Parque natural y conservación de la biodiversidad
La erosión de la biodiversidad en Ibiza está vinculada en gran medida al turismo. Los cambios en el uso del suelo (urbanización), la fragmentación de los entornos (construcción de infraestructuras de transporte) y la contaminación (residuos) han contribuido a la degradación y desaparición de espacios y especies naturales. La isla también ha tenido que hacer frente a la introducción de especies exóticas invasoras, lo que ha provocado el desarraigo de algunas de estas especies vegetales. También se han creado zonas protegidas para preservar los ecosistemas y concienciar a residentes y visitantes sobre la belleza y fragilidad de la vida en la isla.
El Parque Natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera, situado entre las dos islas del mismo nombre, alberga salinas. El litoral está formado por extensas praderas submarinas de Posidonia, vitales para mantener el equilibrio natural. Estas especies vegetales producen oxígeno, filtran el agua, evitan la erosión del fondo marino y alimentan y protegen a numerosas especies. Las marismas albergan una gran variedad de aves residentes y migratorias. El parque contribuye a preservar los ecosistemas marinos y terrestres, incluidas las especies endémicas, que también son el resultado de las interacciones con las actividades humanas, concretamente la salicultura. Forma parte de una zona clasificada como Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1999, bajo el epígrafe "Ibiza, Biodiversidad y Cultura", que incluye elementos arqueológicos y arquitectónicos. Entre ellos destacan las antiguas cabañas de pastores, legado del pasado pastoril de la isla, y los depósitos de agua, testimonio de la escasez de agua en la zona. Estos elementos paisajísticos también sirven para preservar la memoria de una actividad agrícola desaparecida, que también pervive a través del folclore.
También está la reserva marina de Freus, situada igualmente entre Ibiza y Formentera. La Reserva Natural de Es Vedra, Es Vedranell i de los islotes de poniente, al suroeste de Ibiza, protege ecosistemas tanto marinos como terrestres. Alberga el punto más alto de la isla.
Una ambiciosa política de reducción de residuos
La producción anual de residuos en Baleares se estima en unos 800 kg por habitante, una de las tasas más elevadas de España (fuente www.zerowastefrance.org). Esta producción, ligada al número de turistas (18,7 millones de visitantes en 2024), supera a menudo la capacidad de los centros de tratamiento de residuos del archipiélago (incineradoras). Esta situación contribuye a la contaminación del mar por plásticos. El Mediterráneo, que representa el 1% de las aguas marinas del mundo, concentra el 7% de la contaminación por plásticos (fuente: WWF). La mayor parte de esta contaminación es invisible a simple vista (plásticos en forma de nanopartículas y micropartículas) y procede de efluentes acuosos. También se pueden encontrar detritus plásticos sólidos en la isla, a menudo después de episodios de lluvia. Las Baleares también sufren otras fuentes de contaminación marina, así como la convergencia de contaminación más lejana hacia sus costas, fenómeno vinculado a la corriente Liguro-Provençal-Catalán.
Las asociaciones de protección del medio ambiente organizan periódicamente campañas de limpieza de playas. Ante estos retos, el archipiélago ha aprobado en 2019 una ley destinada a reducir los residuos en origen. Compromete a Baleares con un enfoque de economía circular, iniciativa pionera en España, e incluye objetivos cuantificados. En concreto, prohíbe muchos plásticos de un solo uso que contengan micropartículas y nanoplásticos, así como las botellas de agua. La ley se aplica no sólo a los hogares, sino también a los sectores de la hostelería, la restauración y los eventos. Va acompañada de campañas de sensibilización e incentivos económicos.
Enfrentarse al cambio climático
Ibiza está especialmente expuesta al cambio climático. El problema del agua podría ser aún más acuciante en una zona que ya ha tenido que aumentar su capacidad de desalinización de agua de mar. La isla podría experimentar una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos extremos: sequías, inundaciones y tormentas. A ello se añade el riesgo de sumersión de las tierras (debido a la subida del nivel del mar). El aumento de la temperatura del mar está perturbando los ecosistemas, con efectos nocivos sobre el plancton y toda la cadena alimentaria. Todos los seres vivos están amenazados. La Red Mediterránea de Expertos en Cambio Climático y Medioambiental (MedECC), que reúne a más de 600 investigadores, elaboró en noviembre de 2020 un informe sobre los riesgos medioambientales en la región mediterránea, dirigido a científicos y responsables políticos. En él se hace un llamamiento a la acción para limitar el calentamiento global y adaptarse a sus efectos. En respuesta a la emergencia climática, el gobierno balear aprobó en 2018 una ley para establecer una estrategia baja en carbono. Esta se basa en la prohibición de nuevos coches diésel a partir de 2025, el desarrollo de las energías renovables (incluida la termosolar, los coches eléctricos) y el cierre de las centrales térmicas para 2035, con el fin de reducir la dependencia de los combustibles fósiles. El objetivo es alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. La isla también ofrece oportunidades para el ecoturismo, con rutas a pie y en bicicleta, productos locales y un uso frugal de los recursos. En 2016 se introdujo una tasa turística cuya recaudación se destina a financiar proyectos medioambientales.
En nuestras acciones cotidianas, también somos agentes del cambio a favor del clima y la biodiversidad. Utilizar los recursos con prudencia (agua, energía), adoptar un enfoque de "residuo cero" y elegir productos que no sean perjudiciales para el medio ambiente (cremas solares sin filtros químicos) son ejemplos de cómo tener una estancia "ecofriendly" en Ibiza.