Los más bellos parajes naturales por descubrir República Dominicana

Se ha convertido en un superventas de postales. Se accede en coche por una carretera asfaltada (siga las indicaciones, a 7 km del pueblo). Las agencias de viajes locales también traen hasta aquí a sus clientes, así como los grandes hoteles y los complejos turísticos de la zona. El maná turístico incluso ha atraído a algunos carteristas, así que tenga cuidado. Esta playa es demasiado hermosa para que la pueda disfrutar solo. Se extiende durante varios kilómetros al borde de unas aguas cristalinas. Al final, un pequeño río permite un baño más refrescante que el mar. No olvide visitar los restaurantes de la zona, que ofrecen mariscos y langostas.

Los terremotos subterráneos y el relieve coralino han dado lugar a numerosas cuevas en la zona de Santo Domingo. Los Tres Ojos es una de las formaciones más espectaculares. Esta enorme cueva al aire libre, a la que se accede por una escalera de piedra de 350 escalones, está cubierta de estalactitas, estalagmitas y murciélagos. También hay tres estanques (de ahí su nombre): el primero, el Ojo de Azufre, con agua sulfurosa, el segundo, el Ojo de las Damas, con agua salada, y el tercero, el Ojo de la Cañuela, con agua dulce. El trabajo de desarrollo del sitio se llevó a cabo por orden de Trujillo. Un barquero le acercará al último de los estanques en una pequeña embarcación por la modesta suma de 25 pesos. La atmósfera es muy húmeda y la vegetación tropical extremadamente densa. Muchos vendedores ofrecen estatuillas de inspiración taína talladas en rocas de coral en la entrada de la cueva. Puede regatear los precios dividiéndolos por dos o incluso por tres.

Un teleférico (emociones fuertes garantizadas) facilita la ascensión a esta alta colina que tiene el estatus de Parque Nacional y que se eleva como un centinela sobre Puerto Plata. La estatua del Cristo Redentor, más modesta que su homóloga de Río de Janeiro, vigila la ciudad desde una altura de unos 900 m. Desde la cumbre, a menudo rodeada de nubes, se aprecia una magnífica panorámica de la ciudad y de toda la bahía. Hay una cafetería en lo alto.

Tras haber caminado por senderos estrechos a través de la selva tropical, atravesado varios ríos (en los que se recomienda bañarse) y subido varios senderos escarpados, se verá recompensado por el descubrimiento de una piscina natural en la cual vierte sus aguas una cascada de cuarenta metros de altura rodeada de cuevas profundas. El agua es pura y fresca y la imagen sublime. El merecido baño tras los esfuerzos de la ascensión es divino. También puede alquilar caballos (debe regatear) en los ranchos situados a lo largo de la ruta. ¡Tenga cuidado con los ascensos y descensos! Sea cual sea el medio de transporte que utilice, debe calcular medio día de excursión, seguido de una buena siesta reparadora.

El recorrido dura alrededor de una hora. El barco se desliza lentamente a través de una red de canales poco profundos en medio de un denso bosque de manglares. El entorno es encantador y de una belleza que corta la respiración. Es aconsejable hacer esta excursión temprano por la mañana, cuando los pájaros están en la cueva. Después de visitar la cueva de las Golondrinas, se podrá bañar en las aguas prístinas de la playa Caletón.

La playa es muy bonita, bastante salvaje y tranquila. Tenga cuidado con los mosquitos.

Incluso entre los dominicanos, pocas personas saben que el país tiene una colonia de manatíes en su costa norte. Este mamífero, de tres a cuatro metros de largo y hasta trescientos kilos de peso, se ha establecido en un estuario rodeado de manglares al este de Punta Rucia. Es un mamífero pacífico que estuvo a punto de desaparecer: las comunidades locales lo cazaron durante un largo período hasta que solo quedaron diez ejemplares en 1996. Las autoridades decidieron proteger el área y crearon un santuario dedicado a la protección del manatí. Uno de los resultados de este proyecto es la apertura en 2013 del centro de información de Ciudad Manatí. Aquí, los guías locales le contarán todo sobre esta especie y su hábitat. Durante la visita guiada a través de los manglares conocerá los diferentes tipos de este ecosistema. El punto culminante de la visita es el mirador desde el que se puede observar a este animal salir a la superficie para respirar. Según los guías, hay un 90 % de posibilidades de verlos. En 2019, estas aguas estaban habitadas por algo más de cincuenta ejemplares de esta especie. Un buen ejemplo de como se puede combinar la protección de los animales y el turismo responsable.

Cayo Arena, aunque su nombre original era Cayo Paraíso, es una visita ineludible en la costa norte. Situado a veinte minutos en barco de Punta Rucia, este pequeño banco de arena aislado en medio del mar Caribe está protegido por un arrecife de coral. Su tamaño varía según las mareas. Es aconsejable ir con la marea baja, cuando la isla es más grande y la playa más hermosa. En la playa se han instalado dos techos de caña para dar algo de sombra (sobre todo para almacenar la comida de los distintos operadores turísticos que van diariamente). El agua circundante es tranquila, turquesa y cristalina y el fondo marino espectacular. El nombre de Paraíso nunca ha estado tan justificado. Con la ayuda de una máscara (normalmente proporcionada con el transporte), se pueden admirar las coreografías de los peces tropicales en una explosión de colores. Los corales son insuperables y forman un verdadero bosque submarino de una gran diversidad. Por el momento, se encuentran en un buen estado de conservación, pero el creciente número de visitantes no es un buen augurio para su futuro. En temporada alta, pueden congregarse en la isla hasta quinientas personas, cuando apenas es más grande que una cancha de tenis. Nuestro consejo es que duerma en Punta Rucia y negocie para salir temprano por la mañana. Tendrá la isla y su fondo marino para usted solo y podrá sentir que está en el paraíso durante unas horas.

Un restaurante improvisado acoge a los visitantes que vienen sobre todo por el itinerario de escalada, marcado por apasionados de este deporte (infórmese en el restaurante). Playa Frontón y su vecina la playa Señora solo son accesibles en barco o a caballo. Traiga máscara y tubo.

En esta pequeña bahía bordeada por aguas verdes y transparentes, se han rodado numerosos anuncios publicitarios a la sombra de densos almendros. Las excursiones en barco se detienen en esta playa para nadar después de un viaje por la laguna Gri Gri. Hay algunos restaurantes básicos con mesas y bancos de madera sobre la arena. Esperan a los visitantes para ofrecerles pescado a la parrilla, ensaladas y zumos de fruta.

Las aguas frías y calientes de los ríos Yaque del Norte y Jimenoa se unen para formar un gran lago con remolinos de agua. El espectáculo es fascinante y poderoso. Los sábados por la noche, los dominicanos van hasta allí y dejan que la bachata nacional suene en los altavoces de los coches. El paraje se convierte en una pequeña pista de baile improvisada. El domingo, el ambiente es mucho más familiar y existe la posibilidad de pasear a caballo.

El Parque Nacional Los Haitises es un laberinto de colinas y enormes flechas de piedra caliza de casi 500 metros de altura. Debe su nombre a una palabra en taíno: Haiti significaba «zona montañosa». El área protegida se extiende a lo largo de 208 km² desde el sur-suroeste de la bahía de Samaná hasta la bahía de San Lorenzo. La formación de este espacio natural único, antaño sumergido, se remonta a hace unos cuarenta millones de años, en el Mioceno. Se ha ido elevando y surgiendo de las aguas gradualmente debido a movimientos tectónicos.
Gracias a la alta humedad y a las frecuentes lluvias, el parque ha desarrollado una vegetación subtropical: entre manglares y fiordos, los helechos arborescentes y los bambúes se mezclan con líquenes y orquídeas.
El interior está atravesado por una red de canales estrechos y poco profundos donde ningún barco puede aventurarse. Una multitud de islotes chaparros cubiertos de una vegetación espesa salpican las tranquilas aguas que rodean el parque. Estas cúpulas y torres cársticas son el resultado de la erosión de formaciones calizas de millones de años de antigüedad. Han creado una área con un relieve original que es una verdadera bahía de Ha Long en el Caribe.
Muchas cuevas y grutas se comunican entre sí, formando una extraordinaria red subterránea aún inexplorada y desconocida. Los especialistas han contado más de mil cuevas, algunas de las cuales contienen petroglifos precolombinos en sus paredes. Se puede visitar la cueva del Ángel, la cueva de San Gabriel, tan grande como una catedral, y las cuevas de la Línea y la Arena, que contienen obras realizadas por los indios taínos. Los taínos no vivían en cuevas, sino que las usaban como guaridas y depósitos durante sus viajes de pesca o caza.
La isla de los Pájaros es la que permite avistar aves entre los cedros y las caobas. Se pueden ver pelícanos, loros, gallos de agua y fragatas, entre otros. Casi desierto, el parque está libre de cualquier tipo de explotación agrícola o forestal. Solo la franja costera está abierta a los turistas y el interior se vuelve rápidamente impenetrable.

El centro neurálgico de la ciudad es el lugar de encuentro por excelencia. Es típico de las ciudades dominicanas. Su bonita glorieta octogonal verde y blanca con dos niveles de galerías es una réplica exacta del original, que databa de 1880. Hasta no hace mucho, las orquestas municipales tocaban aquí los domingos. Algunos señores dominicanos leen los periódicos a la sombra de los grandes árboles, en medio del bullicio circundante. Encontrará los tradicionales limpiabotas, vendedores de billetes de lotería, motoconchos, guaguas, vendedores de bebidas, frutas, chulamia (buñuelos de yuca, una especialidad local), CD piratas... Edificios de puro estilo victoriano hacen guardia alrededor del parque.

Situado más allá de la barrera de coral, este grupo de siete islotes, juntos como siete hermanos (de ahí su nombre), sirvió de refugio a muchos corsarios y piratas. Es posible acampar si solicita una autorización en la capitanía del puerto. Las tortugas marinas los emplean para poner sus huevos entre noviembre y febrero. Hay numerosas playas de arena negra y bastante estrechas. La más espectacular es la playa del Morro, que se parece más a una playa de Gran Bretaña que a la tradicional playa tropical. Se llenan de animación los fines de semana.

El corazón de la ciudad es el lugar donde se citan los santiagueños. Desde aquí parten los taxis y las calesas y es el lugar de trabajo de los pequeños limpiabotas y los vendedores
de lotería. Puede pasar horas descansando a la sombra de grandes árboles mientras observa el ajetreo de los alrededores. En el centro se alza la tradicional glorieta de estilo victoriano y está rodeado por bonitas casas de madera.

Divide la localidad en dos partes: al oeste, el pueblo dominicano de Los Charamicos, y al este, El Batey, más desarrollado turísticamente. La arena es muy blanca y el agua increíblemente cristalina. Disfruta de una magnífica vista panorámica de la bahía. Desafortunadamente, esta playa está demasiado llena de aficionados al bronceado intensivo y a los deportes acuáticos. Es difícil escaparse de todo tipo de ofrecimientos. Otra desventaja es que la playa está rodeada de rocas, así que si no le apasiona el esnórquel... Hay que esperar hasta las 17 h para que el lugar recupere su tranquilidad. Los reflejos rosados y anaranjados del atardecer se convierten en el espectáculo más bello.

Esta encantadora playa plantada de palmeras está enmarcada por dos barreras rocosas. La playa es profunda y las olas pueden ser grandes. Suele atraer menos gente y, por lo tanto, es más tranquila que las otras de la zona. Los chiringuitos del hotel Casa Marina sacian cualquier necesidad. Existe la posibilidad de participar en numerosas actividades náuticas.

La excursión dura unas dos horas y se hace a pie por el campo y el bosque tropical (debe traer suficiente bebida). Descubrirá seis grutas en las que vivieron en otro tiempo los indígenas trogloditas. Pasada la emoción del descubrimiento, podrá admirar algunos objetos y cerámicas taínos exhibidos en una cueva llamada pomposamente «museo», visitar una granja dominicana y detenerse a nadar en un río o dentro de una de las grutas.

Nadar con los delfines aporta sensaciones únicas. Los programas interactivos con mamíferos marinos duran unos veinticinco minutos. La experiencia comienza con una explicación teórica de carácter educativo en una pequeña playa privada. Esta mini conferencia, rica en contenidos, permite también establecer las reglas de juego. Después se embarcará en barcos pequeños que permiten acceder a las instalaciones, plataformas y estanques que se encuentran en medio del mar frente al complejo Barceló. El acercamiento, los juegos y caricias y el nado libre con los delfines se desarrollan en pequeños grupos de ocho a dieciséis personas, bajo la batuta de los entrenadores de estos animales. Los delfines están bien adiestrados y siguen las órdenes de sus formadores, aún más cuando son recompensados con una buena ración de pescado fresco.
Aunque al principio esté un poco tenso, entrará enseguida en el juego. Podrá abrazar a un delfín, bailar o nadar con él, recibirá un beso o jugará a la pelota con un león marino; son muchas las experiencias que nunca soñó realizar. En definitiva, es una ocasión privilegiada para conocer de cerca estos mamíferos con los que sueñan pequeños y grandes. Si no está tentado por el contacto directo, puede observarlos desde la plataforma.

¡Una excursión al pico Duarte es una experiencia extraordinaria! El ascenso al pico más alto del Caribe, que culmina a una altitud de 3087 m, es desafiante, pero inolvidable. Las variaciones de altitud y temperatura, así como la dificultad de escalada apenas marcada y los senderos inclinados requieren una excelente condición física y una voluntad de hierro. La caminata de 23 kilómetros (46 kilómetros de ida y vuelta) dura de dos a tres días, en un paisaje cambiante y majestuoso, a veces árido, a veces ahogado en una niebla mística. El primer día realizará la ruta La Ciénega-La Compartición (2450 m), donde el centro de visitantes hace las veces de fin de etapa, y al día siguiente, alcanzará la cima por la noche en pocas horas.

En el pueblo de La Ciénaga, a una altura de 1100 m y a 55 km de Jarabacoa por Constanza, se adquiere el permiso de acceso al parque nacional por la modesta suma de 100 pesos. Para realizar la caminata en buenas condiciones, es imprescindible contratar un guía local, los únicos calificados para este tipo de caminata (presupuesto diario: 200 pesos por persona, más 300 pesos para una mula de transporte, 350 pesos para una mula con silla de montar, y 400 para el guía). Los excursionistas que quieran ahorrar fuerzas pueden participar en el viaje a lomos de una mula. Debe negociarlo con los agricultores locales, que ofrecen monturas acostumbradas a la dureza de esta ascensión. El refugio se encuentra a una altitud de 2650 m. Huelga decir que las noches son frías y húmedas, y si le da miedo la naturaleza debe saber que hay muchos animales. Sin embargo, no hay nada comparable a la alegría de culminar la cima y sentarse triunfalmente en el pico que domina toda la isla. Una cruz con la cara de Duarte, el héroe nacional, espera a los excursionistas que lo alcanzan. El momento requiere una foto que lo inmortalice. Esta panorámica inolvidable bien vale el esfuerzo de la ascensión.

¡Atención! Para caminar en buenas condiciones, es imprescindible traer todo el equipo necesario para una expedición de alta montaña: saco de dormir, gafas de sol y sombrero, ropa de abrigo, calzado de senderismo, agua y comida para tres días.