría de las madrazas (escuelas coránicas) de Marruecos, fue construida bajo la dinastía de los Meriníes, y finalizada en 1358 por el sultán Abu Inan, de quien tomó el nombre (otra madraza lleva también su nombre en Fez). Se utilizó hasta 1964. El patio interior, de lo más clásico, es quizás uno de los mejor conservados de Marruecos, protegido de los pájaros con finas redes. Un suelo con azulejos verdes, negros y blancos, que rodea un estanque central en forma de concha, permitía a quienes se desplazaban descalzos llegar al agua para lavarse. Alrededor, los paneles de celosías, trabajados en madera de cedro, conectan los pilares adornados con cerámica. Sobresalen los estucos de yeso, perfectamente conservados y que presentan unos acabados muy particulares que recuerdan más bien una rica tela. Al lado se encuentran la sala de oración y la mihrab, rodeada de estucos. Es interesante dar la vuelta al patio para ver las celdas de los estudiantes en la planta baja. En la primera planta hay una escalera que conduce a la terraza, desde donde puede admirarse el magnífico minarete con sus azulejos verdes y coronado por tres bolas de cobre.

Alrededor de un gran rectángulo de piedra todavía existen dos mosaicos, desgraciadamente muy dañados. En el fondo y mejor conservada, una neaína sentada sobre un caballo marino y rodeada de centauros.

Este pequeño museo, muy interesante, está dedicado a las artes y oficios tradicionales. En él podrá ver numerosos trajes tradicionales, así como objetos de artesanía de lo más variado y provenientes de todos los rincones de la región, desde alfombras hasta cerámica, sin olvidar el utillaje que servía para su fabricación.

Esta fuente es famosa por la pureza de sus aguas. Brota de una roca, bajo un acantilado, y fluye en medio de un bosque de álamos. El cauce recorre 500 metros hasta llegar a la cascada de las Vírgenes. En verano el lugar es frecuentado por la población local, que viene a relajarse y pasar el día.

Dos mosaicos muy bien conservados: la primera presenta un acróbata (desultor) a caballo y la segunda evoca una escena de pesca.

Se dispone de toda la información sobre los paseos que hay que hacer con sus itinerarios. 

Hermoso paseo por las inmediaciones de la fuente Ain Chifa. El lugar es muy apreciado por los fecíes para ir de picnic en verano.

Construida en 1347 por Abu Hassan, uno de los más grandes sultanes meriníes, cerca de la mezquita Karaouine, esta gran madraza recibe su nombre de Abu Mesbah, sabio de la gran mezquita vecina que impartió por primera vez cursos de Teología. Cuenta con un magnífico estanque íntegramente de mármol importado directamente de al-Ándalus. Forma parte del proyecto de rehabilitación de los edificios de la medina y ha sido restaurada respetando los cánones artísticos.

El abismo de Friouato es sin duda un lugar para visitar. Situado en el parque, se presenta en forma de cráter de 20 m de diámetro. La luz penetra en este inmenso hueco y ilumina, con múltiples colores, los paredes del cráter. No tengas miedo de decir que el espectáculo es realmente sublime y merece ser fotografiado. Equipos y materiales de espeleología en alquiler a la entrada del abismo.

Después del mausoleo se accede a una plaza con un sector cerrado por unas verjas de hierro forjado. En el interior se extiende lo que habría sido la prisión de los Cristianos, también llamada prisión de Qara. Se dice que Qara fue un prisionero portugués que negoció su libertad con Mulay Ismaíl a cambio de construir una cárcel que pudiera contener hasta 40.000 cautivos. El laberinto subterráneo se habría extendido en otro tiempo en un círculo de 7 kilómetros de diámetro. La mayor parte fue destruida por el terremoto de 1755 y hoy solo se conservan tres grandes salas de 80 metros de largo y 25 de ancho iluminadas por unas aperturas realizadas en 1968. La leyenda dice que los prisioneros, cuya misión era transportar bloques de mármol desde Volúbilis a Mequinez, habrían abandonado inmediatamente el trabajo al anunciarse la muerte de Mulay Ismaíl. Esto explicaría la presencia de los bloques de mármol que cubren el camino hacia Volúbilis. El gran edificio con tejadillo de madera que puede verse a la izquierda sería donde Mulay Ismaíl procedía al intercambio de prisioneros con los embajadores de los distintos países. En realidad, parece más bien que el lugar fue un mero depósito subterráneo.

Este palacio de tipo hispano-morisco data de finales del siglo XIX, la época gloriosa de la familia Jamaï, cuando el gran visir Jamaï formaba parte de la corte de Moulay Hassan. Cayó en desgracia bajo el reinado de Abdelaziz y murió en prisión. El palacio sirvió primero de hospital militar durante la Primera Guerra Mundial; en 1920 albergó una academia de Bellas Artes y en la década de 1950 fue reconvertido en Museo Etnográfico. La visita permite admirar tanto la arquitectura del palacio y sus jardines andaluces como las interesantes presentaciones de la artesanía del Atlas Medio. Cerámica de Fez, joyas de plata, tejidos y ebanistería adornan las salas y se alternan con una reconstrucción de los apartamentos del visir, entre ellos la sala de recepciones y su magnífico techo.

En la otra orilla del ued Boukhrared se encuentra el barrio Andaluz, cuyos dos tesoros son la mezquita de los Andaluces y, justo al lado, la madraza Sahrij. Un poco relegada a un segundo plano por la vecina al Karaouine, la mezquita de los Andaluces fue fundada por una mujer, Maryam al-Fihrya, la hermana de Fátima (fundadora de Karaouine), en el año 860. El santuario posee siete puertas; la más monumental, Bab Lahfa (puerta de los Pies Desnudos), es absolutamente magnífica. Construida en madera de cedro y hierro forjado, presenta una forma poco habitual para una mezquita. El minarete data del 956. Por último, la existencia de una nutrida biblioteca demuestra su prestigioso pasado. Se puede acceder a ella por la plaza R'cif o por Bab Ftouh.

Anterior a Bou Inania, fue construido en 1325 por el orden del Mérinide Abu Said. En esta madraza de dimensiones más modestas podrá admirar la finura del trabajo de los materiales más nobles de Marruecos, el mármol blanco, el cedro de los bosques del Atlas Medio y el bronce, en la entrada. Un magnífico estanque rectangular ocupa el centro del patio. ¡Qué placer, para los estudiantes, estudiar en un lugar tan hermoso y propicio para la reflexión! Tras largos años de restauración, la madraza abrió sus puertas en 2012, para mayor alegría de los amantes de la calma y frescura.

Más que por su decoración, poco espectacular, resulta interesante visitar esta madraza por su carácter funcional. Es la más grande de Fez, y fue construida por los alauitas en el siglo XVII para albergar y formar a unos 250 estudiantes.

En los alrededores de Azrou, existe la posibilidad de hacer una excursión de un día para descubrir los lagos. Esta excursión se realiza mejor fuera del verano (los lagos suelen estar secos). El lago más importante de la región es el Lago Aaoua, que es el primer lago que encontrará en su camino. A continuación, una sucesión de pequeños lagos que le llevarán de vuelta a la carretera principal de Fez-Ifrane. También puedes unirte a Sefrou directamente. Todos estos destinos están bastante bien indicados por señales a lo largo de la ruta.

Esta universidad es uno de los orgullos de Ifrán. Fundada en 1993 por el rey Hassan II, recibe a sus primeros estudiantes dos años después. Su prestigioso sistema educativo forma a la élite marroquí, los futuros ejecutivos del país. Los cursos se imparten en francés e inglés. El campus se estructura alrededor de pequeños chalés a imagen de la ciudad y dispone de un gran jardín abierto al público durante la semana. También puede visitar el campus previa solicitud. Encontrará más información sobre la universidad en su página web.

El ascenso al djebel (montaña) Abad (1.768 m) es una excursión fácil de menos de una hora que le permitirá descubrir el punto culminante del macizo del Kandar. Las vistas desde la cumbre sobre la llanura de Sais y el djebel Zerhoun son realmente excepcionales, y desde allí se pueden contemplar los tejados de Fez. 

Situado en el centro de Talaa Seghira, este palacio construido en el siglo XIX fue durante un tiempo la residencia del mariscal Lyautey. Aquí se firmó también el Tratado del Protectorado francés en 1912. El palacio, una residencia privada muy restaurada, alberga, desde la independencia, un restaurante turístico de buena calidad en un entorno típico y discreto. Muy recomendable el cuscús.

Se puede llegar a la Porte aux Vents Est desde la Place du Méchouar siguiendo las murallas desde el exterior. Las murallas, levantadas en el siglo XII, han sido mal restauradas, y no se siente la unidad histórica que se veía antes. Sin embargo, la vista es notable en Ban er-Rih: sobre las montañas, las plantaciones y los bosques del Jebel Tazzeka. Para volver a la medina, la calle de Bab er-Rih sube cerca de la Mezquita Mayor y se une a los zocos.

El casco antiguo, rodeado de murallas construidas a finales del siglo XVIII, está atravesado por el arroyo Aggai. El barrio judío, situado en la orilla sur del arroyo, está unido al barrio musulmán por unos bonitos puentes de piedra. Aún se pueden observar las casas con balcones de madera de la mellah o barrio judío, que vio emigrar a su población a finales de los años 1950. En la época de mayor apogeo, el barrio llegó a albergar siete sinagogas, de las que solo ha sobrevivido una, construida a finales del siglo XVIII. La Gran Mezquita, restaurada en el siglo XIX, se alza cerca del ued. Un poco más arriba puede pasear por los zocos para llegar al mausoleo de Sidi Lahcen Youssi, al oeste de la ciudad. El santo Lahcen Youssi fue uno de los símbolos de la resistencia de la ciudad a la conquista colonial.

He aquí un ecomuseo informativo de visita obligada antes de cualquier paseo por el bosque de Azrou. Tendrá todas las claves para descubrir este ecosistema forestal único y aprender todo sobre su fauna, su flora, su gestión y sus actividades agropastorales. Los niños disfrutarán especialmente con los juegos educativos y las exposiciones interactivas. El sitio también pretende concienciar sobre la necesidad de proteger el bosque de cedros. Dedique una hora a la visita, porque el ecomuseo es fascinante