La lucha contra la corrupción en Indonesia
En Bali, la corrupción está muy arraigada en el sistema, agravada por los bajísimos sueldos de los funcionarios. Cuando surgen problemas, incluso aparentemente insolubles, muchos recurren a la corrupción, que se considera casi inevitable. Indonesia figura regularmente entre los países más corruptos del mundo. Bajo el régimen de Suharto, la corrupción alcanzó nuevas cotas con el "capitalismo de amiguetes", que fomentaba la malversación de fondos públicos y el nepotismo. Su familia y sus amigos amasaron una fortuna colosal, estimada entre 15.000 y 25.000 millones de dólares. Esta cultura política persiste, sobre todo porque la descentralización, iniciada a finales del siglo XX, ha ampliado la red de corrupción, haciendo necesario "pagar a todos", más allá del clan Suharto. Susilo Bambang Yudhoyono, presidente de 2004 a 2014, había prometido durante su primera campaña electoral que la lucha contra la corrupción sería el primero de sus retos: pocos meses después de llegar al poder, empezó a impulsar detenciones y juicios, como el de un antiguo gobernador de la provincia de Aceh, considerado uno de los más corruptos. También se ha creado una comisión para erradicar la corrupción.
El último presidente, Joko Widodo, también hizo de la lucha contra la corrupción su caballo de batalla. Pero la lucha es difícil, ya que la corrupción es moneda corriente y está profundamente arraigada en las costumbres del país. Queda por ver qué hará el nuevo presidente, Prabowo Subianto, cuando tome posesión en octubre de 2024.
Cuestiones políticas
Desde la independencia de Timor en 2002, las relaciones con Australia se han deteriorado. El envío de tropas australianas a la frontera de los dos estados de Timor, bajo los auspicios de Naciones Unidas, fue visto como una provocación por Indonesia, que desconfiaba del poder de Australia. Los atentados de Bali también exacerbaron las tensiones: el 12 de octubre de 2002, un atentado con bomba en Kuta se cobró la vida de 202 personas, en su mayoría jóvenes australianos. En 2005, otros atentados mataron a indonesios en Jimbaran. Aunque los turistas australianos han regresado con fuerza a Bali, las relaciones diplomáticas se tensaron en 2015 tras la ejecución de dos australianos por tráfico de drogas. Actualmente, las relaciones entre estos dos países vecinos se caracterizan por una fachada de cordialidad.
El mayor reto de Bali: el turismo, una ganancia financiera durante décadas
En 2001, antes del devastador atentado de Bali, el archipiélago acogió a 5,15 millones de turistas, que generaron unos ingresos de 5.400 millones de dólares. En agosto, Bali recibía una media de ¡un millón de visitantes al mes! Sin embargo, la crisis ha tenido un fuerte impacto en la isla, donde el 90% de la población depende de la industria turística, desde camareros a pescadores y artistas. Tras el atentado de 2002, las calles de Kuta quedaron vacías y el desempleo se disparó, provocando tensiones locales. Desde los atentados de 2005, Bali ha diversificado su economía, atrayendo a empresas de servicios. En 2019, casi 6 millones de turistas extranjeros y 10 millones de indonesios visitaron la isla, testimonio de un sector que sigue siendo central.
Una vuelta al norte para algunos balineses
La pandemia de Covid-19 ha afectado gravemente a los trabajadores del sector turístico de Bali, provocando despidos masivos, reducción de salarios y de la jornada laboral. Los balineses del norte rural, que vinieron a trabajar en el turismo del sur, han tenido que regresar a sus pueblos para subsistir, dedicándose a la agricultura y la pesca, que pagan mucho menos. Dado que el 25% de los ingresos procedentes del transporte y la alimentación están vinculados al turismo, la caída de este sector ha provocado un éxodo. Sin embargo, este retorno de mano de obra ha beneficiado a la región septentrional. En junio de 2021, el Presidente indonesio aprobó diez medidas de apoyo a la recuperación económica, entre ellas formación y créditos blandos.
El periodo pospandémico
Desde 2021, Bali se enfrenta a una serie de retos importantes. La recuperación del turismo es crucial, pero debe ir acompañada de una gestión más sostenible de los recursos. El desarrollo de infraestructuras para acoger acontecimientos internacionales se está expandiendo rápidamente, al tiempo que se intenta diversificar la economía para que deje de depender únicamente del turismo. La protección del medio ambiente, puesta de relieve por los efectos de la pandemia, es ahora una prioridad, con iniciativas para reducir los residuos y promover un turismo más responsable. El auge de la tecnología digital y la creación de empleo en los sectores tecnológicos también están en marcha, sobre todo para atraer a trabajadores a distancia y a empresas internacionales. La mejora de las competencias locales mediante programas de formación sigue siendo una cuestión clave para garantizar un futuro más resistente e independiente para la isla.