Un poco de historia
En la Edad Media, la producción literaria portuguesa se inició con chansons de gestes galaico-portuguesas y poemas líricos ya muy marcados por cierta languidez y nostalgia. En el siglo XVI, Gil Vicente (1465-1537), el Shakespeare portugués, dejó su impronta en la historia del teatro europeo. Su obra La Barque de l'Enfer (La barca del infierno ) es de visita obligada en Portugal. Le siguió Luís de Camões (1525-1580), cuyo Lusiades relata la epopeya de los Descubrimientos y que, con su obra cumbre, fundó la literatura portuguesa moderna. El siglo XVII estuvo dominado por la literatura religiosa barroca, sobre todo por los elocuentes sermones del sacerdote jesuita António Vieira, gran humanista que luchó por la causa de los pueblos indígenas de Brasil y contra la Inquisición.
Literatura contemporánea
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el Romanticismo se extendió por Portugal y encontró muchos adeptos entre las figuras literarias más brillantes de la época: el vizconde d'Almeida Garrett (1799-1854), por ejemplo, que transformó al héroe de las Lusiadas en héroe romántico en su poema Camões. Alexandre Herculano (1810-1877), el gran poeta nacional cuyo nombre adorna hoy muchas calles y plazas del país, influyó mucho en el movimiento romántico. Sus Légendes et récits du Portugal y Eurico pueden leerse en francés.
La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por las ácidas crónicas sociales de Eça de Queiroz (1845-1900) y Camilo Castelo Branco (1825-1890), cuyas novelas estaban fuertemente inspiradas en el realismo de Balzac. Queiroz, por ejemplo, escribió Une famille portugaise(Os Maias en portugués), una especie de fresco naturalista al estilo de Zola La obra de este último, Amour de perdition (1862), está considerada por algunos como la mejor novela romántica portuguesa. El autor escribió esta historia de amor prohibido mientras estaba en la cárcel por su relación con una mujer casada. Con su tradición medieval, la lírica volvió a reinar a principios del siglo XX con Antero de Quental y Eugenio de Castro. Pero, sobre todo, este siglo vio surgir a los tres grandes de la literatura portuguesa contemporánea:
Fernando Pessoa (1888-1935), considerado por algunos literatos de todo el mundo como el escritor más importante del sigloXX, y su figura con gafas y sombrero rondará para siempre el imaginario de Lisboa. El principio de su literatura es de una genialidad singular: relata los pensamientos de numerosas personas que gravitan en torno a un universo autorreferencial, hermético, en el que uno se sumerge sólo para ahogarse inmediatamente. Algunas de estas personas afirman incluso conocer a "un tal Fernando Pessoa". Durante su vida, los críticos literarios consideraron que su creación literaria estaba estrechamente vinculada a la de algunos de sus amigos: el melancólico Bernardo Soares, el magnífico Alberto Caiero, el conservador Richardo Reis, el lírico Alvaro de Campos, todos ellos muy de moda en la época. Sólo después de su muerte, en 1935, quedó claro que esos "amigos" eran personajes imaginarios y que todos los poemas, cuentos, odas y fragmentos publicados entonces habían sido inventados por el propio Pessoa.
Antonio Tabucchi (1943-2012), escritor italiano que quedó tan prendado de Lisboa y Portugal que decidió escribir en portugués Una de sus mejores novelas, Pereira prétend (Sostiene Pereira), describe el despertar de un periodista durante el apogeo del nuevo Estado. El tema es interesante, pero el extraordinario retrato de Lisboa le conquistará por encima de todo. Un libro para guardar durante días de saudade.
José Saramago (1922-2010), ampliamente conocido y apreciado en el extranjero. Único portugués galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1998, sus novelas fantásticas y pesimistas se inscriben en la mejor tradición de la literatura portuguesa. Miembro del Partido Comunista desde 1969, se declara ateo y no ha dejado de suscitar polémicas en el muy católico Portugal, en particular con su Evangelio según Jesucristo.
En el Algarve
Muy pocos escritores del Algarve han cruzado fronteras. Pero algunos han dejado su huella en la historia literaria de su país. António Aleixo (1899-1949) es uno de ellos. Está considerado uno de los principales poetas del Algarve. Sus letras irónicas de principios del siglo XX ofrecían una visión fresca de la crítica social. Una estatua le rinde homenaje en Loulé, cerca del bar Calcinha que frecuentaba.
Otro buen escritor de Loulé es Casimiro Cavaco Correia de Brito (1938-2024). Periodista al principio, ensayista después, se dedicó finalmente a la poesía, arte al que dedicó una veintena de obras. Su última novela, 69 poèmes d'amour, ha dado mucho que hablar. Otras obras suyas son Aimer toute la vie (2015).
El futuro de la literatura portuguesa
En cuanto a las jóvenes promesas, empecemos por Manuel de Freitas y su Game Over, una especie de colección de himnos urbanos en los que el autor capta la vida cotidiana y ofrece una crónica amarga y desilusionada de la misma. También es muy importante descubrir a António Lobo Antunes (nacido en 1942). Este psiquiatra es también un reconocido autor que recibió en 2007 el Premio Camões, el máximo galardón literario del país. Su escritura pretende romper con los códigos y reglas de la trama tradicional: por ejemplo, utiliza varios narradores que adoptan distintos puntos de vista sobre una misma situación. Entre sus obras destacan Traité des passions de l'âme (1990), Mémoire d'éléphant (1998) y Mon nom est légion (2007). También merece la pena leer a Margarida Rebelo Pinto (1965), escritora y colaboradora de la prensa portuguesa e internacional ( Elle y Marie-Claire, entre otras). Su primera novela, Les Filles d'Estoril, publicada en 1999, la ha hecho famosa. Y por último, la escritora Agustina Bessa-Luís (1922-2019), un verdadero icono de la literatura portuguesa. Siete de las películas de Manoel de Oliveira se basan en sus obras Entre sus obras destacan La Sibila (1984), La confortable desesperación de las mujeres (1994) y El principio de incertidumbre (2002).