Parc naturel de Ses Salines © Wanderlust Media - Shutterstock.com.jpg

Parque natural y conservación de la biodiversidad

La erosión de la biodiversidad en Ibiza está ligada en gran medida a la actividad turística. El cambio de uso del suelo (urbanización), la fragmentación de los entornos (construcción de infraestructuras de transporte) y la contaminación (residuos) han contribuido a la degradación y desaparición de espacios naturales y especies. La isla también ha tenido que hacer frente a la introducción de especies exóticas invasoras, lo que ha llevado a la eliminación de algunas de estas especies vegetales. También se han creado zonas protegidas para preservar los ecosistemas y concienciar a los habitantes y visitantes de la belleza y la fragilidad de la vida.
El Parque Natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera, situado entre las dos islas del mismo nombre, alberga marismas. El litoral está formado por vastas praderas submarinas de Posidonia, que son vitales para mantener el equilibrio natural. Estas especies vegetales producen oxígeno, filtran el agua, evitan la erosión del fondo marino y alimentan y protegen a numerosas especies. Las salinas albergan una gran variedad de aves residentes y migratorias. El parque preserva los ecosistemas marinos y terrestres, incluidas las especies endémicas, que también son el resultado de las interacciones con las actividades humanas, en concreto el cultivo de sal. Forma parte de una zona clasificada en 1999 como Patrimonio Mundial de la Unesco bajo el epígrafe "Ibiza, Biodiversidad y Cultura", que incluye elementos arqueológicos y arquitectónicos. Entre ellos se encuentran antiguas cabañas de pastores, legado del pasado pastoril de la isla, y depósitos de agua, que dan testimonio de la escasez de agua en la zona. Estos elementos del paisaje también conservan la memoria de una actividad agrícola desaparecida, que también pervive a través del folclore.
También cabe destacar la Reserva Marina de los Freus, también situada entre Ibiza y Formentera. La Reserva Natural de Es Vedra, Es Vedranell i de los islotes de poniente, al suroeste de Ibiza, protege tanto los ecosistemas marinos como los terrestres. En ella se encuentra el punto más alto de la isla.

Una ambiciosa política de reducción de residuos

La producción anual de residuos en las Islas Baleares se estima en unos 800 kg por habitante, una de las tasas más altas de España (fuente www.zerowastefrance.org). Esta producción, ligada al número de turistas (20 millones de visitantes en 2017) supera a menudo la capacidad de los centros de tratamiento de residuos del archipiélago (incineradoras). Esta situación contribuye a la contaminación por plásticos del mar. El Mediterráneo, que constituye el 1% de las aguas marinas del mundo, concentra el 7% de la contaminación por plásticos (fuente: WWF). La mayor parte de esta contaminación es invisible a simple vista (plásticos en forma de nanopartículas y micropartículas) y procede de efluentes acuosos. También se encuentran detritos de plástico sólido en la isla, a menudo después de eventos de lluvia. Las Islas Baleares también sufren otros focos de contaminación marina, así como la convergencia hacia sus costas de la contaminación procedente de lugares más lejanos, un fenómeno vinculado a la corriente ligur-provenzal-catalana.
Las asociaciones de protección del medio ambiente inician regularmente campañas de limpieza de playas. Ante estos retos, el archipiélago ha promulgado en 2019 una ley destinada a reducir los residuos en origen. Compromete a las Islas Baleares a un enfoque de economía circular, pionero en España, con objetivos cuantificados. En particular, prohíbe muchos plásticos de un solo uso que contienen micro y nanopartículas y las botellas de agua. Esta ley se aplica a los hogares, pero también al sector de la hostelería y los eventos. Va acompañada de actividades de sensibilización e incentivos económicos.

Enfrentarse al cambio climático

Ibiza está especialmente expuesta al cambio climático. La cuestión del agua podría ser aún más importante en un territorio que ya ha tenido que aumentar su capacidad de desalinización de agua de mar. La isla podría experimentar una mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos: sequías, inundaciones, tormentas. Además, existe el riesgo de que la tierra quede sumergida (debido a la subida del nivel del mar). El aumento de la temperatura del mar provoca la alteración de los ecosistemas con efectos nocivos para el plancton y toda la cadena alimentaria. Por lo tanto, todos los organismos vivos están amenazados. La Red Mediterránea de Expertos en Cambio Climático y Medioambiental (MedECC), que reúne a más de 600 investigadores, elaboró en noviembre de 2020 un informe sobre los riesgos medioambientales en la región mediterránea, destinado a científicos y responsables de la toma de decisiones. Pide que se actúe para limitar el calentamiento global y adaptarse a sus efectos. Ante la emergencia climática, el Gobierno balear promulgó en 2018 una ley para establecer una estrategia de bajas emisiones de carbono. Se basa en la prohibición de nuevos coches diésel a partir de 2025, el desarrollo de las energías renovables (incluida la solar térmica, los coches eléctricos) y el cierre de las centrales térmicas para 2035, con el fin de reducir la dependencia de los combustibles fósiles. El objetivo es conseguir la neutralidad en carbono para 2050. La isla también ofrece oportunidades para el ecoturismo: rutas a pie y en bicicleta, productos locales y sobriedad en el uso de los recursos. En 2016 se introdujo una tasa turística cuya recaudación se destina a financiar proyectos medioambientales. En nuestras acciones cotidianas, también somos actores del cambio a favor del clima y la biodiversidad. El consumo razonable de recursos (agua, energía), la adopción de un enfoque de "residuos cero" y la elección de productos no perjudiciales para el medio ambiente (cremas solares sin filtros químicos) son ejemplos de una estancia "ecológica" en Ibiza. En 2016 se introdujo en Baleares una tasa turística cuya recaudación se destina a financiar proyectos medioambientales.