Restaurante con terraza que ofrece especialidades tunecinas en Marsella.
Este restaurante, con su inevitable fachada cuando se pasa por este lado del puerto, debe su nombre a una princesa fenicia que fundó Cartago en el año 814 a.C. Pero no hace falta ser un aficionado a la historia para darse cuenta de que nos encontramos en un entorno que recuerda a la otra orilla del Mediterráneo. La decoración es magnífica, recuerda a los riads del Magreb, pero la carta está más orientada a las especialidades tunecinas, cuscús, briks, etc., con una buena selección de tajines. La terraza es un plus, con vistas al puerto viejo. El servicio es impecable y sonriente. Una dirección recientemente renovada que, por un momento, le transportará al otro lado del Mediterráneo.
Super service mais une ambiance un peu trop calme cette année !