TOMAS SAADIANAS
Un verdadero santuario de grandeza, historia épica y lágrimas grabadas en piedra en memoria de los reyes saadíes.
Los mausoleos de los príncipes de la dinastía saadí, que gobernó Marrakech y Marruecos durante 125 años, fueron erigidos a finales del siglo XVI por Ahmed el Dorado. Su objetivo era embellecer la koubba donde reposan los restos de su padre, Moulay Abdallah, de su abuelo, Mohammed ech-Sheikh, fundador de la dinastía saadí, y del sultán meriní Abu el-Hassan, enterrado aquí en 1359. Esta necrópolis es el único vestigio de la grandeza de una dinastía cuyo compromiso con el desarrollo de las artes y las relaciones diplomáticas con el resto del mundo le valieron a Marrakech parte de su renombre allende los mares. Ahmed el-Mansour, a quien la ciudad ya debía la construcción del palacio El Badi, quiso hacer de estos mausoleos las obras maestras del arte marrakechí. Adornadas con motivos ajedrezados de zelliges multicolores, ribeteadas con arabescos, abovedadas con estalactitas de estuco y decoradas con mármol italiano, estas tumbas son tan bellas que, cuando Marrakech cayó en manos de los alauíes en 1654, el sultán Moulay Ismaïl, aunque inclinado a arrasar todo lo que evocaba el esplendor de sus predecesores, no se atrevió a tocarlas. Simplemente decidió rodearlas con un recinto al que sólo unos pocos fieles podían entrar por una puerta oculta en la mezquita de la Kasbah. La existencia de esta necrópolis no se reveló al público hasta 1917. Existe un pasillo de acceso junto a la mezquita para que los no musulmanes puedan admirar este conjunto arquitectónico perfectamente conservado, donde reposan 66 miembros de esta ilustre dinastía. Un poco más allá de la entrada se encuentra la sala de oración, que originalmente no estaba destinada a tumbas. Hay un hermoso oratorio dividido en tres naves por cuatro columnas de mármol blanco. A la izquierda, el mihrab presenta una refinada decoración. Enfrente, una hermosa puerta da acceso a la gran sala funeraria, también conocida como Sala de los Reyes. En el centro de esta sala yace Ahmed el Dorado, que murió de peste en Fez en 1603. doce columnas de mármol de Carrara sostienen la soberbia cúpula de madera de cedro tallada y salpicada de oro. A su alrededor yacen miembros de su familia y 3 de sus sucesores. A la derecha, la Sala de los Príncipes contiene las tumbas de los hijos. En el jardín yacen las concubinas y el séquito. El patio, que contiene las tumbas de los sirvientes de la dinastía, conduce a un segundo mausoleo, cubierto de azulejos verdes vidriados y dedicado a Lalla Messaouda, la madre de Ahmed el Dorado, que fue enterrada aquí en 1591 en un sarcófago esculpido de mármol blanco.
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