ABADÍA DE GELLONE

La abadía de Gellone, declarada en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con el Camino de Santiago en Francia, es uno de los testimonios más admirables del arte románico en Occitania. Fue fundada por Guillermo (o Guilhem), primo de Carlomagno y valiente militar que asedió y tomó Barcelona en 803. Al morir su esposa al año siguiente, decidió retirarse del mundo para recuperar cierta espiritualidad. Así pues, en 804, en un terreno perdido en medio de la nada, pero en un lugar de una increíble belleza cedido por su amigo Saint Benoit, fundador de la abadía de Aniane, se instaló con algunos religiosos para levantar una abadía. Como símbolo de aprobación y agradecimiento, recibió un trozo de la Verdadera Cruz de manos de Carlomagno. Hasta su muerte en 812, Guilhem llevó una vida austera de simple monje, invirtió sus últimas fuerzas en acondicionar el monasterio y terminó sus días en su celda rezando y ayunando. Pronto se le beatificó, por lo que Guillermo pasó a ser san Guilhem en el siglo X. La presencia de la reliquia de la Cruz y de la tumba del santo hicieron de la abadía una parada obligatoria en el Camino de Santiago. Prosperó hasta principios del siglo XV, hasta que fue saqueada y desvalijada durante las Guerras de Religión; se desmanteló parte de su claustro en el siglo XIX (incluso hay algunos fragmentos en el museo de los claustros de Nueva York). Del monasterio solo quedan hoy el refectorio y la iglesia abacial. Se entra por la plaza central, a la sombra de un majestuoso platanero. Aunque de gran sencillez, la iglesia es hermosa gracias a las altas ventanas que iluminan la piedra gris de las paredes y la toba dorada de la bóveda. El claustro, como suele ocurrir, es un remanso de calma. La abadía sirve cada año de marco para un festival de música antigua en el que se puede escuchar su órgano del siglo XVIII.

El museo de la abadía, instalado en el refectorio, conserva parte de las riquezas arquitectónicas del cenobio (el resto se halla en el Museo languedociano, en Montpellier). Ha sido objeto de una nueva puesta en escena en la que la piedra, el acero y la madera se combinan para ofrecer una presentación rigurosamente científica del contexto litúrgico y decorativo de la abadía medieval. Un pequeño anfiteatro permite a los visitantes recorrer doce siglos de historia gracias a una película que se proyecta en tres pantallas. Un trabajo de reconstrucción virtual permite ver cómo era el claustro en su estado original. En las galerías del claustro hay una exposición permanente sobre Saint Guilhem le Désert y su patrimonio.