Guía de viaje Treasure Beach

Treasure Beach es un verdadero oasis de serenidad y calma. Las playas son tremendamente hermosas. La costa es irregular, con profundas calas y altos acantilados, el mar puede ser violento y la naturaleza indómita. Aquí, el tiempo se detiene, la vida fluye al ritmo del curso del sol, en una armonía y serenidad naturales. Uno redescubre virtudes como el sentido de la acogida y la hospitalidad... Uno viene aquí a devorar platos de pescado y marisco.Treasure Beach está formada por una sucesión de varias bahías, bordeadas de playas y separadas por promontorios rocosos. De este a oeste, se suceden Great Bay, Calabash Bay, Frenchman's Bay y Billy Bay, con Calabash y Frenchman formando el corazón del complejo. El camino que lleva a ellas, salpicado de pequeñas granjas donde algunos animales duermen en corrales rodeados de vallas de madera, le llevará a través de un paisaje árido y salvaje, característico de esta parte de la isla. Esta región es la más seca del país, donde los cactus gigantes sustituyen a los cocoteros. Al final de esta travesía, Treasure Beach: no es una ciudad, ni siquiera un pueblo. Las casas están dispersas a lo largo de la costa, a veces reunidas en caseríos, más a menudo dispersas y aisladas al final de caminos pedregosos. Uno se encuentra con muchas aves multicolores de diversas especies. Aunque el turismo es una importante fuente de ingresos, la agricultura y la ganadería, así como la pesca, siguen siendo la base de la economía local. Los robustos barcos de pesca salen cada mañana al amanecer a través del arrecife de coral hacia los Cayos Pedro, desde donde traen sus capturas al atardecer. A su regreso, las barcas, arrastradas por la arena gracias a la fuerza de sus brazos, descargan pescado y marisco; una de las escenas diarias que no hay que perderse. Todo el mundo está allí, curiosos, mujeres, niños,... Los responsables de la pequeña cooperativa local están allí para comprar el pescado a los pescadores. En cuanto se cierran los tratos, cargan las furgonetas y salen a vender sus lotes a los restauradores de los grandes centros turísticos. Aquí hay poca actividad organizada. La principal ocupación es dejar pasar el tiempo y aprovechar la serenidad del entorno para recargar las pilas.