SWAROVSKI
Está muy lejos el tiempo en que Daniel Swarovski abandonaba su Bohemia natal para instalarse en el Tirol y crear una fábrica y, sobre todo, proteger su invención: una máquina revolucionaria que tallaba y polisaba el cristal como nada antes. A finales del siglo XIX, el gran inventor comprendió el alcance de su obra. La suite rima con mejoras del proceso, ideas del artista para introducir pimiento en la materia y recuperación de obras por los mayores diseñadores y estrellas. Desde entonces, la reputación de los productos de Swarovski no se debilita y las últimas creaciones se encuentran regularmente en las escaleras de Cannes o en las de Hollywood. En 2008, fue el turno de los Nîmes el que accedió a este lujo. Aunque algunos de los profesores proponían hasta ahora los productos más básicos como las tetinas o algunos pendientes, el cartel cristalino no tenía antro. La cosa se repara y se visita como un museo donde se quiere comprar todo.