Una breve historia del cine de Brasil, vista desde Río

Se dice que la ciudad de Río de Janeiro es la cuna del primer director de cine brasileño, Affonso Segreto. Hijo de una familia italiana, él y su hermano Paschoal fueron los primeros en introducir el séptimo arte en Brasil, tras quedar cautivados por la primera proyección nacional de los hermanos Lumière en Río, el 8 de julio de 1896. Se dice que, en 1898, Affonso Segreto filmó su llegada a Río en la bahía de Guanabara, pero esta película -la primera que mostró Brasil en imágenes- ha desaparecido. El 31 de julio de 1897, Paschoal inauguró el primer cine del país, también en Río de Janeiro. En las décadas siguientes, Río de Janeiro pasó a ocupar un lugar central en el cine nacional, tanto por su riqueza como por su proyección internacional. Durante los años cuarenta y cincuenta, el estudio Atlântida Cinematografica produjo decenas de películas, convirtiendo a actores como Oscarito y Grande Otelo en estrellas nacionales. Un cine para el gran público, a veces muy comercial, al que se opusieron los directores del Cinema Novo a principios de los años sesenta. Junto con Bahía y São Paulo, Río fue uno de los epicentros de este nuevo movimiento de cine social, influido tanto por el neorrealismo italiano como por la Nouvelle Vague francesa y el cine soviético. Entre 1960 y 1975, varias de estas películas se rodaron en la región de Río. Tierra en trance (1967), de Glauber Rocha, alegoría de la historia reciente de Brasil, se rodó en el Parque Lage y en el Teatro Municipal de Río. La película formó parte de la selección oficial del Festival de Cannes, antes de ganar el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno. Al año siguiente, también se rodó en Río Le brave guerillero, la primera película de Gustavo Dahl, una de las principales figuras del Cinema Novo. En 1969, se rodó en Río la comedia cínica y desenfadada Macunaíma, una historia hilarante que recuerda tanto a los Monty Python como a un Kirikou menos infantil y más político. Otro ejemplo de la contribución del Cinema Novo a la historia cinematográfica del país. Esta influencia se manifiesta en el gran éxito de crítica de Central do Brasil , de Walter Salles, protagonizada por Fernanda Montenegro (1998). Esta película le valió a su actriz el honor de ser la primera actriz brasileña nominada al Oscar y al Globo de Oro, y le valió el Oso de Plata en el Festival de Berlín de ese mismo año. Cuatro años más tarde, el largometraje Ciudad de Dios (2002), de Fernando Meirelles y Kátia Lund, rodado en el barrio carioca de Cidade de Deus, fue nominado cuatro veces al Oscar. Muchos críticos la consideran una de las mejores obras cinematográficas de todos los tiempos. Los temas de corrupción, drogas y violencia que atraviesan la historia tienen eco en otra película importante del siglo XXI, Tropa de Elite, dirigida en Río por José Padilha (2007). Afortunadamente, el suceso acabó bien y la película conquistó al público brasileño, antes de ganar el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 2008.

En el norte, Minas Gerais y sus ciudades reciben menos rodajes. En general, el cine brasileño sigue confinado en los centros de producción de Bahía, São Paulo y Río. Sin embargo, algunos cineastas, el más reciente Helvécio Ratton, ruedan en sus regiones natales o queridas. Es el caso de Helvécio Ratton, que realiza cortometrajes y largometrajes en el Estado desde 1978. En 1995 estrenó su primer largometraje, Love & Co , al que siguieron Something in the Air (2002) y Batismo de Sangue (2006), más ácido y comprometido políticamente. Esta última está ambientada en Belo Horizonte, mientras que Love & Co le lleva a las bellas localidades de São João Del Rei y Tiradentes para hacer un poco de turismo cinematográfico.

Río el fascinante, Río el cinematográfico

Desde los inicios del cine, esta maravillosa ciudad ha fascinado a cineastas internacionales. David Perlov, uno de los padres del cine israelí, nació allí en 1930, mientras que cineastas como Marcel Camus adaptaron obras de grandes artistas brasileños, como Vinícius de Moraes y su Orfeu Negro (1959). En 1964, Jean-Paul Belmondo protagonizó L'homme de Rio en la película homónima de Philippe de Broca con Françoise Dorléac, que agotó las entradas en los cines de Francia y del extranjero. La película mostraba una Brasilia aún en construcción. Se dice que la película inspiró directamente a Steven Spielberg para crear En busca del arca perdida, la primera entrega de la saga de Indiana Jones. Más allá de la propia ciudad, el patrimonio arquitectónico de la región también ha desempeñado un papel importante en su aparición en la pantalla. El teleférico del Pan de Azúcar es el escenario de una escena antológica en Moonraker, la undécima entrega de la saga de James Bond, mientras que Corcovado hace una notable aparición en OSS 117: Río ya no responde, una hilarante parodia de la misma saga. Con Jean Dujardin en el papel principal, la ciudad se beneficia de un bonito protagonismo, aunque el calor y los nazis no ayuden al agente Hubert Bonisseur de la Bath a aprovechar al máximo su estancia.

En cuanto a Hollywood, la ciudad ha sido escenario de varias películas desde los años 30, entre ellas En route vers Rio (1947), protagonizada por el legendario actor Bing Crosby. Más recientemente, la ciudad y la región han aparecido en pantalla en grandes producciones como Fast and Furious 5 (2011) y, en una línea completamente distinta, Crepúsculo Capítulo IV: Apocalipsis (también de 2011). En esta última, los espectadores podrán ver la bahía de Paraty, rebautizada como Isla Esmée en la película. La villa en la que Bella y Edward pasan su torbellino de luna de miel también está disponible para alquilar, para aquellos con un presupuesto ajustado, con una tarifa de unos 3.500 euros la noche. Por último, puede añadir un poco de color a su estancia vibrando con los animados ritmos de Río (2011), una película de animación que mantendrá ocupados a los más pequeños de camino a esta región llena de maravillas.

En 2023, la película de animación de Fernando Trueva Dispararon al pianista traslada a los espectadores a la época anterior al colapso de las democracias latinoamericanas en la década de 1970. Narra la desaparición de un virtuoso pianista brasileño, Francisco Tenaro Junior, en vísperas del golpe de Estado en Argentina en 1976. Esta "oda a la bossa nova" recuerda la importancia del cono suramericano en la creación artística, musical, cinematográfica y literaria, que los regímenes fascistas agrupados en el Plan Cóndor intentaron aplastar.