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Un pasado glorioso

El séptimo arte armenio nació en 1923, tras el advenimiento del poder soviético y la creación del Goskino armenio (Armenkino, luego Armenfilm y finalmente Haïfilm). Inicialmente un instrumento de propaganda, el cine armenio existió muy rápidamente a través de directores como Amo Bek Nazarov e Iram Perestiani, que se inspiraron en el patrimonio nacional. Después de un sofocante período de realismo socialista, el séptimo arte de Armenia experimentó un período de renacimiento a principios de la década de 1960. Henrik Malian dirigió Nous sommes nos montagnes (1969) y Les saisons d'Artavazd Pélechian (1972), dos películas de tema pastoral; Ardavazd Péléchian dirigió Nous (1969), Les saisons (1972) y más tarde, Notre siècle (1982) mientras que Sergueï Paradjanov dirigió Les Chevaux de feu (1964) o Sayat Nova (1968), y adquirió el título de influencia artística para una generación de nuevos directores, tanto en Georgia como en Ucrania y Armenia. Además, la producción de películas animadas (con animadores como Robert Sahakyants) experimentó un renacimiento de la creatividad. Desde sus primeras producciones en 1937, este género cinematográfico adquirió cierta reputación, gracias en particular a la película El perro y el gato de Lev Atamanov realizada en 1955. Sin embargo, no fue hasta 1967 que la película animada armenia comenzó a ser producida regularmente, en particular por sus bandas sonoras.

Un género privilegiado: el documental

Inicialmente subvertido por una vena poética lírica, el documental armenio experimenta un renacimiento comprometido y crítico (con artistas como Haroutioun Khatchatourian o Rouben Kevorkiants) tras la creación del movimiento de Karabagh. Pero los tiempos son difíciles para la economía del país, el cine armenio está esperando financiación externa, mientras que los cineastas locales esperan con impaciencia la oportunidad de inspirarse en la agitación que experimentó el país durante el terremoto de 1988. No obstante, el lanzamiento de un festival de cine en Armenia, el Albaricoque de Oro, ilustra los esfuerzos de los cineastas por devolver al cine armenio el lugar que le corresponde en la producción mundial. Desde el documental hasta la ficción, una nueva generación de directores armenios está creando un lugar para sí misma en el mundo del cine: Anna Melikian y sus obras Mermaid (2008, Oso de Oro y Albaricoque de Oro) y Of Love (2015, Gran Premio de la Fiesta de Sochi en Rusia); Anna Arevshatyan y Bari Luys (galardonadas con numerosos premios, en particular en Toronto y en el Festival de Ereván) o Mher Mktrchian y su obra Guiank o Griv (2017) sobre la Guerra de Karabagh. Recientemente, destacamos la obra armenio-rusa Spitak (2018) de Alexander Kott (mejor director en el Festival de Moscú) así como los documentales I am not Alone (2019) de Garin Hovannisian y Nothing to Be Af raid of (2019) de Silva Khnkanosian.