Un pequeño pueblo de unos 50 habitantes, con casas robustas cubiertas de pizarra. Una leyenda de la Edad Media afirma que los lugareños mantenían 800 postes de madera apostados a lo largo del camino para que los peregrinos pudieran ver la ruta incluso en la nieve. Cuenta con una iglesia del siglo XVI dedicada a San Miguel. Antes de llegar al pueblo, pasarás por un mirador que ofrece una espléndida vista de todo el valle y del pueblo de abajo. Junto a la iglesia encontrará una tienda de comestibles que prepara bocadillos. Al final del pueblo hay un curioso monumento al peregrino alemán Heinrich Krause, que murió aquí.

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