Orígenes, plural

Cuando el inglés Edward Lanzer Joseph (1792-1838) desembarcó en Trinidad en 1817, el archipiélago ya había cambiado varias veces de manos y había sido finalmente concedido a su país natal quince años antes, tras la Paz de Amiens. Sin embargo, las tensiones eran muy fuertes, lo que no dejó de subrayar -no sin un feroz sentido del humor- en la farsa musical Ley marcial en dos actos, que escribió y dirigió. La cuestión de la esclavitud y de la igualdad entre los pueblos era un tema candente, como confirma la primera novela del archipiélago, Emmanuel Appadocca o Blighted Life: A Tale of the Boucaneers (1854), escrita por Michel Maxwell Philip (1829-1888), que se basó en su propia experiencia como hijo ilegítimo de un plantador blanco y una mujer mestiza. John Jacob Thomas (1841-1889) y Henry Sylvester-Williams (1869-1911) también se posicionaron a favor de la población negra de las Antillas. El primero publicó Froudacity (1889), una refutación de las teorías racistas del historiador de Oxford James Anthony Froude, mientras que el segundo fue uno de los fundadores del movimiento panafricano.

Una vez más, la Historia en mayúsculas ha alcanzado a Alfred Mendes, trinitense nacido en 1897 en el seno de una familia de origen portugués. Su participación en la Primera Guerra Mundial inspiró a su nieto, el director Sam Mendès, la película 1917, estrenada en 2019. A su regreso, Mendes se dedicó a la literatura, cofundó la efímera revista Trinidad en 1929 con CRL James (1901-1989) -una influyente voz de la posdescolonización- y volvió a escribir para The Beacon en 1931. Este periódico, que se publicó mensualmente hasta 1933, fue importante porque reunió a la primera generación de escritores dispuestos a afirmar sus particularidades literarias y lingüísticas, en oposición a las convenciones europeas. Además de Mendes, que llegó a publicar dos novelas(Picth Lake en 1934 y Black Fauns en 1935) y James, cuyos Black Jacobins pueden leerse en Ámsterdam, el "Grupo Beacon" incluía a Albert Gomes, miembro fundador y futuro político, Ralph de Boissière (1907-2008), novelista realista comprometido con temas sociales(Crow Jewel, Rum and Coca-Cola, No Saddles for Kangaroos), y el artista Hugh Stollmeyer. El género teatral fue impulsado por William Archibald, que alcanzó el éxito en Broadway con su adaptación de Henry James, primero en el escenario y luego en el cine (The Innocents, con guión de Truman Capote), y por Errol Gaston Hill, que se dedicó a desarrollar la escena y la escritura antillana(Man Better Man, 1964).

Situación actual

A partir de finales de los años cincuenta, el pequeño archipiélago empezó a abrirse al mundo, lo que propició un número creciente de traducciones a nuestro idioma. En L'Ascension de Moïse (Éditions Caribéennes), Samuel Selvon se centra en el exilio, retratando a un personaje que abandona Jamaica para buscar fortuna en Londres. En L'Oiseau zombie (Drapper éditeur), Ismith Khan presenta la otra cara de la misma moneda: este relato de iniciación con fuerte acento autobiográfico describe lo que tienen que superar los trinitenses de origen indio para quedarse en la isla. Khan comparte ascendencia india con V.S. Naipaul (1932-2018), cuyos antepasados llegaron a las Antillas para sustituir a los esclavos liberados en las plantaciones. También comparten una visión desilusionada de la isla en la que nacieron, como confirman la primera novela del futuro Premio Nobel, Le Masseur mystique (Grasset), y su colección de relatos cortos que describen un barrio desfavorecido de Puerto España en los años cuarenta(Miguel Street, Gallimard). Fue con Une Maison pour Monsieur Biswas (Gallimard), una biografía de su padre que no ignoraba las humillaciones que tuvo que soportar como hindú en Trinidad, cuando conoció un éxito ininterrumpido, aunque algunos detractores le reprocharon su pesimismo constante y su crítica mordaz de las sociedades poscoloniales. Ya fuera por derrotismo o por clarividencia, Trinidad y Tobago fue objeto de mucha tinta entre los escritores, que se complacían en retratar el país desde todos los ángulos. Earl Lovelace evoca el Black Power y el peso de la tradición en C'est juste un film y Le Sel respectivamente (Le Temps des Cerises), Lawrence Scott escribe sobre maldiciones en Balai de sorcière (Mémoire d'encrier) y sobre la lepra en Calypso la nuit (Sabine Wespieser), Merle Hodge describe la desigualdad social en Crick, crack, Monkey (Karthala) y Harold Sonny Ladoo describe la miseria en Nulle douleur comme ce corps (Les Allusifs). También podríamos citar À Trinidad, vivait une famille de Shiva Naipaul (1945-1985), un gran fresco perseguido por los demonios publicado por L'Olivier, o Ramabai Espinet que, en su primera novela, Le Pont suspendu ou l'histoire jamais racontée (Éditions du Rocher), traza el viaje de una mujer que se ve abocada a cuestionar el pasado de su familia y la dificultad de convivencia de los diferentes pueblos de Trinidad.

Irse, sin olvidar

Sin embargo, los escritores de la segunda mitad del siglo XX parecen seguir queriendo ampliar sus horizontes, tanto en sentido literal como figurado, abrazando la paradoja de la partida como forma de reflexionar sobre de dónde venimos. La poeta Dionne Brand -que abandonó definitivamente su isla natal y se trasladó a Toronto en 1970, a la edad de 17 años- examina el retorno imposible, la doble identidad y la diáspora, y aúna geografía y psicología, esclavitud y trauma. Ha sido publicada en francés por Tryptique con Ossuaires y L'Amour, à peu près. Neil Bissoondath, sobrino de V.S. Naipaul, también se trasladó a Canadá desde Trinidad y Tobago, donde nació en 1955. Su obra se inscribe en la línea de la novela realista, que cuestiona el pasado(Un Baume pour le cœur, Folio), las cuestiones sociales(À l'aube de lendemains précaires, Boréal) y la dificultad de ser uno mismo(Cartes postales de l'enfer, Phébus). El patrimonio también está en el corazón de Fleur de nuit (Éditions 10-18) de Shani Mootoo, nacida en Dublín en 1957 de padres trinitenses, y de la obra del dramaturgo André Alexis, cuyos títulos no dejan lugar a dudas sobre sus obsesiones: Enfance et Exil (Éditions Fides) y Le Langage de la meute (Québec-Amérique). El estadounidense Robert Antoni, ganador del Premio de Escritores de la Commonwealth en 1992, explora su "isla imaginaria", aquella en la que nacieron sus padres(Carnaval publicado por Denoël, Goyaves coupées y Postscript to the Civilisation of the Simiens publicados por Long Cours). Por último, pero no por ello menos importante, la literatura femenina está ampliamente representada por Elizabeth Walcott-Hackshaw, hija de Derek Walcott (1930-2017), natural de Santa Lucía y Premio Nobel en 1992, cuya colección de cuentos La Saison des cerfs-volants ha sido traducida por Zoé, así como por Claire Adam y su bestseller L'Enfant en or (Le Livre de Poche) y Monique Roffey, cuyo cuento La Sirène de Black Conch (Mémoire d'encrier, 2023) despierta la imaginación... y la reflexión.