Los más bellos parajes naturales por descubrir Este

El Parque Nacional Los Haitises es un laberinto de colinas y enormes flechas de piedra caliza de casi 500 metros de altura. Debe su nombre a una palabra en taíno: Haiti significaba «zona montañosa». El área protegida se extiende a lo largo de 208 km² desde el sur-suroeste de la bahía de Samaná hasta la bahía de San Lorenzo. La formación de este espacio natural único, antaño sumergido, se remonta a hace unos cuarenta millones de años, en el Mioceno. Se ha ido elevando y surgiendo de las aguas gradualmente debido a movimientos tectónicos.
Gracias a la alta humedad y a las frecuentes lluvias, el parque ha desarrollado una vegetación subtropical: entre manglares y fiordos, los helechos arborescentes y los bambúes se mezclan con líquenes y orquídeas.
El interior está atravesado por una red de canales estrechos y poco profundos donde ningún barco puede aventurarse. Una multitud de islotes chaparros cubiertos de una vegetación espesa salpican las tranquilas aguas que rodean el parque. Estas cúpulas y torres cársticas son el resultado de la erosión de formaciones calizas de millones de años de antigüedad. Han creado una área con un relieve original que es una verdadera bahía de Ha Long en el Caribe.
Muchas cuevas y grutas se comunican entre sí, formando una extraordinaria red subterránea aún inexplorada y desconocida. Los especialistas han contado más de mil cuevas, algunas de las cuales contienen petroglifos precolombinos en sus paredes. Se puede visitar la cueva del Ángel, la cueva de San Gabriel, tan grande como una catedral, y las cuevas de la Línea y la Arena, que contienen obras realizadas por los indios taínos. Los taínos no vivían en cuevas, sino que las usaban como guaridas y depósitos durante sus viajes de pesca o caza.
La isla de los Pájaros es la que permite avistar aves entre los cedros y las caobas. Se pueden ver pelícanos, loros, gallos de agua y fragatas, entre otros. Casi desierto, el parque está libre de cualquier tipo de explotación agrícola o forestal. Solo la franja costera está abierta a los turistas y el interior se vuelve rápidamente impenetrable.

Nadar con los delfines aporta sensaciones únicas. Los programas interactivos con mamíferos marinos duran unos veinticinco minutos. La experiencia comienza con una explicación teórica de carácter educativo en una pequeña playa privada. Esta mini conferencia, rica en contenidos, permite también establecer las reglas de juego. Después se embarcará en barcos pequeños que permiten acceder a las instalaciones, plataformas y estanques que se encuentran en medio del mar frente al complejo Barceló. El acercamiento, los juegos y caricias y el nado libre con los delfines se desarrollan en pequeños grupos de ocho a dieciséis personas, bajo la batuta de los entrenadores de estos animales. Los delfines están bien adiestrados y siguen las órdenes de sus formadores, aún más cuando son recompensados con una buena ración de pescado fresco.
Aunque al principio esté un poco tenso, entrará enseguida en el juego. Podrá abrazar a un delfín, bailar o nadar con él, recibirá un beso o jugará a la pelota con un león marino; son muchas las experiencias que nunca soñó realizar. En definitiva, es una ocasión privilegiada para conocer de cerca estos mamíferos con los que sueñan pequeños y grandes. Si no está tentado por el contacto directo, puede observarlos desde la plataforma.

Un magnífico sendero señalizado entre raíces y vegetación exótica le lleva a tres lagunas cristalinas donde está permitido bañarse. Este lugar privado ofrece un entorno exclusivo, con un número de visitantes muy moderado -el billete de entrada actúa como filtro-. El paseo dura unos 40 minutos, e incluyendo los descansos se tarda entre una hora y media y dos horas y media. Algunas agencias de viajes locales incluyen la entrada al parque junto con una excursión en catamarán por unos 140 dólares.

Esta excursión permite descubrir la selva tropical desde lo alto mediante pasarelas de observación suspendidas entre los árboles y una red de cables que atraviesa los ríos. Se desarrolla en la región de las montañas y del río Anamuya. Acompañado por guías de naturaleza experimentados, directamente inspirada en los canopy tours de Costa Rica, es una aventura original que le dejará muy buenos recuerdos. Después de un traslado de unos cuarenta minutos en camión de safari, se ofrece una explicación pedagógica sobre el material, los equipos, las técnicas y la seguridad. En diez minutos se llega a la primera plataforma y empieza la aventura. Sobrevolará el bosque de plataforma en plataforma sujeto por un arnés a cables de 250 metros de longitud. La excursión incluye nueve plataformas y nueve cables a lo largo de la sierra de Anamuya, con un recorrido total de más de 1,5 kilómetros. Además de las sensaciones vertiginosas y embriagadoras, descubrirá una forma diferente de observar la naturaleza. Al final de la excursión, se sirve un bufé de frutas para recuperarse de los chutes de adrenalina.

En la desembocadura del río se observan numerosas cuevas naturales que habitaron antiguamente los taínos. Se organizan excursiones por el río en pequeñas barcas de motor.

La playa privada de la propiedad está escondida al final de una pequeña carretera aislada. Se trata de una gran ensenada de arena blanca a la sombra de palmeras y bañada por un mar de un azul transparente; en resumen, la playa de ensueño clásica del Caribe. Aquí no hay animación, sino calma y serenidad. Puede practicar todo tipo de actividades deportivas (vela, windsurf, pedales), relajarse en las cómodas tumbonas tomando un cóctel tropical y comer en la terraza llena de flores del restaurante de la playa. La carta propone ensaladas, sándwiches, pizzas, parrilladas y especialidades más sofisticadas en un ambiente relajado.

Es la playa popular de los romanenses, aunque está lejos de tener el encanto de otras playas de la región. No es aconsejable aventurarse hasta aquí cuando cae la noche. En cambio, es bastante turística y segura durante el día. Hay numerosos restaurantes de playa especializados en marisco y pescado.

El parque Central de La Romana es un museo al aire libre. Los mejores jugadores de béisbol del país tienen aquí su estatua a tamaño real. La mayoría de ellos ha triunfado en la liga americana y son aclamados por toda la población. Como todos los parques de los centros urbanos del país, es el centro neurálgico de la vida social. Todo el mundo se reúne por la noche, los puestos de comida y bebida se amontonan en filas apretadas, las moto-taxis esperan a los clientes. En resumen, todo el mundo pasa por aquí al menos una vez al día.

Aunque es muy bonita y pública, la playa del Cortecito es bastante estrecha y está muy concurrida. Sin embargo, puede disfrutar de muchas actividades náuticas y cenar en uno de los restaurantes de la playa.

Esta hermosa playa de arena blanca y aguas cristalinas se encuentra entre las localidades de Bávaro y Uvero Alto. Cuenta con algunos restaurantes locales que sirven pescado y refrescos.

Esta playa pública es quizás una de las más desconocidas de la zona de Punta Cana. Está casi libre de resorts y no suele haber mucha gente sobre su arena blanca. Es ideal para escapar por un rato del ajetreo de cualquier otro lugar. Algunos bares y restaurantes, tiendas de recuerdos y una escuela de surf abren ocasionalmente.

Una pequeña playa pública a la que puede acceder en su vehículo de alquiler, en la lanzadera de su hotel o en taxi. Hay un bar-restaurante y es posible alquilar material para la práctica de kitesurf y esnórquel. También encontrará arena blanca y aguas color turquesa.

La playa de arena blanca de Los Corales es exclusiva. Sigue siendo accesible para todos, aunque está rodeada por varios hoteles de lujo. Es bastante concurrida y no le faltan tiendas, bares, restaurantes y proveedores de servicios para disfrutar de una amplia gama de deportes acuáticos.

Una playa pública muy concurrida y bulliciosa, rodeada de todo tipo de tiendas, bares, restaurantes y empresas de alquiler de material para la práctica de una amplia gama de deportes náuticos (buceo, windsurf, esnórquel, etc.).

Aquí, caminamos por un sendero en el Parque Nacional de Cotubanamà entre cactus, agaves tequileros y flora local. ¿Te has bañado alguna vez en una cueva? Pues bien, tendrá la oportunidad de hacerlo en el camino, en la cueva "Chicho", donde podrá admirar estalagmitas y estalactitas marinas. Cuidado: por respeto al medio ambiente local, no toque nada y no se ponga crema solar antes de darse un chapuzón Tenga en cuenta que en esta cueva también habitan muchos murciélagos.